Festival de Cannes
Brillante despegue de la competición con ‘Mr. Turner’ y ‘Timbuktu’
El fracaso, el miércoles, fuera de concurso, de la película inaugural de Cannes 2014, Grace of Monaco, ha dado paso –¡loado sea dios!– a una primera sólida y convincente jornada competitiva del certamen francés, este jueves, con dos veteranos de la Croisette, el británico Mike Leigh, con su biografía pictórica Mr. Turner, y el mauritano apadrinado por Francia Abderrahmane Sissako, con Timbuktu, dos films de base real que han emocionado y merecido aplausos en idénticas proporciones.
Ya es la quinta vez que Mike Leigh, ganador con Secretos y mentiras y en algún momento confeso enemigo de todo lo que sonara a guión escrito, trae su cine a Cannes, y –con todas las reservas que dan las fechas– no sería raro verlo de nuevo en el palmarés del día 24.
Mr. Turner es una biopic centrada en las dos últimas décadas de vida del pintor británico J. M. W. Turner, brillante paisajista, cuyo aspecto físico poco agraciado contrastaba poderosamente con la belleza de sus obras, hoy en los mejores museos del mundo. Considerado excéntrico en su época por algunos, el artista, al que da vida un actor frecuente en la obra de Leigh, Timothy Spall, es tratado por el realizador con una sutil mezcla de drama y comedia, que nos ayuda a descifrar la personalidad caleidoscópica del autor de algunos de los más hermosos paisajes del siglo XIX.
El feismo con el que a veces ha tratado sus historias el autor de El secreto de Vera Drake o Grandes ambiciones en Mr.Turner se vuelve cuidado por el detalle y la estética, en un afán de reproducir con sus planos, en lujoso scope digital, la belleza de las obras del pintor.
Siempre hemos pensado que la biopic es uno de los géneros más difíciles de llevar a la pantalla, y la víspera lo veíamos con la decepcionante Grace of Monaco, pero Mike Leigh, que ya salió airoso de la experiencia de Topsy-Turvy, ha conseguido con su opción a la Palma de Oro una cinta para el disfrute de los sentidos, la emoción y la sonrisa.
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La ciudad de Tombuctú, en Mali, fue hace pocos años ocupada por fuerzas yihadistas islámicas llegadas del norte, que arrasaron con símbolos históricos y culturales, impusieron la rígida sharia o ley islámica y reprimieron a su antojo a la población civil, prohibiéndoles la música o la práctica del fútbol, cerca de un año, hasta que la exmetropoli francesa envió a sus tropas a reconquistar la ciudad. Entre las víctimas a su pesar del rigor religioso están Kidane y su familia, los protagonistas de esta historia de Sissako asegura se basa en hechos reales.
Ha contado el autor de Bamako, que sintió la necesidad de hacer una película sobre el tema tras conocer el caso de una pareja que por vivir juntos sin estar casados fueron lapidados por los integristas, un suceso que –como dijo con emoción y lágrimas el cineasta africano– no mereció una sola línea en la prensa, "la misma que dedica medias páginas a la aparición de un nuevo modelo de teléfono inteligente".
En Timbuktu, Abderrahmane Sissako sazona su argumento principal con absurdas situaciones cotidianas de la represión de los yihadistas no sobre cristianos u occidentales, sino sobre el pueblo maliense, musulmán como ellos, que contempla con incredulidad la cruel radicalidad de los "iluminados". Es precisamente la credibilidad de esos detalles, de su elenco, del inquebrantable espíritu humano en momentos de sometimiento, lo que golpea al espectador de esta coproducción franco-mauritana, un grito contra la intransigencia, y –como ha subrayado su director– un homenaje a la resistencia de los que –ocultos– siguieron cantando, y de los que –sin balón– no dejaron de jugar al fútbol.