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El virus de la Corona

Antoni Cisteró García

Son tiempos de confusión contagiosa. En nuestro país, los que sobrevivieron a la dictadura tenían las defensas bajas y se encontraron con una Constitución endeble y monárquica. Con los años, las dolencias se cronifican. Sin embargo, merecen una reflexión que evite que un subidón de fiebre acabe con las posibilidades de cura.

No estoy planteando que al soberano fundador de la etapa monárquica actualmente en el poder no se le deba juzgar por sus presuntos excesos, sean monetarios u hormonales. En absoluto: presunción de inocencia y todo lo que le acompaña sí, y también juicio justo e implacable. Pero no es éste el objetivo del artículo.

Pensemos en el cuerpo (sea humano o electoral). Puede ser víctima de un corona-virus real, pero también de una de las muchas gripes políticas, tan fácilmente transmisibles en épocas de redes sociales. Imaginemos que al igual que durante la II República los mandamases surgieron del mundo político, en la actualidad hubiéramos tenido en la jefatura del Estado, en lugar de un rey, a los últimos presidentes de Gobierno, desde el paladín bélico al exangüe don Tancredo, todos ellos lidiando con los bajos y altos fondos de la política parlamentaria. Seguramente el país hubiera sobrevivido, pero dudo que nos hubiera ido mucho mejor cambiando simplemente el atuendo del máximo representante de la nación. Son muchas más las cosas que debieran acompañar a un cambio (esta vez sí: real). Por descontado la Constitución, pero no sólo ella.

En menor escala, en la así llamada autonómica, incluso la recidiva hasta la náusea del microbio no liquida la población. Podemos decir que Cataluña goza de una mala salud de hierro, al haber sobrevivido a los tres peores presidentes que el azar le hubiera podido otorgar. En una dinastía digital, fueron expandiéndose las leyes partidistas, los recortes y las astucias quinceañeras de Mas, Puigdemont y Torra… ¡y aún se tiene en pie!, ¡qué gran y resistente país!

El paralelo es pertinente: cada año hay una nueva cepa de gripe, que causa daño pero no acaba con el tinglado. En sanidad, la profilaxis siempre ha sido lo más recomendable, mejor la prevención que la cura. Miro los laboratorios de ideas existentes, y no aprecio una actividad digna de tal nombre, no les veo preparando las vacunas para el momento en que la infección explote, pudiendo necesitar incluso intervención quirúrgica.

Quizá la sinergia entre la crisis económica y la real, la política y la social, pueda llegar a causar síntomas tan graves que precisen un trasplante de órgano republicano. Bien, pero: ¿Lo tenemos preparado?, ¿trabajamos al menos en ello? Me temo que no, y tal desidia puede ser la excusa para evitar el necesario cambio de órgano constitucional. Dice el sabio: La suerte es cuando la preparación encuentra su oportunidad. Oportunidades, haberlas haylas, como la de la corona-corina, pero la preparación es cosa de tiempo y ganas. ¿Nos ponemos a ello de una puñetera vez?

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Antoni Cisteró García es socio de infoLibre

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