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La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

AlexisTsipras entra en el hemiciclo europeo exhibiendo sonrisa, recibido por los aplausos de varios adeptos. Y ahí está Pablo Iglesias, que le saluda con un golpe en el hombro. Sin responderle, el primer ministro griego pasa de largo y sigue dando manos. y besos. Más aplausos, carteles del victorioso no en el referéndum. Pero también abucheos. Tsipras toma asiento. Mucha expectación. Y cara de circunstancia del presidente del Europarlamento, Martin Schultz. Mientras siguen los saludos. Llega el aviso. Es el momento. Empieza el espectáculo. Y tras alguna intervención, como la de un cariacontecido presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, llega la hora de Tsipras. Toma la palabra, entre los aplausos de sus partidarios. Con un Iglesias puesto en pie, muchos caras gélidas y el silencio en las bancadas de sus críticos. Y llegan los rapapolvos. Y el gesto de Tsipras comienza a ensombrecerse. Intentando mantener el tipo ante este ruedo de variopintos oradores. Con saludos y discursos para todos los gustos. El británico Nigel Farage le espeta que si tiene valentía saque a Grecia del euro. Marine Le Pen dispara contra todos. Un eurodiputado polaco dice que venga un general para sacar a Grecia del torbellino, porque hay que destruir a la Unión Europea. Otro viste una camiseta contra el euro. O un alemán de los Verdes que se pone, literalmente, rojo de indignación pidiéndole respuestas concretas a Grecia. Y a Tsipras la sonrisa ya hace tiempo que se le ha congelado.

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