EEUU y Reino Unido temen un golpe de Estado y la invasión de Ucrania, pero Kiev lo ve "improbable"

Ucranianos forman una cadena simbólica a través de un puente en el río Dniéper en Kiev en la celebración de la unificación del país en 1919.

Clara Marchaud (Mediapart)

Kiev (Ucrania) —

Hace semanas que asistimos a un extraño baile diplomático. Los negociadores estadounidenses van de Kiev a Moscú, de Moscú a Bruselas, con la esperanza de rebajar la tensión entre las dos antiguas repúblicas soviéticas.

En el penúltimo acto, este lunes 24, el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken se reunía con los ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea (UE). Desde finales de octubre de 2021, Rusia ha concentrado más de 100.000 soldados y equipos militares en la frontera ucraniana, lo que hace temer una ofensiva. A pesar de sus desmentidos, Moscú apoya ya a los insurgentes prorrusos de Donetsk y Luhansk, contra los que Kiev lucha desde 2014 en el este del país.

Tras un comienzo de año diplomático muy ajetreado y sin resultados reales, algunos observadores temían que Rusia boicoteara la mesa de negociaciones, pero el 21 de enero, Antony Blinken mantenía una reunión de 90 minutos con el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, en Ginebra.

“No puedo decir si estamos en la senda correcta o no. Lo sabremos cuando tengamos una respuesta”, dijo el ministro ruso, asegurando que había recibido promesas de respuesta escritas a las demandas del Kremlin esta semana. Una pequeña apertura si se compara con los debates anteriores. Moscú sigue exigiendo garantías por escrito de que Ucrania nunca entrará en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la alianza militar occidental surgida de la Guerra Fría. El Kremlin también espera una “retirada de fuerzas, equipos y armas extranjeras” de los países que no eran miembros de la OTAN antes de 1997. Esto incluye a Rumanía y Bulgaria, miembros de la UE que se unieron a la alianza en 2004.

La vaguedad de Putin

Para ganar peso en las negociaciones, el presidente ruso, Vladimir Putin, mantiene la incertidumbre sobre las posibilidades de escalada, hablando de una respuesta “militar-técnica”. En caso de escalada, podrían ponerse sobre la mesa muchas opciones: ciberataques, ataques aéreos selectivos, la instalación de misiles nucleares en Crimea, hasta el escenario maximalista de una incursión en el este de Ucrania, o una invasión a gran escala desde los flancos este, sur y norte.

El martes 18 de enero, Rusia y Bielorrusia anunciaron maniobras militares conjuntas “improvisadas” con el objetivo de “repeler una agresión externa”. Una línea roja para algunos expertos militares que prefigura la apertura de un nuevo frente norte. Otros expertos, entre ellos politólogos, creen que es una forma de que Rusia aumente la presión mientras las negociaciones se estancan. 

El lunes, la alianza anunció que los países de la OTAN habían movilizado fuerzas en estado de alerta y enviado barcos y aviones de combate para reforzar su defensa en el este de Europa frente a las actividades militares rusas en las fronteras de Ucrania. “Francia se ha declarado dispuesta a enviar tropas a Rumanía bajo el mando de la OTAN”, decía el texto.

En este contexto, Ucrania espera que sus aliados, especialmente Washington, la incluyan, al menos simbólicamente, en las negociaciones sobre su futuro. Porque el desenlace de la crisis lo deciden ahora las dos potencias mundiales.

En primavera, cuando surgieron las primeras tensiones, y después de la debacle en Afganistán, las autoridades ucranianas temían verse abandonadas por Washington. Sin embargo, ahora están bastante satisfechos con las conversaciones, que incluyen llamadas y visitas regulares de asesores, ministros y jefes de Estado.

“El hecho de que los enviados de Washington y Bruselas repitan regularmente la fórmula ‘nada sobre Ucrania sin Ucrania’ significa que nuestra diplomacia –tanto el presidente como el ministerio de Asuntos Exteriores– se lo recuerda constantemente”, afirma el politólogo ucraniano Volodymyr Fessenko. 

Como señal de que Kiev está ojo avizor, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky llamó al orden a su homólogo estadounidense el 20 de enero. En una larga conferencia de prensa, Joe Biden sugirió que había división entre los miembros de la OTAN sobre cómo responder si Moscú enviaba tropas al otro lado de la frontera ucraniana, lo que llamó una “incursión menor”.

Volodymyr Zelensky publicó un tuit solicitando un desmentido por parte de Washington. “Queremos recordar a las grandes potencias que no hay incursiones menores y pequeñas naciones. Al igual que no hay víctimas menores y poco dolor tras la pérdida de seres queridos”, escribió el excomediante.

Londres exige un lugar

A pesar de estas discrepancias, “este proceso diplomático les conviene a los ucranianos, porque saben que no hay otra solución”, opina Oleksandr Kraiyev, especialista en las relaciones entre Washington y Kiev y analista del think tank Ukrainian Prism.

El presidente ucraniano repitió recientemente que estaba dispuesto a negociar directamente con Vladimir Putin, una promesa de campaña, pero un error según muchos especialistas. “El formato actual es más bien positivo porque el equilibrio de poder en una negociación directa estaría realmente en contra nuestra”, afirma el investigador ucraniano.

Kiev quiere que se apliquen sanciones ya, además de recibir más ayuda militar, incluidas armas antiaéreas. En contraste con las exigencias del Kremlin, Ucrania ya ha recibido más equipamiento y ayuda militar de sus socios occidentales desde principios de año.

El 19 de enero, Washington anunció su intención de enviar helicópteros de transporte militar a Ucrania. Desde 2014, Estados Unidos ha proporcionado el equivalente a 2.400 millones de euros en ayuda militar. El Departamento de Estado de Estados Unidos también ha permitido a los países bálticos enviar armas letales y no letales de fabricación estadounidense, incluidos los misiles antitanque Javelin. Además, los británicos, tras ayudar a Kiev a reconstruir su armada, proporcionaron armas antitanque el 17 de enero.

Las autoridades ucranianas han encontrado un gran aliado en el Reino Unido, enfrentado a Rusia desde la década de 2010. Para olvidar sus reveses políticos internos, Londres lleva meses mostrando un importante activismo diplomático y militar en Ucrania y en el mar Negro, que desembocó en el incidente del HMS Defender.

En un inesperado comunicado, el Foreign Office británico acusó a Moscú de querer colocar a un líder prorruso al frente del gobierno de Kiev, el exdiputado Yevhen Murayev, de 45 años, sin aportar pruebas. El interesado, Viktor Medvedchuk, un magnate de los medios de comunicación cuyos canales han crecido desde el cierre de las televisiones del líder prorruso, lo niega. En 2019, con menos del 5% de los votos, no fue reelegido como diputado. 

Por su parte, en Twitter, Rusia pidió a Londres que “dejase de difundir tonterías”. Muchos observadores sospechan que el Gobierno de Boris Johnson, ausente de las conversaciones diplomáticas, está tratando de encontrar un lugar entre Washington y Moscú echando leña al fuego.

En Kiev, algunos diplomáticos europeos, así como oficiales ucranianos (militares y civiles), consideran “improbable" una invasión y un golpe de Estado, en declaraciones a Mediapart (socio editorial de infoLibre). Siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, que están repatriando a las familias de los diplomáticos, Londres decidió el 24 de enero retirar a parte del personal de su embajada en Kiev, según la BBC. En ambos casos, se trata de una decisión tomada únicamente por precaución.

Traducción: Mariola Moreno

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