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El 'establishment' demócrata no cree que Sanders y Warren puedan vencer a Trump

Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez, en un mitin en Iowa.

Cuando Tom Steyer apareció por primera vez, en octubre, en un debate televisado entre demócratas, no dijo nada especial. Repitió que “el Gobierno [estaba] acabado porque las grandes empresas lo habían comprado”.

Un mes después, el pasado 20 de noviembre, el multimillonario californiano, conocido por destinar su fondo de inversión Farallon a la industria del carbón, prometió un “estado de emergencia climática” y le declaró la guerra a los combustibles fósiles. Para él, lo más importante era sobre todo ser, detrás de un atril, famoso.

Por más que el multimillonario diga que no es “posible” comprar la Presidencia de Estados Unidos, ya ha conseguido estar presente en las justas televisivas mensuales organizadas desde este verano entre los aspirantes demócratas a la sucesión de Donald Trump.

Para hacerse un hueco en el escenario, el ex gestor de fondos, ahora filántropo de causas progresistas, ha destinado decenas de millones de dólares en anuncios de televisión de su nada desdeñable fortuna personal (estimada en 1.600 millones de dólares).

Ha inundado las pantallas de los estados donde los votantes demócratas van a votar primero, a partir de febrero próximo (Iowa, New Hampshire, Carolina del Sur, Nevada). Suficiente para arañar algunos puntos en los sondeos, uno de los criterios utilizados por el partido para determinar qué candidatos pueden debatir.

Steyer también ha consultado a su base de datos integrada por ocho millones de direcciones de correo electrónico para obtener suficientes donaciones pequeñas, el otro criterio elegido por los organizadores. Desde el comienzo del mandato de Trump, Steyer recopiló correos electrónicos con su operación Need to Impeach, Need to Impeach una importante campaña dirigida a la destitución del presidente.

Siempre a costa de su fortuna personal, creó el movimiento NextGen, una organización juvenil que luchó junto a activistas contra la Agencia Federal Anti-Inmigración (ICE), las armas de fuego y que fue de puerta en puerta durante las elecciones de mitad de mandato.

Inicialmente, Steyer descartó concurrir a las elecciones. Recientemente ha cambiado de opinión y ha destinado 100 millones de dólares para financiar sus ambiciones. Según Associated Press, Steyer ya ha contratado a 300 personas y espera ser la sorpresa del Súper Martes, la jornada del 3 de marzo de 2020 en que 16 estados votarán a la vez.

Sale de muy lejos, pero su campaña parece estar lista para cualquier cosa: uno de sus colaboradores dimitió por robar listados de voluntarios a un rival de la oposición. Otro había ofrecido a los responsables electos locales financiar su campaña a cambio de apoyo....

Steyer ya no es el único multimillonario que aspira a concurrir a las elecciones presidenciales por los demócratas. A sus 77 años, Michael Bloomberg, fundador del grupo de medios de comunicación que lleva su nombre y que ocupa el puesto 14 en el ránking de los más ricos del planeta (53.000 millones de dólares), parece estar a punto de oficializar su candidatura. El 21 de noviembre, su séquito anunciaba que se presentaba a las primarias demócratas. Lo que falta ahora es un documento oficial.

Bloomberg fue alcalde de Nueva York por los republicanos pero se ha vuelto demócrata con Trump. Durante mucho tiempo meditó su intención de presentar una candidatura, pero se dio por vencido en marzo, temiendo que concurriesen muchos candidatos, y temiendo que el partido se volviera "demasiado extremo". Por tanto, ahora ha cambiado de opinión. Parece decidido a entrar en la lucha después del resto, en el Súper Martes, apuntando primero a los estados ultraconservadores como Alabama, donde los demócratas son muy moderados, pero también a los inmensos estados de Texas y California, donde sus ilimitados recursos financieros podrían permitirle construir rápidamente una organización competitiva.

Bloomberg, que piensa ganarse la simpatía de los electores negros, ha comenzado a despejar el terreno recientemente. Se ha disculpado por haber generalizado los controles raciales en Nueva York, ya que bajo su gestión municipal los negros e hispanos eran sometidos a control policial nueve veces más que los blancos (pero arrestados al final de estos controles en las mismas proporciones, lo que demuestra que los controles se basaban únicamente en criterios raciales...).

Steyer y Bloomberg, ambos grandes donantes a las campañas demócratas, fueron particularmente generosos en las elecciones de mitad de mandato de noviembre de 2018, cuando los demócratas recuperaron el control de la Cámara de Representantes. Ambos creen que hay espacio político para sus candidaturas tardías.

Tienen diferentes estilos (Steyer agita de buen grado el imaginario populista y progresista, Bloomberg debería hacer campaña a la derecha del partido), pero ambos comparten la convicción, confirmada con la elección de Donald Trump, de que ser extremadamente rico no es un impedimento para liderar la primera potencia mundial. A sus ojos, es incluso una ventaja.

Alentados por las críticas de los principales donantes democrátas, que creen que el centro de gravedad de las primarias se ha movido demasiado a la izquierda, parecen apostar por la explosión en pleno vuelo de Joe Biden, exvicepresidente de Barack Obama, un candidato confuso y a la defensiva, cuya campaña no termina de despegar a pesar de su fuerte notoriedad.

Probablemente también esperan acabar con los candidatos moderados pequeños (los senadores Kamala Harris, Cory Booker y Amy Klobuchar) en el día, quizás no muy lejano, en que se queden sin fondos. Y de este modo hacerse con sus potenciales votantes.

A la izquierda del partido, el entorno de Bernie Sanders los ve agitarse con cierta ironía. “Los grandes donantes del Partido Demócrata están extremadamente nerviosos por no tener al presidente de los Estados Unidos en su bolsillo”, comentó Ari Rabin-Havt, director adjunto de la campaña de Sanders, en Politico.

“Parte del establishment demócrata está claramente ansiosa por convertirse en un partido que no se disculpe por atacar a los oligarcas”, añade Waleed Shahid, del entorno de la representante neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez.

Otros sugieren que estos multimillonarios simplemente se preocupan por sus propias carteras; según el economista Gabriel Zucman, el impuesto propuesto por Elizabeth Warren a las grandes fortunas, menos ambicioso que el de Sanders, privaría a Michael Bloomberg de más de la mitad de su cuenta corriente...

En este otoño, las figuras del Partido Demócrata también parecen decididas a dar la señal de alerta. Tanto para advertir sobre la debilidad del candidato Biden, como para hacerlo sobre la debilidad de los candidatos de izquierda o centroizquierda del partido, que fueron considerados incapaces de ganar contra el presidente en ejercicio.

Hillary Clinton, que parece ignorar el rechazo que puede generar y el regalo inesperado que sería para Trump si vuelve e optar a la reelección, ha dado a conocer que se prepara. “Por supuesto, pienso en qué presidenta sería, lo que habría hecho de otra manera. Pienso en ello todo el tiempo”, afirmaba recientemente la candidata de 2016 en la BBC británica, añadiendo que sufría "una enorme presión de muchas, muchas, muchas, muchas personas” para que se presentara a la reelección.

Nunca digo 'nunca'”, señaló para añadir que “en ese momento” no estaba “en los planes”.

El espectro de 1972

Al igual que el oráculo de Delfos, el expresidente Barack Obama, que sólo se permite hacer juicios políticos cuando las cosas se complican, también ha hablado.

Frente a los donantes ricos, instó a los candidatos demócratas a “anclar” sus propuestas “en la realidad”. “El estadounidense medio”, dijo, “no cree que debamos desmantelar el sistema y reconstruirlo”. Obama dice que "los hijos izquierdistas de Twitter" y "el ala activista del partido” han dado demasiado la nota: “Sigue siendo un país que prefiere la mejora a la revolución”, decía el exinquilino de la Casa Blanca, elegido en 2008 con la promesa de revivir “la esperanza”.

No se han dado nombres, pero las palabras iban dirigidas sin duda a Bernie Sanders y Elizabeth Warren. A pesar de las notables diferencias, ambos están a favor de una “revolución política” (Sanders) y de un “gran cambio transformador” (Warren).

Tras sus palabras, apareció la etiqueta #TooFarLeft (#DemasiadoALaIzquierda), “Estoy # DemasiadoALaIzquierda porque creo que cada niño debería tener derecho a la educación”, tuiteaba Zach Colón, de Rhode Island. “Algunos dicen # DemasiadoALaIzquierda. ¿Salud, vivienda, trabajo para todos? Lo llamamos sentido común", añadía Rebecca Parson, candidata socialista al Congreso en el Estado de Washington, apoyada por Brand New Congress, la organización que descubrió a Alexandria Ocasio-Cortez.

“Los medios de comunicación nunca le preguntan al Partido Republicano si está demasiado a la derecha”, se quejaba Peter Daou, ex asesor de Hillary Clinton y autor del hashtag.

En los últimos días, uno de los amigos personales de Obama, el exgobernador de Massachusetts Deval Patrick, un afroamericano de 63 años, también se ha unido a la carrera. En su primera visita a Iowa, Patrick tuvo que dar explicaciones sobre su currículo. Trabajó en Ameriquest, una entidad de crédito especializada en hipotecas subprime, que fue arrasada por la crisis inmobiliaria que precedió a la crisis financiera de 2008, pero también para el fondo de inversión Bain Capital.

Ya ha criticado los planes de Warren y Sanders, partidarios de la sanidad universal, aprobado tratados comerciales impugnados y argumentado que los demócratas no deberían rechazar las donaciones de “grupos de acción política” (super PAC) que recaudan fondos de grandes donantes individuales o privados.

En un país donde los sondeos (poco fiables y contradictorios) marcan el tiempo de la cobertura política de los principales medios de comunicación, la supuesta "elegibilidad" de los candidatos es una de las principales preocupaciones de periodistas y políticos. Muchos medios de comunicación informan de que los votantes demócratas se perdieron entre los 20 o más candidatos que quedan en la contienda, decididos a elegir al mejor para derrotar a Trump. Ellos relatan hasta la saciedad las evoluciones en los sondeos de cada uno. En este pequeño juego, Pete Buttigieg es el más popular en este momento: dos meses y medio antes de los comicios, el candidato más joven de la campaña, un moderado del Medio Oeste, gay y ex militar, recibió de hecho una puntuación ganadora en varias encuestas en Iowa.

“No voten nunca a un candidato en función de lo que un hipotético votante de un estado en el que nunca has estado votará en un año”, insta Leah Greenberg, cofundadora de Indivisible, un movimiento descentralizado creado después de la elección de Trump para revitalizar el Partido Demócrata y anclarlo más a la izquierda. "Vote por los candidatos que le inspiran [...], es simple!".

Aunque los mítines de Bernie Sanders, y en menor medida los de Elizabeth Warren, se llenan, la imposibilidad de una candidatura exitosa a la izquierda del Partido Demócrata sigue siendo una convicción ampliamente compartida por los comentaristas, y por el propio Partido Demócrata.

“Los candidatos demócratas que han ganado batallas decisivas desde 2016 sistemáticamente han evitado hablar de la renta universal, la educación gratuita, la eliminación de los seguros privados a favor de un sistema de salud administrado por el gobierno”, dijo.... ni un GreenNew Deal, argumenta Rahm Emanuel, ex jefe de personal de Barack Obama, un centrista que se dio a conocer por su política de recortes en Chicago, donde cerró unas 60 escuelas públicas en barrios pobres.

El mismo Emanuel, a menudo reclamado por los medios de comunicación, recuerda a George McGovern, un candidato demócrata progresista que perdió en 1972 contra el republicano Richard Nixon, antes del caso Watergate y en medio de la guerra de Vietnam.

“Durante cuarenta años, el nombre de McGovern lo invocan los analistas del partido tan pronto como un candidato demócrata a las presidenciales desprende el más mínimo aroma antiestablishment de izquierdas”, juzga el periódico mensual The New Republic. “En 2004, Howard Dean fue el nuevo McGovern. En 2008, fue Barack Obama. Este año, es Bernie Sanders”.

Según la publicación, levantar constantemente el espectro de esta humillante derrota es “inapropiado”. “McGovern no perdió porque estaba demasiado a la izquierda. Perdió porque se enfrentaba a un candidato popular en el contexto de una economía en auge”. Resulta difícil comparar a los Estados Unidos de esa época con los de hoy. Una de las razones es que, casi medio siglo después, las desigualdades se han multiplicado.

Traducción: Mariola Moreno

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