Cultura

La fama y la lana

La fama y la lana

Días antes había recibido el libro, Olvidé decirte quiero, por lo que su mención en las redes sociales no me sorprendió. Hasta que vi algo que sí llamó mi atención:

La aludida lo explica: "Tuve que echar mano de Matías Prats y hacerlo con complicidad. Le agradezco el gesto, obviamente, porque al ser rostros conocidos pues es cierto que tenemos ahí ciertas prioridades. Pero pusimos un poco de sentido del humor para que fuese más una complicidad entre los dos. De hecho me entrevistó él a mí, le dimos un poco la vuelta a una sección que yo tengo en la que entrevisto a personajes… Pero lo vivo con cierto pudor, aunque no te lo creas".

Desde ya algún tiempo, las estanterías se nos han llenado de libros firmados por periodistas metidas a novelistas, echen cuentas, son bastantes: la propia Carrillo, Sandra Barneda, Sonsoles Ónega, Mara Torres, Marta Fernández… casi todas jóvenes y televisivas.

Llaman la atención más que otras por su condición catódica, pero sería injusto decir que son las únicas, puesto que antes que ellas, lanzaron novelas Isabel San Sebastián o Pilar Eyre, hasta Curri Valenzuela escribió una, sin olvidar a otras a las que ahora difícilmente relacionamos con el periodismo (entendido como algo diferente del columnismo), por ejemplo, Rosa Montero o Maruja Torres.

Tampoco sería razonable olvidar que también ellos escriben ficción: David Cantero, David Tejera, Oriol Nolis, Jorge Javier Vázquez, Máxim Huerta… y que antes hubo otros.

Todos son "novedistas" y "periolistas", pensé. Y como todo había empezado con una mujer, me centré en ellas, me puse en contacto con Mónica Carrillo, Sonsoles Ónega, Isabel San Sebastián y Pilar Eyre para saber, de entrada, si entienden que se sospeche que si les han publicado sus libros ha sido por ser ellas quienes son.

La mera insinuación solivianta a Eyre. "Después de 40 años de profesión y 20 libros, no me siento aludida en esta pregunta".

Ónega responde a una pregunta con otra salpimentada de risas. "¿Cómo dices? En mi caso siempre fue a la inversa. A las puertas de las editoriales he llamado yo cada vez que he terminado una novela. De hecho, colecciono cartas de rechazo de textos que 'no encajan en nuestra actual colección'. Las comillas son procedentes porque todas dicen lo mismo. Y así… una y otra vez".

San Sebastián y Carrillo saben que algo de eso hay…

—Entiendo que haya alguien que se pueda molestar —dice Mónica.

—Claro que ayuda. Sería absurdo negarlo —consiente Isabel.

—Despertamos la curiosidad del lector por ser rostros conocidos, y por eso podemos tener de entrada una aceptación mejor entre los lectores —acepta Mónica.

—Y claro que las editoriales te confían una obra (y te pagan el correspondiente adelanto) contando con que tu popularidad ayudará a la venta del libro —confirma Isabel.

—Pero luego está claro que es el boca a boca lo que funciona, con lo cual… bueno, yo entiendo cualquier postura siempre que se hable desde el respeto —comprende Mónica.

—Pero eso funciona una vez, dos a lo sumo. Si lo que escribes es una castaña, el tercero no lo compra nadie —recuerda Isabel.

—Los prejuicios nunca me han gustado, ni las etiquetas, ni en esto ni en nada. Yo creo que, como en cualquier profesión, es una carrera de fondo y al final tienen que ser nuestras obras las que nos avalen —sentencia Mónica.

—Esto es una carrera de fondo —coincide Isabel.

De nada les servirá la fama si no cardan la lana.

Contar no es lo mismo que contar

En eso andaba, dándole vueltas, y no crean que por falta de otra ocupación. Periodistas metidas a novelistas. Y entonces recordé una frase de González Ruano: “Cuando escriben de mí eso de escritor y periodista es como si dijeran médico y practicante”. Y pensé que era un cabo tan bueno como cualquier otro para tirar del hilo.

"Me parece una bobada, la verdad." Es Isabel San Sebastián quien con esa rotundidad se expresa. Pilar Eyre se muestra mas comedida. "Es el gran misterio, al menos para mí… ¿Por qué hay muy buenos escritores que son malos periodistas, y grandes periodistas que son malos escritores? Tenemos varios ejemplos en nuestro país que no voy a nombrar porque es bastante fácil averiguar donde vivo". Lástima de sinceridad truncada.

"La literatura y el periodismo son absolutamente complementarios —vuelve San Sebastián—. Periodistas y novelistas contamos historias. La diferencia es que unas son ciertas y otras no. Pero tenemos la obligación de contarlas bien, con rigor y apuntando al corazón de los lectores. Porque a través de la emoción siempre se llega más lejos y se deja una huella más honda".

Sonsoles Ónega pasó de plumilla a pluma cuando, en 2004, ganó el III Premio Letras de novela corta con su primera obra, Calle Habana, esquina Obispo. Se me ocurre que quizá llegó a la ficción porque el mundo real se le había quedado pequeño. Error.

"¡No! ¡La realidad es inagotable! Siempre he escrito. Me recuerdo haciéndolo desde muy pequeña y, cuando perdí la inocencia, cometí la imprudencia de intentarlo con textos largos. Y en esas sigo… Creí que con la primera novela podría vivir de las letras (¡No vale reírse!). Después pensé en darle margen a la segunda. Y como no hay dos sin tres, volví a intentarlo. Voy por la cuarta, camino del quinto parto, tratando de averiguar qué nos imanta a la literatura".

Quizá la necesidad de escapar. "Necesitaba oxigenarme con otras historias —afirma Mónica Carrilllo—, y eso la ficción me lo ha permitido, el alejarme totalmente de la actualidad, de las noticias, dejar volar la imaginación y que el único límite sea ése, ha sido muy liberador." Como ella, San Sebastián elige la ficción para huir de la realidad política, cada vez más gris, precisamente a través de la imaginación, que por definición se presenta en tecnicolor.

Pero entiendo que la tentación está ahí, que a veces entran ganas de colorear la realidad… Hablamos, es uno de los sintagmas de moda, de líneas rojas. "Distingo, por supuesto —asegura Isabel—. Yo aprendí en la antigua escuela, la que decía que las noticias se contrastan y la información se distingue de la opinión. Tuve buenos maestros".

Y sin embargo… "Estos días estoy corrigiendo mi próxima novela y me debato entre servir fielmente al rigor histórico de la época en la que sucede la historia o fabular con algunos hechos que pudieron o no suceder de la manera que reclama el texto —confiesa Sonsoles—. Creo que podré concluir que todo es compatible. Si hay algo estimulante en la creación literaria es eso: la posibilidad de retorcer a tu antojo situaciones y escenas. Hacer que alguien sienta de la manera que tú consideras que debe sentir o que debe hablar o que debe actuar. El periodismo es todo lo contrario. Creemos que un partido debe pactar con otro, seríamos capaces de construir una teoría en torno a nuestra idea… pero al final contaremos sólo lo que ocurra, no lo que queremos que ocurra".

Las mujeres leen más

Para terminar, puesto que a pesar de la evidencia (ya comentada) de que también hay "periodistos novelistos", aquí se trata de mujeres, les pregunto por las razones que llevan a tantas a lanzarse al ruedo, si lo perciben como un fenómeno aunque sea pequeño, si lo han comentado entre ellas…

"Pues la verdad es que no se me había ocurrido, ni pensarlo ni compartirlo".

(Nota mental: Decididamente, con Eyre no tengo suerte. Espero que mis otras tres interlocutoras se muestran más comprensivas)

"No lo he hablado, no, y tampoco tengo explicación para el fenómeno." ¡Albricias! San Sebastián alberga un pálpito: "Tal vez tenga relación con el hecho de que las mujeres en España leen bastante más ficción que los hombres y las escritoras conectamos mejor con ellas que los escritores. Es posible que sea cuestión de sensibilidad... No lo sé. Y si te soy sincera, tampoco me importa mucho. A mí me gusta la literatura buena, entretenida, interesante, al margen del sexo del autor. Y con mis libros pretendo entretener, emocionar y de paso enseñar algo a quienes me lean (todas mis novelas tienen un gran componente histórico). El hecho de ser mujer me parece irrelevante".

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Tampoco Sonsoles tiene una explicación definitiva, sólo sospechas. "Supongo que somos contadoras de historias natas. En cualquier caso, las mujeres somos más, fuimos antes (risas) y, lo que es más importante, leemos más. Con el genio literario de las mujeres no se ha hecho justicia histórica".

Carrillo, con la que empezó todo, quiere pensar que todo se debe a que "somos valientes y nos atrevemos. Pero eso no significa que ellos no lo sean. Hago una lectura positiva, porque sí que hay un cierto gesto de valentía, de salir de nuestra zona, de la labor por la que se nos reconoce, y entrar en el ámbito de la ficción, a lo que supone la literatura, que son palabras mayores, siempre es un riesgo. No me atrevo a hablar en nombre nadie más, ni de mujer ni de hombre, pero en mi caso me gusta reconocerme valiente por el hecho de haber sido capaz de dar el salto".

Salto con red, la que teje la fama para salvarte o atraparte, pero salto al fin y al cabo.

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