Librepensadores

Los votantes impredecibles

Fernando Pérez Martínez

Si la política fuese el noble arte de lo posible y lo posible englobara decir la verdad, llamar a las cosas por su nombre no sería tan difícil y todo estaría más claro. Si la verdad en estos tiempos no exigiese el circunloquio riguroso de lo “políticamente correcto” se podría emplear el término real en lugar de su marca blanca “indecisos”. Si los aspirantes a representarnos en las instituciones no temiesen ofender al electorado, explicando que aquellos a quienes se refieren como “indecisos” jamás serán votantes con voluntad propia, gente con las ideas suficientemente claras. Nunca serán votantes decididos, debido a la insuficiencia intelectual que les caracteriza como colectivo, al que los científicos se refieren por el nombre con que las ciencias humanas los identifican: idiotas. No quieran ver ofensa o animadversión en estas palabras, sino tan sólo lo que la palabra “indecisos” trata de ocultar cada período electoral. Un colectivo existente en todas las naciones con derecho a voto o sin él y con incapacidad manifiesta de seleccionar racionalmente la candidatura que defienda sus intereses y cuya magnitud se aproxima, tirando por lo alto, al 30% de la población.

Un gran pedazo del pastel electoral que se llevará de las urnas una de las opciones que se presentan siguiendo los sabios consejos de los diversos institutos expertos en manipular la voluntad de este amplio y heterogéneo colectivo, que cada fin de legislatura salen de sus guaridas dispuestos a entregar el gobierno de las naciones al mejor postor. Estas empresas que compiten a sueldo de los partidos políticos en una guerra subterránea y discreta tan brutal como despiadada, tienen un único objetivo perseguido: arrebatar a los demás el poder político cada cuatro años. A fin de cuentas el acceso al pódium político en el que se acumula más poder será facilitado por quien consiga llevarse a su abrevadero al codiciado colectivo de “los indecisos”. En román paladino el colectivo de “los políticamente idiotas”.

Consulten las estadísticas de enfermos del riñón, o de adictos a la nicotina o… de débiles mentales y su entorno intelectual, son magnitudes cuantitativamente importantes, pero sólo una es relevante para decidir quién gobernará el país. Verán que sólo una se aproxima al porcentaje que elección tras elección se repite camuflada como el “voto de los indecisos”. Se ajusta como un guante a la mano. Alrededor del treinta por ciento, dígito arriba, dígito abajo. Cifra algo inferior pero que coincide con las dimensiones del llamado fracaso escolar reconocido por las autoridades educativas. Recuerda tus años escolares, la cifra que corresponde a los que eran incapaces de superar los exámenes más sencillos por carencias en la dotación básica: comprensión lectora, discernimiento lógico, memoria, capacidad de concentración… Esta horquilla de votantes impredecibles es la que decidirá el nombre del nuevo inquilino de la Moncloa, del 10 de Downing Street, de la Casa Blanca… Esa es la que da de comer a los diseñadores de estrategias para uncir al carro del partido vencedor al porcentaje de los “políticamente idiotas”.

La lucha por influir en ese numeroso grupo de votantes que responde exclusivamente a estímulos emocionales que no racionales es despiadada, sorda. Nos hacen creer que el 70% de los votantes, con los intereses claros y por tanto la elección de candidato resuelta, va a decidir quién será la persona que ocupe la Presidencia del gobierno y no es así. Existe un 30% de votantes que inclinarán la balanza, que decidirán con su voto, y éste se movilizará en uno u otro sentido por razones que sólo los expertos en manipulación de la conducta a través de estímulos publicitarios traen y llevan. Son ellos en última instancia quienes sientan en la presidencia del consejo de ministros al candidato que mejor oferta les puso sobre la mesa.

Resulta llamativo que ninguno de los partidos políticos del pasado o de la actualidad emita una opinión favorable o contraria a esta bolsa de voto “indeciso”. Nadie dice al respecto esta boca es mía. Sí se limita, por otra parte, el derecho a votar a los menores de 18 años por carecer de madurez, formación, experiencia… y se permite votar a cualquier mayor de esta edad que probadamente carece de cualquiera de estas características. Curioso.

Propongo que sobre un asunto de tanta trascendencia como la elección de gobierno nacional se tome en consideración si sería bueno poner en uso un sistema capaz de garantizar que todas las papeletas que entran en las urnas el día de las elecciones generales, municipales, autonómicas, europeas,… son emitidas fruto de la reflexión racional a impulso de argumentos poderosos, distintos de una cancioncita de campaña o el acertado diseño de una fotografía, una gorrita o un llavero.

La existencia de esta enorme cantidad de votantes “indecisos” justifica la inversión de desmesurados recursos económicos en propaganda, innecesaria para mover el voto de quien lo tiene decidido. Tal es la importancia del sector de votantes al que me refiero que los partidos se endeudan millonariamente para sufragar disparatados gastos en fotos, gorras, silbatos, llaveros… que les supondrán alcanzar su único objetivo: el poder. __________________

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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