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La libra de Facebook, una moneda al servicio de los grandes grupos privados

Miembros de la organización Avaaz protestan en contra de Facebook a las puertas de la Comisión Europea en Bruselas antes de la comparecencia de Zuckerberg ante la Eurocámara

Géraldine Delacroix | Romaric Godin (Mediapart)

¿Va a crear Facebook una moneda mundial? Después del anuncio del gigante digital sobre el lanzamiento, previsto para 2020, de una criptomoneda, no cesan las fantasías y los titulares rimbombantes. Pero los detalles sobre este lanzamiento, hechos públicos el 18 de junio en formato de libro blanco, lleva este proyecto a límites más razonables. La libra, esta nueva criptomoneda, no tendrá apenas medios para competir con el sistema monetario internacional en el que, por otra parte, dice basarse.

¿De qué se trata? En 2020 será posible comerciar con libras y se podrá hacer a través de una aplicación propia o bien con WhatsApp y Messenger, con plataformas de venta de criptomonedas o incluso en puntos de carga físicos. La libra es una criptomoneda: las transacciones son validadas y protegidas por una blockchain, dicho de otra forma, por un protocolo encriptado que asegura que esas libras existen y que se garantiza la transferencia. Pero la libra no tienen nada que ver con las criptomonedas clásicas de tipo bitcoin, al menos por dos razones.

La primera es que la blockchain será cerrada y habrá que disponer de un permiso para tener acceso. Será pues un protocolo privado y no un sistema abierto a todos como el bitcoin. En lugar de basarse en la colaboración de todos los participantes en la blockchain, este protocolo estará centralizado en la asociación Libra, que generará esta moneda desde Ginebra y estará constituida por socios de Facebook (actualmente 28 empresas entre las que se encuentran Iliad, Uber, PayPal, Visa, Mastercard, eBay o Spotify).

El libro blanco pretende pasar, cuando la tecnología esté a punto, a una blockchain abierta. El sistema abierto es más lento y necesita una validación colectiva que lleva más tiempo. Una transación con el bitcoin dura alrededor de diez minutos en la actualidad (tiempo que ha sido ya reducido los últimos años). Ahora bien, la libra pretende ser ante todo un instrumento de pago: las transacciones deben ser instantáneas.

La segunda diferencia se refiere al valor. El valor del bitcoin no se basa en nada más que en la confianza en su algoritmo. El de la libra no será fijado por un “mercado de la libra”, sino por una cesta de divisas cuya estructura está aún sin precisar, pero que debería como mínimo contener el euro, el dólar USA, la libra esterlina, el yen japonés y tal vez el yuan chino. La asociación Libra fijará la ponderación de cada moneda en esta cesta y fijará así su valor respecto a las otras divisas.

Es un método utilizado por ejemplo por el FMI para establecer el valor de sus derechos de emisión especial (DTS), su unidad de cuenta, y también por el Banco Central chino para fijar la cotización del yuan. El valor de la libra no será pues fijo sino que cambiará en función del tipo de cambio de las divisas de la cesta. La promesa de la asociación es que, eligiendo divisas estables, el valor de la libra sólo cambiaría de forma marginal. Y si el cambio de cálculo de la cesta de divisas podrá ser decidido por la asociación, será necesaria una súper mayoría de dos tercios de los votos para validarla.

La promesa de la libra es pues la contraria a la del bitcoin: no es un instrumento de especulación. Todo poseedor de la libra podrá cambiarla por una divisa al cambio del día en su distribuidor, quien venderá a continuación sus libras a ese mismo cambio y la asociación las anulará. La masa monetaria de la libra será estrictamente igual a su demanda y cambiará en función de ella.

Para asegurar el funcionamiento de este sistema, la asociación Libra dispondrá de reservas constituidas a la vez por una aportación de sus miembros (hay que aportar 10 millones de euros para disponer del derecho a voto) y por cantidades pagadas por los usuarios para comprar las libras. Estas reservas serán a continuación colocadas en instrumentos financieros seguros y líquidos, dice el libro blanco, con el fin de disponer de rentas por intereses destinadas a retribuir a los miembros de la asociación, a realizar inversiones técnicas y a reducir los costes de transacción. Pero en este sistema, en teoría, cada libra está garantizada por su contravalor en divisas de la reserva de la asociación.

En el plano monetario, la inspiración que reivindica la libra es el sistema de anclaje monetario (pegs) como el que une el dólar de Hong Kong al dólar de Estados Unidos o el que une la corona danesa al euro. En estos regímenes, la única función del Banco Central es mantener el valor de cambio de la moneda con relación a su moneda de referencia. No dispone de política monetaria propia. La asociación Libra desempeñará estrictamente ese papel.

El libro blanco lo precisa bien: “No tendrá política monetaria” y se contentará con ajustar sus reservas a la consecuencias de las políticas monetarias de los bancos centrales de sus divisas de referencia. Si el dólar cae frente al euro como consecuencia de una bajada de tipos de la Reserva Federal, deberá vender dólares y comprar euros para mantener el valor de la libra al nivel del de la cesta. Nada más.

Como no hay “mercado de la libra” ni posibilidad de creación autónoma de libras por los bancos, por ejemplo, la reserva debería ser suficiente para asegurar el valor de la criptomoneda puesto que la asociación dispondrá del control completo de la creación de este instrumento de pago.

Este no es el caso de los bancos centrales de los países en régimen de anclaje monetario, que no tienen el control directo de la creación monetaria y deben pues utilizar los tipos de interés o instrumentos de política monetaria para intervenir en el tipo de cambio.

Al contrario que el bitcoin, la libra será pues una moneda muy administrada. Su valor dependerá del de las grandes divisas mundiales, comenzando por el dólar estadounidense. Pensar que la libra pueda sustituir al dólar algún día es un contrasentido, puesto que todo su funcionamiento se basa especialmente en la existencia del dólar como garantía. La confianza en la libra es en realidad una confianza en la cesta de divisas que la garantiza.

Más allá de su aspecto técnico, el régimen monetario de la libra es, a fin de cuentas, muy arcaico. Es el del patrón monetario aplicado a una cesta de divisas donde un banco central dispusiera de reservas equivalentes exactamente a sus deudas monetarias. La libra es pues el equivalente a una moneda de 20 francos oro antiguos: se sabía que había en esa moneda 5,801 gramos de oro fino y cuando se disponía de un billete de cien francos, se podía ir al Banco de Francia a cambiarlo por cinco monedas de 20 francos con ese peso en oro.

En este caso, la asociación Libra promete que una libra tendrá un valor dado en dólares o en euros y que en todo momento se podrá cambiar por su contravalor porque dispone en sus reservas la cantidad exacta de sus deudas en libras.

¿Para qué servirá la libra?

Es un sistema extremadamente seguro pero muy poco útil en un régimen económico en el que se debe invertir en el futuro, correr riesgos y hacer frente a necesidades que crecen más rápido que la actividad económica. Es el revés de la ausencia de especulación: tampoco hay verdadera capacidad de inversión. La lectura del libro blanco muestra que la asociación busca sobre todo hacer de la libra una reserva de valor, lo que en realidad se traduce en un medio comercial.

Al hacer de la libra un instrumento de porte de activos líquido y relativamente estable, la asociación quiere favorecer ciertos usos que correspondan al interés de sus miembros más poderosos: la transferencia de fondos a buen precio, la cartera electrónica y, a fin de cuentas, el consumo de bienes y servicios propuestos por los socios del sistema. Se entiende por qué Facebook ha atraído a empresas comerciales muchas de las cuales son especialistas en sistemas de pago (Visa, MasteCard, Stripe, PayPal o Lyft).

Por el momento, la libra se parece un poco a una versión mundial de esas monedas regionales que se cambian a una cantidad fija, como el eusko del País Vasco, por ejemplo. Se puede comprar un eusko por un euro, ese euro se pone en reserva y el eusko conserva ese valor. Esas monedas pueden ser usadas en una red de socios locales con la finalidad de dirigir el consumo hacia el tejido económico local. Los comerciantes pueden a continuación cambiarlas en euros a ese cambio fijo. Son una especie de bonos de compra de prepago destinados a ser utilizados con el paso del tiempo en los comercios de la región.

La libra funciona más o menos de la misma forma, salvo que su valor no es estrictamente fijo, pero sólo puede ser utilizada como medio de pago en los establecimientos que se acepte. Es cierto que Facebook, con sus 2.100 millones de cuentas en todo el mundo puede pretender tener una capacidad más importante, pero se trata sobre todo de “captar” una parte del consumo a favor de la red asociada.

En los países con poca inflación y moneda fuerte, poseer una libra no tendrá mucho interés. Aparte, evidentemente, del de hacer transferencias de dinero escapando al radar de las autoridades. Las transferencias en libras podrían en efecto convertirse en un maná para el blanqueo de dinero sucio. La asociación dice que eso lo quiere hablar con los reguladores, pero ese problema será central, como lo es para todas las criptomonedas.

La situación será un poco diferente para los países en vías de desarrollo, en los que el libro blanco no oculta sus ambiciones, también explicadas en Twitter por David Marcus, exdirectivo de PayPal, que supervisa el proyecto Calibra: “Ya es hora, treinta años después de la invención de la web, de probar algo nuevo para los 1.700 millones de personas que todavía no tienen banco”.

La aplicación Calibra, filial de Facebook con una cartera llena de libras, les permitirá almacenar sus haberes en un smartphone pero sin ningún otro servicio financiero asociado y con restricciones de uso. El único interés será entonces la protección contra la inflación en Estados de moneda débil, lo que puede ser un elemento de reserva de valor interesante. Podemos imaginar que la libra va a encontrar adeptos en Venezuela y en Argentina como instrumento de defensa contra la inflación.

Pero desde luego se plantea otra cuestión: ¿por qué comprar antes libras que dólares estadounidenses, que son la reserva de valor clásica en casos de fuerte inflación en esos países y que tienen exactamente la misma función? Puede que haya una función práctica vinculada a la tecnología, pero el uso del dólar en esos países está a menudo más extendido. En resumen, que todo lleva a mostrar que se hace mucho ruido para más bien poca cosa.

Es verdad que la libra puede cambiar. El libro blanco no oculta tampoco que el éxito de esta criptomoneda dependerá de la extensión de su uso. Las reservas de la asociación podrían llegar a ser importantes y podría ofrecer servicios financieros simples, como pequeños créditos o una remuneración a ciertos depósitos. Pero si el principio de la fijación de tipos de cambio respecto a la cesta de divisas no cambia, el crédito distribuido no podrá ser elevado.

En la actualidad, esa cantidad es de 280 millones de dólares americanos, 10 millones por socio. El libro blanco pretende llegar rápidamente a cien socios, es decir, a 1.000 millones de dólares de aportación de capital. En comparación con los 58 billones de dólares de créditos distribuidos actualmente en el mundo (sin China), según el Banco de Pagos Internacionales (BPI), el papel económico de esta criptomoneda quedará sin duda reducido.

Pero en lo inmediato se plantea una cuestión: ¿de qué forma será rentable el sistema? Libra dice que será muy competitiva en los gastos de transacción que, a priori, serán los únicos servicios financieros disponibles y facturables. La cuestión es especialmente pertinente porque la inversión en reservas estará bajo presión. En efecto, hoy muchas deudas de Estados seguros muestran a corto plazo tipos de interés negativos. Es el caso de Alemania y también el de Japón, Francia y varios países de la zona euro. Si los tipos estadounidense y británico son más elevados, las reservas se arriesgan a no generar mucho con el paso del tiempo. Es verdad que habrá aportaciones de capital para compensar pero, entonces, ¿por qué vendrían las sociedades a invertir 10 millones de euros en la libra?

El interés está necesariamente en otro sitio que en la filantropía que muestran.

¿Se respeta la vida privada?

Hace ahora tres semanas, el miércoles 29 de mayo, Facebook se encontraba ante un tribunal de San Francisco llevado allí por usuarios descontentos porque sus datos personales habrían podido servir para la campaña de Donald Trump, a través de la sociedad Cambridge Analytica. “No se puede esperar confidencialidad” cuando vamos a la red social a compartir nuestra vida con los amigos, ha alegado el abogado Orin Snyder, defensor de Facebook, quien también dijo que “el acto social de difundir su información personal a cien personas anula, en derecho, toda expectativa razonable en materia de vida privada”. Tras unas declaraciones estereotipadas de Mark Zuckerberg a favor de la vida privada, el diálogo entre el juez y el abogado muestra cómo considera en realidad Facebook la vida privada.

¿Qué pasará entonces con las compras realizadas con una cuenta Calibra?

En una carta dirigida a primeros de mayo al patrón de Facebook (ver en PDF), los senadores americanos Mike Crapo y Sherrod Brown, en nombre de la comisión encargada de los bancos, le planteaban ya, con las primeras informaciones sobre la llegada de Facebook a la industria del pago, las siguientes preguntas: ¿Tendrá Facebook información sobre la solvencia de una persona? ¿Sobre su modo de vida? ¿Se servirá de ello o la compartirá con terceros para conceder o negar créditos o seguros?

“Facebook, no”, respondió Mark Zuckerberg en un mensaje publicado el pasado martes: “Cada información compartida con Calibra (la filial dedicada a la libra) será conservada aparte de la información que se comparta en Facebook”. “A excepción de casos limitados, Calibra no compartirá con Facebook o con otra tercera parte la información de la cuenta o los datos financieros sin su consentimiento”, afirma en un comunicado. “La información [recogida por Calibra] no será utilizada con fines publicitarios en Facebook”, afirma a Mediapart un responsable de comunicación de la compañía en Europa.

David Marcus, exdirectivo de PayPal que supervisa el proyecto para Facebook, ya se ha expresado en Twitter: “Una de las razones para crear Calibra es contar con una entidad dedicada y regulada que se comprometerá firmemente a proteger la vida privada de sus clientes, porque hemos oído alto y fuerte que no quieren que los datos sociales y los financieros sean mezclados”.

Dichos “casos limitados” “estarán para Facebook ligados a la necesidad de asegurar la seguridad de las personas, de respetar la ley y de ofrecer funcionalidades de base a las personas que utilicen Calibra”.

Admitamos que Calibra no da esa información a Facebook. ¿Al revés será verdad? ¿La información que Facebook posee ya sobre nosotros podrá ser transmitida a Calibra? No, a menos que ustedes lo consientan, por ejemplo dando a Calibra su lista de amigos para poder enviarles dinero. Es lo mismo que decir sí.

En efecto, Facebook no se prohíbe a sí mismo (ver sus compromisos en PDF) compartir información con Calibra: “Si una funcionalidad del producto Calibra puede ser personalizada o mejorada gracias a los datos de Facebook, debemos primero obtener la conformidad de nuestros clientes respecto a compartir los datos pertinentes con Calibra”. Valiéndose de este acuerdo, Calibra tendrá pues acceso a los datos personales almacenados en Facebook. Podemos apostar a que Facebook, cuyo modelo económico y saber hacer se basan en la tenencia de información personal que marca el precio de los servicios que dan a los anunciantes, hará todo lo posible para maximizar la compartición de esa información.

Lo haga Facebook o no, ¿qué hará Calibra con su propia información? Porque si la información no es compartida “sin su consentimiento”, ¿quiere eso decir pues que sí con él? La historia reciente no es favorable a una conservación estanca de los datos por Calibra. Apostaríamos que la filial de Facebook se beneficiará de todo el saber hacer de la casa en materia de tenencia y monetización de la información personal, que marcan el precio de los servicios a sus anunciantes.

Porque la filial de Facebook tendrá que ganarse la vida y, autorizando transacciones o transferencias con bajo coste para el usuario, lo que está en el núcleo de sus primeros argumentos de marketing, deberá buscar otras fuentes de ingresos. ¿Revendiendo información como el lugar de la transacción, la cantidad, la frecuencia o la periodicidad? ¿Y a quién?  Bloomberg ha revelado que MasterCard, que junto a Visa forma parte de la asociación ginebrina creada alrededor de la libra, ha revendido a Google información (anónima) sobre pagos con sus tarjetas en tiendas: Google lo entendería mejor si la publicidad en su motor de búsqueda condujera a compras en almacenes.

En Kenia, como ha contado Mediapart, las empresas de la fin tech que proponen microcréditos a través de aplicaciones, se apoyan en las demás aplicaciones que sus clientes utilizan en sus teléfonos: sus desplazamientos, conocidos gracias a la geolocalización, su relación social adivinada gracias a las llamadas… ¿Almacenará la aplicación Calibra este tipo de información, además de estar al corriente de las transacciones?

Esta recopilación y su monetarización están en el corazón del saber hacer de Facebook, Whatsapp o Instagram. Es difícil imaginar que su nueva filial esté mucho tiempo privada de estos talentos. Olena Havrylchyk, profesora de Economía en la Universidad París I-Panthéon Sorbona, se pregunta: “La historia ha mostrado que el modelo económico de Facebook ha cambiado ya en el pasado, pasando de la protección de la vida privada (cuando Facebook no tenía partes del mercado) a la vigilancia (convertida después en monopolio). ¿Podemos esperar una evolución similar en el modelo de Libra?

Facebook ha adquirido el derecho preferente de toda comunicación sobre el proyecto, sin contar con su arquitectura técnica, y se ignora qué uso de los datos almacenados harán los demás miembros de la asociación.

¿Podrá Uber enviar publicidad específica a sus clientes que utilicen la libra? ¿Y a sus amigos? ¿Hará descuentos? ¿Podrán Visa y MasterCard recopilar datos que hasta ahora no posean, como las relaciones de los titulares de tarjetas de crédito?

¿Qué podrán hacer exactamente los usuarios? Techo de gastos, recarga en libras, envío de dinero… no se sabe nada por el momento. Cualquiera que haya utilizado PayPal u otros medios de transferencia de dinero sabe que no es suficiente tener una cuenta de crédito para hacerlo.

No hay competencia con las “verdaderas monedas”

En cambio, no se ve cómo, en su estructura actual, podría la libra convertirse en una “moneda soberana” como parece temer el siempre sorprendente Bruno Le Maire (ministro francés de Economía y Finanzas). Por varias razones.

La primera es, como se ha visto, que esta criptomoneda es complementaria y no competidora de las monedas soberanas. Por su valor, depende de los instrumentos de las verdaderas divisas garantizadas por los Estados o grupos de Estados. En esto, la autonomía de la libra es mucho más reducida que la de los bancos comerciales. Además, es muy posible que la libra haga imitaciones.

Los Gafam (Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft) tienen delirios de grandeza y ambiciones mundiales dignas de los estados. No se ve a Amazon aceptar libras y depender así de un sistema de pago de Facebook. En ese caso, rápidamente descubriremos el interés de disponer de un medio de pago universal sobre un territorio dado, como la moneda oficial por ejemplo, o de una moneda de reserva mundial ampliamente aceptada como el dólar estadounidense. Habremos descubierto la luna…

Al final, está la cuestión central de la confianza. Una moneda es ante todo una deuda. La libra más aún, puesto que tiene una garantía de valor. Pero la cuestión central es saber si los agentes económicos preferirán confiar en un conglomerado de grupos privados dominados por Facebook más que en su propio Estado. Eso es previsible en ciertos casos como Venezuela o Argentina, ya mencionados.

Pero es bastante dudoso, de manera general e incluso en esos casos. Facebook se enfrenta en efecto a una crisis de confianza profunda, relacionada con su abuso en la utilización de datos privados. ¿Quién tendrá ganas de confiar su cuenta bancaria a una sociedad cuyo modelo económico es la venta de datos y que estará, con la libra, asociada a numerosas empresas privadas?

Sobre todo, la confianza en materia monetaria depende de la potencia política. ¿Por qué es esto importante? Tomemos un ejemplo. Imaginemos que la libra se convierte efectivamente en un medio de blanqueo masivo. Los Estados intentarían prohibir su uso y tienen los medios para hacerlo. Recordemos que varios países han prohibido el bitcoin por las mismas razones. Recordemos también que, en 2009, Estados Unidos forzó a Suiza a poner fin al secreto bancario bajo amenazas de sanciones económicas. La asociación Libra no está al abrigo, en Ginebra, de una posible voluntad de hacerla desaparecer.

Tomemos otro ejemplo: Elizabeth Warren, una candidata demócrata a las elecciones presidenciales americanas de 2020, ha propuesto desmantelar a los Gafam. Y de hecho, si la bolsa valoriza tan fuertemente a esos grupos es porque está anticipando la construcción de monopolios. Si a estos monopolios añadimos un riesgo de competencia monetaria, no se puede excluir su desmantelamiento.

Este riesgo reduce naturalmente la confianza en cualquier moneda privada y, desde luego, reduce la capacidad de estas monedas de disponer de un sector financiero sólido que pueda conceder créditos y atraer ahorro.

El problema de la libra no es realmente el hecho de que una empresa privada cree una moneda, puesto que no tendrá prácticamente ninguna autonomía de creación monetaria. Es por otra parte interesante, desde ese punto de vista, ver a muchos observadores pretender que Facebook, con su moneda privada, venga al terreno de la prerrogativa de los Estados. Es doblemente falso.

Primero, porque Facebook no va verdaderamente a acuñar moneda puesto que cada libra estará cubierta por su cantidad equivalente en divisas emitidas por los bancos centrales. Segundo, porque el sistema actual es ya un sistema de creación monetaria privada. Son los bancos comerciales los que hoy, dentro de los límites fijados por el banco central tanto en el plano monetario (nivel de tipos) como en la regulación (ratios de solvencia y cantidad de reservas obligatorias), emiten una parte esencial de la moneda en circulación por medio de la concesión de créditos. Cuando un banco concede un crédito no tiene ese dinero en una caja, como tendría que tener la libra: el banco crea la moneda ex nihilo.

¿Por qué lo hace? Porque piensa tener un valor comercial. El banco central no está ahí más que para garantizar el valor de las monedas y los billetes en circulación, un 10% de la masa monetaria actual de la zona euro. Decir, como Bruno Le Maire, que “la atribución de la soberanía de los Estados debe continuar en manos de los Estados y no en las de empresas privadas, que responden a intereses privados” no es ni más ni menos que cuestionar el sistema financiero actual. Ese no es realmente el objetivo fijado por el ministro de Economía y Finanzas, siempre dispuesto a defender la importancia de las finanzas.

Tampoco en este caso el sistema de la libra es nuevo, ni finalmente menos privado que el sistema actual de creación bancaria.

Pero es necesario precisarlo: si el libro blanco de la libra no deja de hablar de buenos sentimientos y de humanismo, su vocación responderá muy poco a las necesidades de la economía mundial. El uso de la libra no corresponde a urgencia alguna en términos sociales o medioambientales puesto que no ofrece ninguna capacidad de inversión. Es un instrumento centrado en la orientación de los gastos de consumo hacia ciertos distribuidores, un instrumento, pues, al servicio de algunos grupos, nada más.

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  Traducción de Miguel López.

Aquí puedes leer el texto original en francés:  

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