Nixon y Mao, poderosos pero vulnerables, por primera vez en el Teatro Real: "Tenían una coraza descomunal"
La visita de Richard Nixon a China fue el acontecimiento televisivo con más audiencia desde la llegada del hombre a la luna tres años antes. Todo un espectáculo que, del 21 al 28 de febrero de 1972, suponía el inesperado deshielo de las relaciones entre Estados Unidas y la República Popular China después de casi tres décadas de alejamiento absoluto, protagonizado, curiosamente, por un presidente estadounidense famoso por sus posturas anticomunistas. Dos bloques antagónicos, que retomaban así el contacto en el marco del ceremonial maoísta, en plena guerra fría.
Medio siglo después, las dos mayores potencias económicas, de posturas históricamente enfrentadas, continúan pugnando por la preponderancia mundial en un contexto geopolítico y económico condicionado por la invasión rusa de Ucrania aunque, desde aquella primera visita de Nixon, todos los siguientes mandatarios norteamericanos, con la excepción de Jimmy Carter, han visitado al gigante asiático. Tal es la relevancia histórica de aquel paso decisivo en la normalización de las relaciones diplomáticas –y pronto económicas y comerciales– entre la República Popular China y Occidente.
Nixon y Mao Zedong. El presidente de Estados Unidos y representante del capitalismo desciende las escaleras del Air Force One en Pekín para encontrarse con el fundador y máximo dirigente del Partido Comunista de China -así como con el primer ministro Zhou Enlai, con quien tuvo más trato durante aquellos días-. Personajes todos ellos esenciales de la historia del siglo XX, que llegan por vez primera al escenario del Teatro Real en Nixon en China, ópera con música de John Adams y libreto de Alice Goodman que goza del favor del público internacional desde su estreno en Houston en 1987, que se presenta mucho en todo Estados Unidos desde entonces pero que ahora llega por primera vez a España en siete funciones entre el 17 de abril y el 2 de mayo.
"Es una ópera muy de actualidad, aunque una de las cosas que pasaron cuando se estrenó fue que todo el mundo esperaba que fuera una obra política que defendiera sus puntos de vista. Pero la verdad es que no es una obra política, ni reivindica, ni critica a nadie", destaca a infoLibre el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch, quien recuerda que en su momento las críticas más violentas que recibió fueron "formuladas en función del tablero político de la época".
Así las cosas, el Partido Demócrata en aquel momento lamentó el "barniz así como novelesco que se le daba a un presidente republicano como Nixon, que ya entonces había sido condenado por la Historia por la cantidad de mentiras que había dicho durante el escándalo del Watergate", rememora Matabosch. "Y los medios conservadores, en cambio, a lo que se opusieron fue a esta especie de dimensión poética y como filosófica que tiene el personaje de Mao, pues sus crímenes eran ya conocidos desde hacía décadas", apostilla.
Más allá de estas posturas encontradas ante el montaje, el director artístico afirma que "el tiempo ha dado la razón" a los autores, "en particular a la libretista", que escribió un libreto auténticamente "maravilloso" en el que las réplicas de los personajes están muchas de ellas extraídas de archivos, de actas del viaje oficial, de discursos, de poemas de Mao, de la "retórica calibrada y ponderada del primer ministro chino o de recuerdos personales y declaraciones de Nixon".
Eso sí, aclara en este punto Matabosch que la obra "no quiere ser un alegato político", sino que va más allá: "Se toma realmente muy en serio los personajes y por eso termina siendo una reflexión sobre el poder y la vulnerabilidad de personajes que tienen tanto poder que han sido cruciales en la construcción del destino colectivo de los pueblos, con una influencia capital en la Historia. Es por ello que no se juzga realmente una ideología, ni un sistema político, sino que vemos que detrás hay seres humanos que tienen una coraza descomunal, porque probablemente no podían hacer otra cosa, pero que son vulnerables, inseguros, y no están en absoluto tan convencidos de las decisiones que han tomado y que han condicionado el futuro de la humanidad".
Un título como Nixon in China aplicado a una ópera solo podía ser visto en 1987 como una solemne gamberrada o como un atrevido gesto de militante posmodernidad. Sin embargo, la estructura gramatical de este montaje, con innumerables antecedentes en la tradición seria –Achille in Sciro– y bufa –Il turco in Italia–, nos advierte ya de que estamos ante una ópera con sólidas raíces en la historia de este género. Esto es: con sus arias, sus conjuntos, sus concertantes, sus coros e incluso sus ballets. Lejos de caer en el olvido, Nixon in China se ha venido representando ininterrumpidamente hasta nuestros días desde su estreno, interpretada por leyendas del arte lírico como June Anderson o Sumi Jo.
Con un escenario inspirado en el ballet maoísta El destacamento femenino rojo, el libreto de Alice Goodman recrea el histórico encuentro del mandatario estadounidense con el Gran Timonel en febrero de 1972. Haciendo uso de un importante material iconográfico procedente de los archivos de la Fundación Richard Nixon y el Museo Richard Nixon, la producción de John Fulljames sumerge al público en esta original reflexión sobre el choque cultural, el ejercicio –y la soledad– del poder y sus derivas autoritarias.
"Este es un ejemplo de una ópera que se compuso con mucha intuición cuando se hizo, pero que el tiempo ha acabado dándole todavía más grosor. Y, sobre todo, me parece que gana todavía más con la dramaturgia de John Fulljames, porque lo que hace aquí el director de escena, muy a favor de la obra, es buscar la manera de ver la obra a través del material de archivo que ha documentado este encuentro histórico y que tiene mucho que ver con la obsesión del momento por que esto fuera un acto mediático brutal", señala Matabosch.
Ópera en tres actos
La recreación de aquella trascendental visita se produce en Nixon en China en tres actos muy diferenciados, partiendo de un primero que es "prácticamente el evento visto desde la televisión, con los grandes momentos como la llegada del Air Force One o la entrevista de Nixon con Mao con las alusiones a Vietnam y a Taiwan". En el segundo acto hay un cambio importante de perspectiva, pues se propone que veamos los acontecimientos a través de la perspectiva de la primera dama estadounidense, Pat Nixon. Por últimon el tercero es un cambio ya total de perspectiva en el que "caen totalmente las barreras, vemos personajes vulnerables, humanos, agotados, que tienen dudas sobre muchas de las decisiones que han tomado y los caminos que han escogido".
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"Se coge un tema muy concreto y acaba siendo una reflexión mucho más abstracta sobre el poder", resume el director artístico, quien destaca que hay también momentos muy "anecdóticos y divertidos", como por ejemplo el final del segundo acto, con esa "aria de coloratura enloquecida de la mujer de Mao, I am the wife of Mao Tse-tung, que es una "cita prácticamente explícita de La arena de la noche en La flauta mágica".
Precisamente el papel de las mujeres de los líderes políticos, siempre en un segundo plano más o menos oculto, le da más profundidad a esta obra, Tanto es así que el segundo acto se ve a través de los ojos de Pat Nixon, de quien vamos a ir descubriendo que "en el fondo detesta la política", a pesar de lo cual es capaz de hacer todo lo que se espera de ella con gran profesionalidad. En el extremo opuesto, la mencionada Madame Mao, "colérica e intransigente" hasta el punto de lograr que "toda China la detestase de la forma más brutal" por su papel en la Revolución Cultural.
En la partitura, de reconocible atmósfera estadounidense, se articulan arias, dúos, concertantes, coro y ballet, emulando la tradición operística decimonónica, pero con una escritura orquestal y un universo sonoro muy libre, al servicio de la dramaturgia. En la dirección musical de la ópera se alternarán, al frente del Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real, la coreana Olivia Lee-Gunderman y el griego Kornilios Michailidis. Actuarán junto a un reparto coral en el que destacan Leigh Melrose, Sarah Tynan, Jacques Imbrailo, Alfred Kim, Audrey Luna y Borja Quiza.