Municipales en Francia

“No volveré a votar a los socialistas”

Estatua de Jaurès, delante del Ayuntamiento de Lavelanet

En el listín telefónico, muchos apellidos son de origen español, abundan los acabados en “ez” o en “o". Durante la Guerra Civil en España (1936-1939), Lavelanet, una ciudad francesa textil próspera, situada en las estribaciones de los Pirineos, se convirtió en refugio de muchos republicanos. Huían del franquismo y acudieron a reunirse con sus compatriotas, llegados varias décadas antes. Actualmente, esta tierra de inmigrantes –tras los españoles llegaron los magrebíes– forma parte de las ciudades codiciadas por el Frente Nacional (FN).

Aquí, como en el resto de El Ariège, casi siempre se ha votado a la izquierda. En este departamento pobre, rural e industrial, marcado por un socialismo laico y republicano, el Partido Socialista mantiene la hegemonía y el Partido Comunista Francés también conserva un buen puñado de simpatizantes. En todas las convocatorias electorales nacionales, El Ariège es uno de los departamentos franceses donde los socialistas obtienen los resultados más favorables. En las últimas elecciones presidenciales, hubo localidades en las que Hollande recibió, en la primera vuelta, un 50%, 60% o hasta más del 70% de los votos.

En Lavelanet, el baron local se llama Jean-Pierre Bel. Aquí fue donde inició su carrera política el actual presidente socialista del Senado, hombre muy próximo a François Hollande. En 2001, regresó a su ciudad, fugazmente conquistada por la derecha. Aquello fue su trampolín hacia las altas esferas del Estado.

Sin embargo, para los lugareños, más allá del orgullo pasajero que suponer ver a uno de los suyos entrar a formar parte del círculo de los poderosos, la ascensión de Jean-Pierre Bel, no ha cambiado mucho las cosas. En 30 años, Lavelanet ha perdido miles de empleos y 3.500 habitantes. El centro urbano, las amplias avenidas, la extensa explanada de hormigón que cruza el río: todo el decorado se ha quedado muy grande. Una de cada cuatro personas en edad de trabajar está en paro. La industria textil ha desaparecido. La maquinaria punta funciona muy bien, pero no emplea mano de obra local, que no está suficientemente cualificada.

En esta localidad, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, François Hollande obtuvo el 33,76% de los sufragios emitidos, muy por delante de Marine Le Pen y de Nicolás Sarkozy. El jefe del Estado sigue teniendo adeptos. Como Ariel Núñez, dueño de una pequeña empresa de venta de artículos de pesca por correspondencia, fan del Ché y viejo amigo de Jean-Pierre Bel, a quien ve los fines de semana. “Hollande es un tipo fantástico. Me lo paso en grande… Es verdad que tiene un problema con esa imagen que le persigue de los Guiñoles [que presentan a Hollande como un personaje jovial aunque algo retrasado]. Está haciendo muchísimo, solo hace falta que baje el paro para que le vaya mejor…”.

La antigua delegada de la CGT en la importante firma Roudière, cerrada a principios de los años 90, actualmente jubilada después de acumular trabajos de poca monta, María no se muestra tan contenta, pero exculpa al jefe del Estado. “Hollande ha heredado una situación que es anterior a la de su llegada. La verdad es que le compadezco…”

Entre los que depositaron en la urna una papeleta con el nombre de Hollande, sin embargo, muchos comienzan a perder la paciencia. Pierre (nombre supuesto), restaurador con aspecto de rockero, votó a Mélenchon en la primera vuelta y a Hollande, en la segunda. “Estamos esperando el cambio… vamos a necesitar una revolución; es lo que nos queda…”, espeta, enfadado, al otro lado del mostrador.

Geneviève Lagarde, enfermera a domicilio de 53 años –votó a Hollande en la segunda vuelta, “más a la izquierda en la primera”– no oculta su desconcierto. “Hubo un momento de esperanza, pero estamos en un statu quo. No veo qué ha cambiado”. Echa pestes contra las “disonancias en el Gobierno”, el abandono de la ecotasa, que considera “era algo bueno”. “No había que recular incluso aunque se trate de una medida impopular”. Critica que “no se toquen las grandes fortunas, pero se sigan recortando las pensiones y los sueldos más bajos”. “Con nadar y guardar la ropa no se consigue nada. A fuerza de dar marcha a atrás, en cada ocasión, se están desacreditando. Me da pena. La gente de izquierdas como yo está desorientada”. En las europeas, Geneviève no va a votar al PS: “No contra ellos, pero tampoco a ellos”, resume.

“Yo solo busco un trabajo, lo que sea”, echa pestes Mourad, de 27 años, que se encuentra en una oficina de la casa de apuestas hípicas PMU, próxima a la oficina de empleo, y a quien no le gusta mucho hablar de política. “No es sencillo con mi cabeza y con mi barba. Hollande dice que la tendencia del paro se ha invertido, pero es porque todo el mundo percibe la renta básica.

“Nadie más ha votado a Hollande”

En el extenso aparcamiento del centro de la ciudad, este periodista se cruza con Marie-France, de 37 años, madre soltera con dos niños, que encadena empleos como vendedora. En el pasado, votó por Mitterrand, después se abstuvo. “Nunca antes hablamos tanto de política en familia y con los amigos como tras la elección de Hollande”. En su entorno, Marie-France no comenta la política del presidente –ni mejor ni peor que Sarkozy, dice–. Lo que le obsesiona es el estilo de este jefe del Estado que solo ve en la tele. “No tiene pinta de presidente… no transmite tranquilidad… cuando se habla de él, es para hacer chistes”.

“Aquí todo el mundo es socialista, pero es curioso: ¡nadie votó a Hollande!”, exclama una mujer “de derechas”. “Hay una enorme decepción”, admite el alcalde de Lavelanet, Marc Sánchez, que sucedió en el cargo a Jean-Pierre Bel. “Lo que la gente quiere antes de nada es un trabajo. La tasa de desempleo quizás se haya invertido, pero nosotros no lo percibimos. Me he encontrado con muchos jubilados descontentos porque tenían que pagar por primera vez cientos de euros de impuestos. Nos hemos tenido que adaptar a los nuevos ritmos escolares, pero no es sencillo y se hace todavía más complicado en los sitios pequeños. De hecho, es muy difícil de explicar lo que hace el poder”.

“La gente votó a Hollande para deshacerse de Sarkozy”, abunda el exdiputado europeo del PS Michel Teychenné, actual jefe de la oposición municipal en Pamiers, la capital económica de El Ariège, uno de los pocos municipios en manos de la derecha en el departamento. “Hay una tremenda expectación sobre las pensiones, el poder adquisitivo, el paro. A día de hoy, da la impresión de que la política económica es más o menos la misma que la del gobierno anterior. Nuestros conciudadanos creen que solo paga el pueblo. No ven la luz al final del túnel”, opina el exdiputado, hombre próximo al ministro de Educación Vincent Peillon.

Cerca de Pamiers, al sur de El Ariège, convertido en zona metropolitana de Toulouse, las urbanizaciones proliferan una al lado de la otra. La Tour-du-Crieu es una de estas localidades que proliferan como setas en los límites de la autopista, entre Toulouse y Foix. Atrae a la clase media que busca un chalé.

Son las doce del mediodía de un viernes cualquiera y Émilie, auxiliar de clínica de 30 años, vuelve del trabajo. Vive, junto con su pareja, en un pequeño chalécito blanco completamente nuevo, rodeado de un pequeño terreno con césped. “¿Hollande? No comment”No comment. Émilie le votó en la primera y en la segunda vuelta. En 2007, se decantó por Sarkozy. “Le creí un poco. Es la segunda vez que me muestro interesada por el tema y ya van dos veces que me decepciona”. En realidad, asegura que la política ya no le interesa, a menudo duce que “apaga” la tele. “Dan ganas de ir cada uno a lo suyo”. “No hablo por mí, pero entiendo que la gente quiera hacerse escuchar votando al FN. La falta de trabajo que sufren los jóvenes, los jubilados a los que cuido muchas veces viven en la miseria… es todo una vergüenza”.

“No volveré a votar más a los socialistas. Lo tengo claro”, dice Jean, que ocupó un cargo de responsabilidad en en La Poste, la compañía de correos y telégrafos francesa. Jean, de familia de izquierdas, militó en el PS. Ya no. “Me siento decepcionado desde hace un montón de años, pero ahora… hay muchas promesas que no se han cumplido y eso va a decepcionar a muchos. Por ejemplo, nos juraron y perjuraron que no tocarían el IVA…, pero al día siguiente van y hacen lo contrario de lo que dicen. Ya no me creo ni una palabra que venga de ellos”.

“Hollande reacciona mejor con todo lo relacionado con las cuestiones militares que con los asuntos que afectan a los franceses, el paro, la crisis. ¿Quiere desviar la atención? No lo sé”, prosigue Jean.

“Izquierda de derecha”

En Lavelanet, el Frente Nacional no es muy visible. Thérèse Aliot, secretaria departamental –y madre del vicepresidente del FN y pareja de Marine Le Pen, Louis Aliot– se presentó a las cantonales de 2011. En declaraciones a la prensa local, se mostraba convencida de poder montar una lista para las municipales “en la ciudad del futuro expresidente del Senado, lo que sería todo un símbolo”, aun cuando dar con una treintena de personas dispuestas a ir en las listas del FN va a ser complicado. En Pamiers, el FN, que obtuvo un buen resultado en las cantonales, también se presenta. El resultado del partido de extrema derecha en las europeas inquieta a los socialistas locales. “El FN va a subir”, se inquieta Michel Teychenné.

Guillaume Eychenne, de 33 años, dueño del CaféIn, uno de los pocos bares del centro urbano de Lavelanet, también predice que será una primavera complicada para la izquierda. “A los socialistas les va a parecer extraño, la gente no les va a votar. Hay más racismo. Y, sin embargo, ¡aquí no hay mucha gente que no sea realmente francés! Personas que votaron tradicionalmente a la izquierda están pasándose a la extrema derecha. ¡Incluso hijos de españoles! Y luego están los portugueses que solo se relacionan con los portugueses, los árabes con los árabes…

Carolyne, de 32 años, es un caso de libro de votante de izquierdas perdido. A diario, esta joven va a mirar las ofertas de empleo a la oficina municipal. Va con una gruesa carpeta amarilla. Es una persona seria y la enseña, no como los que “se contentan con 400 euros al mes”. “No quiero ser… ¿cómo se llama?... dependiente, una carga para la sociedad, recibir bonos sociales, que me paguen la mutua, la sanidad, los bonos de gasolina, vivir de las obras de caridad. Cuando trabajo soy la más feliz del mundo. Me digo: '¡Si quieres comer, trabaja”! En estos momentos, sin embargo, está que trina. Esta mujer fue vigilante de seguridad, después se pasó al sector de las ambulancias. Carolyne vivía en Toulouse, se separó de su novio y ahora vive con su madre para ahorrarse la niñera de sus tres hijos. “Para encontrar trabajo, tendría que irme a Toulouse… pero para eso hay que echar la pasta en gasolina”.

¿La política? En un primer momento, Carolyne fue “del PS, de izquierdas”. Con los años, todavía no ha entendido que Ségolène Royale, tras perder las presidenciales de 2007, dijera que no se creía parte de su propio programa electoral –el salario mínimo de 1.500 euros, la generalización de la jornada de 35 horas semanales–. En 2007, votó a Sarkozy. Después quiso echarlo del poder, por lo que votó a Marie Le Pen en la primera vuelta de las presidenciales y a Hollande en la segunda vuelta. No se arrepiente. “Este presidente es un payaso. Tiene una malísima imagen. Es un pobre diablo”, dice frunciendo el ceño. Ahora vota al Frente Nacional. “En estos momentos tengo bastante clara mi orientación política”. Baja la voz, mira a su alrededor. “No debería decir esto aquí”. Se hace muchas preguntas. “Todavía no he votado al Frente Nacional porque sigo siendo humana. Hay que pensar en el pasado, en los inmigrantes, nos gustó mucho tenerlos aquí…”

En la carretera que une Lavelanet y Foix, encaramado a 600 metros de altitud, la localidad de Nalzen, de 125 habitantes, es una de las 19 comunas de El Ariège –de las 332 que componen el departamento– que situaron a Marine Le Pen a la cabeza de las presidenciales. “Me sorprendió”, cuenta Régine Authié, alcaldesa independiente. “Aquí solo ha vivido una familia de marroquíes, hace mucho tiempo y no tuvimos ningún problema con ellos”. A decir de Authié, votar por el FN en esta localidad debe entenderse como síntoma del “hartazgo general, de las políticas tanto de la derecha como de la izquierda”.

Para las europeas, pronostica un “hartazgo extra”. “La izquierda ya no es lo que era… ¡es una izquierda de derecha! Nos aprietan las tuercas por todos lados y ayudar a las comunas, cada vez es más difícil”. En las municipales, cuya primera vuelta se celebra este domingo 23 de marzo, la alcaldesa no se presentará, para disfrutar de la jubilación. “Ni siquiera sé si mi sucesor va a conseguir confeccionar una lista con 11 integrantes. La gente está desmotivada. No les interesan los asuntos públicos”.

Traducción: Mariola Moreno

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