Ensayo
Los Oz y el secreto de la supervivencia judía
“En principio era el verbo, y el verbo estaba con dios, y el verbo era dios”. Lo dijo el cristiano Juan en su Evangelio, y lo comparten dos eminentes judíos que, en cambio, ven en dios no al todopoderoso, sino a la arquitectura de la vida y, con ella, la de su cultura: el novelista y periodista israelí Amos Oz y su hija, la historiadora Fania Oz-Salzberger. Entre ambos han firmado el ensayo Los judíos y las palabras (Siruela) que, según explicó ella, de visita en Madrid, no quiere quedarse en una simple conversación entre generaciones, sino que representa un diálogo profundo y constructivo “entre escritor e historiadora y, sobre todo, entre un hombre y una mujer”.
La distinción entre géneros, aseguró la autora (Kibutz de Hulda, 1960), no es cuestión baladí como parte de la tesis que plantean, que viene a decir que la clave de la supervivencia de la cultura judía radica, más que nada, en la transmisión del conocimiento de mayores a pequeños a través de los escritos, creando así un vínculo que, en su opinión, prevalece sobre los lazos de sangre o étnicos. “Como (Amos Oz y yo) somos laicos y no creemos en dios, pensamos que hay dos motores que explican la supervivencia de la tradición judía durante tres milenios: los niños y los libros”, abundó. “A los niños judíos, y muchas veces a las niñas, se les enseña a leer y escribir, pero también se les hacen preguntas muy difíciles, no como en el catequismo. A los niños judíos se les pide pensar de manera diferente”.
Esa inclusión de las mujeres en la tradición cultural –no tan corriente en términos generales- ha dado lugar, dijo Oz-Salzberger, a que la voz femenina, aunque con altibajos históricos, se haya podido escuchar con contundencia en las diferentes etapas de la evolución del judaísmo. “Como los hombres, ellas tienen la responsabilidad de pasar la tradición a la siguiente generación”, señaló, para añadir que “la cultura judía es la única que ha mantenido a los niños más listos en casa, a diferencia de otras también cultas como la china, la egipcia, la griega o la romana, que los mandaban fuera: al consejo de sabios, a la iglesia, al Senado…”.
Que indaguen en las raíces de su tradición cultural, no significa que los Oz quieran quedarse recluidos en ese espacio. Al contrario, a través del judaísmo, pretenden dar lugar a un debate de calado universal. Recuerda en ese sentido la historiadora cómo de pequeña leía textos de Borges o de Cervantes en su traducción al hebreo. “Al leer los libros, los rescribimos”, sentenció, “y ese es el secreto de la continuidad judía: todas las generaciones leen los libros, los reintepretan y los discuten, y así una y otra vez. En la cultura judía es importante discutir con los otros: con los maestros, con el rabino, con dios. De hecho, es incluso bueno hacer chistes sobre ellos, algo que no ocurre en las otras religiones monoteístas”.
De ahí que el más preciado tesoro de un judío sean los libros, descansando siempre sobre la mesa de la casa familiar para ser abordados por todo aquel que sienta curiosidad por ellos. Pero, de todas las palabras de todos los libros, ¿cuál es la principal y verdadera? “La Biblia lo es casi todo”, respondió la autora. “En hebreo es una obra magnífica, que abarca todos los temas: desde el derecho, a la historia, la filosofía, la poesía… También está el Talmud, pero hay una parte que yo odio: es chovinista, miserable, mezquina”.
Para expresar las palabras, existe todo un Babel de lenguas, que en la cultura judía se han concretado en el hebreo, el arameo, el árabe, el español, el francés, el polaco, el alemán, el ruso, el inglés… También el yiddish o el ladino, aunque estas ya solo existen -precisamente- en los libros. También existen diferentes etapas de la cultura judía, en las que, apuntó Oz-Salzberger, la actual era sionista surgida a raíz de la creación del Estado de Israel supone "la mayor revolución" de todas, desde la destrucción del Primer y el Segundo templo hasta Babilonia o el Sefarad.
"Nosotros somos sionistas humanistas: pensamos que los judíos sí tienen derecho a esa tierra, pero los palestinos también", ilustró, para explicar el tono en el que se desarrolla el libro, que evita en todo momento abundar en los estereotipos sobre los judíos para aportar así una visión más penetrante sobre aquella cultura. "Como israelí y como kibutzi (nacida y criada en un kibutz) he querido crear un espacio y una voz: ahora Israel florece en todas las artes, y en mi ánimo está ofrecer esto al mundo para que se genere un intercambio de ideas: ese es mi Tel Aviv y ese es mi Israel".