LA CULTURA DE 2018
El año de la explosión de las series españolas
Que las series españolas estaban lastradas por las televisiones en abierto, que buscan gustar a un público demasiado amplio como para programar un producto arriesgado o con alma. Que la larga duración que exige el prime time patrio alargaba los capítulos más allá de lo razonable, obligándolos a emprender giros de guión y subtramas hasta el infinito. Que la figura del showrunner, el creador y el alma de una serie, no tiene implantación. Que en España, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, la televisión no atrae a figuras del cine. Que aquí ninguna cadena, en abierto o por cable, arriesgaría un presupuesto muy alto en una sola producción. Todas esas supuestas maldiciones han sido desafiadas en 2018, un año que ha resultado ser histórico para las series españolas.
Unos pocos títulos han bastado para cuestionar los límites de la industria de la ficción televisiva en España. Los más significativos quizás sean Fariña, la serie de Bambú para Atresmedia; La peste, dirigida por Alberto Rodríguez para Movistar+, y La casa de papel, de Vancouver Media y Atresmedia, cuyos derechos ha comprado Netflix. Esta última ha logrado algo que no se producía desde 1973: ganar un Emmy Internacional, en la categoría de mejor drama, compitiendo contra Reino Unido, India y Brasil. ¿Cuál fue la última vez que España obtuvo uno de los grandes premios? En 1973 con La cabinaLa cabina. Analizamos la aportación de cada una de estas sagas a la industria española.
La casa de papel: la clave NetflixLa casa de papel
La casa de papel, creada por Álex Pina (showrunner también de Vis a vis, El barco o Los hombres de Paco), se estrenó en Antena 3 en mayo de 2017, y las dos primeras temporadas se emitieron en esta cadena hasta noviembre de ese año. ¿Por qué la consideramos, entonces, una serie relevante de 2018? Porque es entonces cuando la plataforma de streaming Netflix adquiere sus derechos. La casa de papel, hasta entonces un fenómeno nacional, se extiende bajo el título de Money heist por lor ordenadores de 137 millones de abonados en más de 190 países. La empresa estadounidense prometía, además, una tercera y una cuarta parte de la saga.
Otras producciones también han sido adquiridas por Netflix, como Vis a vis (Atresmedia/Fox), Merlí (TV3), Paquita Salas (Flooxer) o Velvet (Atresmedia). La plataforma ha lanzado incluso dos producciones propia en el país, Las chicas del cable y Élite. Pero el fenómeno de La casa de papel hace sombra a cualquier otro logro. Esta historia sobre un asalto a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre ha logrado que este edificio se convierta en una atracción turística más de Madrid —los fans saldrán, sin embargo, decepcionados: la serie está rodada en la sede del CSIC—. El uso de la canción revolucionaria italiana Bella ciao, un leitmotiv que se repite a lo largo de la serie, ha puesto de moda el himno entre los adolescentes.
La casa de papel ha demostrado que una producción realizada en clave nacional, para una televisión en abierto y pensando en un público generalista puede trascender, contra todo pronóstico, esos límites culturales y de producción. "Estamos echando un pulso a la ficción de EE UU que nos había colonizado", presumía en una entrevista el propio Álex Pina.
Fariña: más allá de la tele en abierto
Fariña se sale de la norma desde su origen. La serie producida por Ramón Campos, de Bambú, y dirigida por Jorge Torregrosa y Carlos Sedes, era la adaptación no ya de una novela o de una obra teatral, sino de un libro periodístico. Fariña, de Nacho Carretero, había sido editada en 2015 por el sello independiente madrileño Libros del KO, y le había dado tiempo de convertirse en un pequeño fenómeno antes de ser secuestrada por la justicia en marzo de 2018 debido a una demanda presentada por el exalcalde de O Grove José Alfredo Bea Gondar. La saga, que cuenta con una única temporada, jugaba en el límite entre no ficción y ficción, a la manera del Narcos producido por Netflix, pero con acento gallego.
Si la producción tenía un referente internacional claro en los crímenes del cartel de Cali, tampoco transgredía ciertos límites de la ficción española. Los capítulos seguían rondando los 60 minutos (la duración, por ejemplo, de Médico de familia) y estaba protagonizada por un casting que alternaba actores revelación o menos conocidos fuera de la televisión gallega, como Javier Rey (protagonista absoluto dando vida a Sito Miñanco) o Isabel Naveira (Pilar Charlín), con intérpretes mucho más populares, como Tristán Ulloa (el sargento Darío Castro) o Tamar Novas (Roque).
El logro de Fariña ha consistido en desafiar las convenciones de la televisión en abierto con su factura, un thriller castizothriller que bordeaba el costumbrismo —ahí está el uso de la banda sonora, compuesta por grupos gallegos de la época— sin perder por ello el tono oscuro, y que sabía también utilizar las referencias históricas oportunas, como el paso del contrabando de tabaco al tráfico de drogas, la entrada en el espacio público de las madres contra la droga o el macroproceso judicial iniciado por el juez Garzón. Y todo eso, en la televisión en abierto, que parecía estar condenada al estilo de las series pensadas para el gran público.
La peste: una superproducción en la televisión española
La peculiaridad de La peste en el panorama de la ficción televisiva nacional está clara. No es solo porque suponga la entrada de un gran nombre del cine en la televisión, a imagen de la tendencia estadounidense. Es que los números superan con mucho cualquier otro proyecto televisivo rodado en este país: un director, Alberto Rodríguez, consagrado en el cine, un presupuesto de 10 millones de euros, un equipo de 450 personas, más de 2.100 figurantes, 18 semanas de rodaje y 130 localizaciones para recrear la Sevilla de finales del siglo XVI. La inversión de Movistar+ en este proyecto es tan poco frecuente que incluso resulta algo desproporcionada. Porque estos números se corresponden solo a la primera temporada, que cuenta son 6 capítulos de 50 minutos. Y, en este caso, la duración de los episodios sí supone una novedad en una industria que ha sido muy criticada por alargarlos sin motivo para adecuarse a un prime time mucho más noctámbulo que el de otros países.
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Si ambas cosas son posibles es, claro, debido a que su producción corre a cargo de una televisión por cable. Son las cadenas de pago estadounidenses como HBO o AMC quienes han tirado del carro de la Edad de Oro de las series en los últimos años. Y Movistar+ se ha propuesto destacar en España por sus series propias, como Arde Madrid (creada por Paco León y Anna R. Costa), Félix (Cesc Gay), Mira lo que has hecho (Berto Romero) o El día de mañana (Mariano Barroso), esta última quizás de las mejores de la temporada. Pero la apuesta de La peste va más allá. En su equipo hay 17 premios Goya, como los que lucen el compositor Julio de la Rosa o el director de Fotografía Pau Esteve Birba. Y la propuesta narrativa y estética está muy cerca de lo cinematográfico: La peste es un thriller de época con implicaciones económicas y políticas cuya investigación detectivesca no arranca, sin embargo, hasta la mitad.
Las declaraciones que daban los responsables de la serie a este periódico eran significativas de lo inusual del proyecto: "Hubo varios momentos en que creímos que esto no iba a salir adelante", confesaba Rodríguez. Su cocreador Rafael Cobos respondía: "Pero Movistar+ siguió apostando, como en una partida de póquer".