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La rabia en las zonas devastadas y una gran riada de solidaridad sustituyen a la bronca política

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El Covid-19 le hace un test a la cohesión europea

Angela Merkel, durante una de sus comparecencias para explicar las medidas contra el Covid-19.

Ludovic Lamant (Mediapart)

En apenas unos días han caído uno a uno los totems de la ortodoxia presupuestaria europea: suspensión del pacto de estabilidad y crecimiento (que fija la regla del 3% del déficit público), programa de recompra de deudas públicas y privadas de hasta 750.000 millones de euros por el BCE, plan de reactivación masivo en Alemania, normalmente emporio del ordoliberalismo...

Pero queda al menos uno que los países del norte de Europa, encabezados por Alemania y Países Bajos, parecen decididos a preservar, a pesar de la magnitud de la crisis: la implantación de la posibilidad de una deuda común, a escala de la Unión, para ayudar a los países más afectados por la epidemia. Es lo que algunos han llamado, siguiendo al jefe de Gobierno italiano Giuseppe Conte, los coronabonos. Una forma de resucitar los eurobonos o euro-obligaciones, viejo tema recurrente bruselense, que fue muy discutido cuando la crisis de las deudas soberanas de 2008, para al final ser excluido.

La cumbre de dirigentes europeos que tuvo lugar por videoconferencia este jueves, en un ambiente de tensión, ha reactivado el enfrentamiento (leer aquí el comunicado final). Pero los 27 sólo han podido constatar su desacuerdo sobre un tema sensible: a falta de algo mejor se han dado algo de tiempo y pedido al Eurogrupo –ministros de finanzas de la zona euro– que les presenten propuestas “en dos semanas”. Esto les ha permitido al menos salvar las apariencias y llegar a un acuerdo con una declaración final sobre la parte económica especialmente imprecisa.

Desde el miércoles, nueve Estados, entre los que se encuentran Francia, Italia, España, Portugal e Irlanda, venían defendiendo la idea del endeudamiento común en una carta enviada a Charles Michel, el liberal belga que preside los Consejos Europeos.

“En este momento hemos puesto en marcha cortafuegos económicos y concedido más flexibilidad a los Estados para que puedan actuar a nivel nacional (…) Hay que hablar ahora de la solidaridad que queremos demostrar durante la crisis, a la salida de la crisis y después”, explicaban en el Elíseo antes de la cumbre. En Francia, esta opción táctica de eludir el tandem franco-alemán antes de una cumbre es casi inédita desde que Macron fue elegido en 2017.

“Si no somos capaces de aparcar los tabús, no estaremos a la altura. Es una cuestión de supervivencia del proyecto europeo y la canciller (Merkel) lo ha captado”, dramatizan en el entorno del presidente francés. En el Handelsblatt de este martes, el ministro de economía alemán, Peter Altmaier (CDU, derecha) calificó las conversaciones sobre los “eurobonos” como un “debate fantasma”. “Hago un llamamiento a la prudencia cuando me doy cuenta de que los conceptos presentados como supuestamente nuevos e ingeniosos son en realidad ideas zombies, descartadas ya hace mucho tiempo”, dijo. Respuesta por el lado francés, donde están intentando limar asperezas para no apuntar a Berlín: “El eslógan es menos importante que el contenido. Necesitaremos un instrumento de solidaridad aumentado”.

La reunión de ministros de finanzas de la zona euro del martes había dado ya una idea de la magnitud de los desacuerdos. En particular sobre el uso que podría hacerse del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MES), el fondo de 400.000 millones de euros creado cuando la crisis de 2008: ¿Tendrán acceso a él el conjunto de los Estados o se trata de señalar  a algunos como frágiles con el riesgo de ser estigmatizados por los mercados? ¿Y en qué condiciones podría ser liberada esta nueva línea de crédito, una Covid-line credit?

Sea como sea, el dinero prestado en el marco del MES deberá ser devuelto por el Estado miembro beneficiario, al contrario que en una mutualización de la deuda, que permitiría recurrir a la solidaridad en el continente. El comunicado final del Consejo del jueves por la tarde ni siquiera menciona la opción de recurrir al MES, debido a la oposición del italiano Giuseppe Conte. Durante la reunión, Conte descartó ese instrumento que, para él, está asociado a la deuda soberana, y reclamó más ambición en la mutualización de la deuda.

No ha sido ninguna sorpresa que algunos países “frugales” quieran endurecer las condiciones de acceso al crédito y advierten del riesgo de abrir demasiado las válvulas ahora que la crisis sanitaria está aún lejos de ser resuelta. La eurodiputada de Place Publique, Aurore Lalucq, nos dice: “El Eurogrupo me ha disgustado. Ni siquiera los muertos permiten hacer cambiar las ideologías o terminar con los egoísmos nacionales. Yo lo encuentro lamentable para el futuro de Europa, e incluso perturbador. Pensaba que la presión ética sería tal que algunos países nórdicos ya no podrían rechazar esta solidaridad”.

La eurodiputada de LFI (Francia Insumisa), Manon Aubry, cree que hay que dar el paso: “Tengo ganas de decirle a Macron: vaya hasta el final del proceso, emitan coronabonos entre tres, Francia, España e Italia. Eso tendrá un impacto positivo para Italia e incluso para los tres países, que serán menos vulnerables a los mercados. Comencemos por algunos”. La eurodiputada precisa que, para ella, las “euro-obligaciones”, que implican el refuerzo de la integración económica en Europa, “pueden ser solo una solución a corto plazo, a la espera de la refundición de la política monetaria europea”.

El 23 de marzo, unos 400 economistas, entre ellos el francés Thomas Piketty, han firmado una carta abierta exhortando a los dirigentes europeos a emitir deuda común. “La crisis del Covid-19 va a materializar, o a hacer explotar, la zona euro”, escriben. El jueves, el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli, defendió la misma idea. Entrando en detalle, hay varias posibilidades sobre la mesa y el debate debería durar al menos tanto como dure el confinamiento.

Las propuestas para emitir deuda común van desde una flexibilización más o menos total de las condiciones de préstamos del MES (una cantidad lo más amplia posible con el cajero abierto a todos los países) a una emisión de deuda común en debida forma que alimentaría al presupuesto de la UE. “El verdadero debate es saber si este mecanismo serviría para prestar a los Estados miembros o serviría para financiar políticas comunes europeas”, precisa el economista Shahin Vallée, ex consejero económico de Herman Van Rompuy en la presidencia del Consejo Europeo, en la actualidad investigador asociado en el think tank alemán DGAP.

Vallée nos pone sobre aviso contra soluciones a la baja, que se contentarían con una reforma del MES: “El BCE permite ya a los Estados de la zona euro pedir préstamos en condiciones excelentes. El riesgo de abrir una Covid-credit line dentro del MES sería hacer lo mismo que el BCE, pero peor, y debilitar, de rebote, el mecanismo implantado por el BCE”. E insiste en que “hay que crear nuevos recursos para el presupuesto europeo. Un impuesto sobre la venta de derechos de contaminación o un impuesto sobre el carbono en las fronteras de la UE añadiría decenas de miles de millones de euros al año. A cambio, nos comprometeríamos a crear deuda común, al mismo nivel, para financiar inversiones en sanidad o medio ambiente en los 27”.

Casualidad del calendario, la pandemia se propaga por el continente semanas después del fracaso de los 27 para ponerse de acuerdo sobre las grandes líneas del presupuesto europeo para el periodo 2021-2027. “Sería surrealista, cuando no incedente, retomar la discusión donde la dejamos en febrero, y pasar noches discutiendo sobre el segundo decimal del presupuesto europeo”, opinaba este miércoles alguien cercano a las negociaciones, convencido de que la crisis permitirá aumentar el techo presupuestario de la UE.

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Traducción de Miguel López.

Texto original en francés:

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