Fotografía

Miradas femeninas por la dignidad

Miradas femeninas por la dignidad

Nada más entrar en la sala, el espectador se siente observado. Varias mujeres retratadas en fotografías miran al visitante, como si vigilaran sus pasos. Está una joven africana, de ojos muy negros y pelo en trenzas; también una mujer balcánica, con un pañuelo violeta envolviendo su rostro sereno; o una señora de Haití, con las arrugas surcando su cara y el gesto desafiante. “Me gusta que miren a la cámara”, dice el autor de esas imágenes, el fotógrafo Francisco Magallón, mientras acompaña a infoLibre por la exposición Mujer: todos somos una que ha organizado ACNUR en el Museo Nacional de Antropología de Madrid y que estará abierta hasta el 19 de enero.

La exposición está compuesta por 36 retratos de mujeres que Magallón, quien trabaja como cámara de TVE, ha ido tomando por todos los rincones del mundo. “Todas tienen en común que han sufrido la violencia por el hecho de ser mujeres”, explica el fotógrafo. “Les une el papel secundario e invisible dentro de la sociedad androcéntrica, pese a que son sus pilares fundamentales: mueven la economía y sujetan la familia. Sin ellas no hay vida”. Sin embargo, las mujeres sufren en muchos países la persecución y la violencia machista y ACNUR, que lucha por la protección como refugiados para estas personas, pone cifras a esta situación de vulnerabilidad: de los más de 45 millones de refugiados y desplazados que hay en el mundo, el 80% son mujeres y niños.

Las fotografías de la exposición muestran a mujeres que han sido víctimas de la violencia en todas sus formas: explotación sexual y laboral, abusos, discriminación, mutilación, maltrato y cualquier otro tipo de violencia machista. “No quería hacer alardes estéticos ni fotos bonitas”, aclara Magallón, “pero sí pretendía devolver la dignidad a estas mujeres y actuar como un altavoz para sus problemas”.

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Cada mujer es una mirada y cada mirada, una historia. La joven budista de Myanmar sonríe con dulzura, de medio lado, casi escondiéndose. Una de edad similar, esta vez de Afganistán, se tapa con las manos boca y cara dejando sólo los ojos al descubierto. Otras de su mismo país aparecen sin rostro, cubiertas completamente por el burka. La mirada de una indígena de Ecuador, con un pañuelo magenta sobre los hombros, parece cálida y amable, mientras una señora de Mauritania, nómada y vestida completamente de negro, observa con recelo al fotógrafo y al espectador.

En muchos casos, las imágenes de Magallón encierran historias terribles. Es el caso por ejemplo de una mujer de Bangladesh a la que unos familiares le arrojaron ácido en la cara como venganza. Aunque pudo recibir cirugía, los dolores son “para siempre”, explica Magallón. En la imagen aparece junto a su marido, que siempre la apoyó, y sus hijos, uno de los cuales también quedó marcado por el ácido. Justo a la entrada de la sala está la fotografía de Mindi, una mujer de Guatemala que aparece con el rostro desfigurado. Su marido, que la engañaba con otra mujer, intentó asesinarla en un río, pero ella sobrevivió milagrosamente. Magallón subraya la altísima tasa de feminicidios y la elevada impunidad que existe en Centroamérica: poco tiempo después de que conociera a Mindi, ésta fue secuestrada y asesinada.

La exposición pretende concienciar al público sobre todo el trabajo que aún queda por hacer hacia la igualdad y Magallón opina que los rostros y las miradas de las mujeres pueden ayudar a esa reflexión. “Las miradas son el reflejo de la vida”, dice, “y lo que quiero es que el espectador mire las fotografías y que las fotografías miren al espectador”. Como él mismo hace, acercándose muchísimo, tanto que casi toca las imágenes, buscando algo sorprendente en las pupilas de las mujeres retratadas: el reflejo diminuto y casi invisible del propio fotógrafo justo en el momento de hacer clic.

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