Desolación versus humillación

Annabella M.Calvo

Desolación. Si una palabra pudiera definir la situación por la que atraviesa este país, creo que nadie objetaría desolación, como tal. Ésta, engloba de manera pertinaz y, si me apuran, sangrante, todos y cada uno de los discursos retóricos con los que día sí y día también, se nos bombardea, sin que en ninguno de ellos se pueda leer o escuchar aunque solo sea entre líneas una mínima palabra creíble de esperanza en un futuro, solo un poquito mejor. Que tampoco se pide mucho.

Desolación ante una Justicia que se ha vendido a los poderosos y arrogantes señores que han esquilmado a esta España a la que ya no le queda casi nada o nada, por ser robado, porque hasta la decencia ha sido saqueada. La Justicia sucumbe, lo hace como agua ante majestuosa cascada. Y cuando no es así, es paradójicamente la propia justicia y con ella sus miembros, los que se encargan de enderezar la plana a aquellos que optan por la vía de la rectitud en sus deliberaciones y autos, siendo sancionados en la mejor de las veces o apartados de sus cargos. Sólo por representar a la Justicia y hacer que ésta dé fidelidad a su nombre. Llevando a la ciudadanía a pensar que eso de la justicia es sólo un término aplicable a los desposeídos de alcurnia y riqueza.

Desolación ante la galopante corrupción que hunde sus raíces en cada una de las instituciones que forman y conforman nuestro sistema político, pasando a formar parte del acervo no solo cultural que ya es fuerte sino de la resignación de la ciudadanía que asiste como actor extra en este vodevil penoso e infame.

Desolación ante una casta política que no solo se ha profesionalizado sino que vive instalada en un mundo ajeno, lejos de los problemas cotidianos del día a día. Donde la tercera persona pasa a ocupar un lugar destacado, “como los otros”, aquellos a los que los políticos miran por encima del hombro, que con la excusa de “trabajar” por ellos hacen de esta pseudo política su modus vivendi. Y mientras ellos tienen asegurado el caviar para estas fechas, muchos ciudadanos comerán al igual que el resto del año en algún comedor social, tan fuera de la órbita de nuestros políticos.

Desolación ante un Gobierno que hace de su mayoría absoluta una apisonadora que aplasta todo cuanto se le plantea, utilizando la mentira como arma arrojadiza para llevar a cabo un plan determinado de manera sistematizada, en el cual solo las elites saldrán airosas, triunfantes y porque no, agradecidas a un gobierno que hace lo indecible por satisfacer sus demandas a costa de la inmensa mayoría de la ciudadanía, incluidos los propios votantes del PP, que asisten atónitos ante esta gran estafa sabiendo que en parte son culpables por haber otorgado esta mayoría absoluta a un partido que ha engañado a todos, pero a ellos en especial desde el minuto cero.

Desolación porque aquí nadie dimite, no pasa nada, nadie se responsabiliza del cargo que ocupa ante los casos en proceso de investigación por parte de los pocos jueces que se sustraen a su compra. Siempre encuentran un recoveco, una excusa, una mentira; primero para difamar al juez que lleva el auto, y segundo para seguir ostentando un poder que pareciera ser divino e inamovible. Casos nos sobran en esa Europa a la que pertenecemos, a mi entender solo de nombre, donde por hechos que nos harían reír, los políticos no solo abandonan su cargo, sino que reconocen el error que han cometido. Pidiendo acto seguido disculpas a los ciudadanos que un día confiaron en ellos. Pero muy al contrario en esta España anclada de por vida en el tambor y la pandereta, los corruptos son jaleados cual perros animados a seguir con la caza. En muchas de las veces por esos archiconocidos “gurús tertulianos” que desde las plataformas mediáticas alumbran actos de fe en los que paradójicamente ni ellos creen, pero con los que intentan blanquear con un placebo detergente el nombre de aquel al que deben lealtad, lealtad, que en las mas de las ocasiones está tan cubierta de mierda como el propio dueño de la misma.

Desolación ante una clase empresarial y burguesa erigida como soberana del poder, coautora del saqueo al que está siendo sometido este país, con la única preocupación de que sus riquezas aumenten de forma colosal, bajo arbitrio del poder soberano, que sometiendo a vasallaje y esclavitud a una clase trabajadora, que ante este abandono al que se ve sometida, ve como día tras día son un poco más cercados y cercenados sus pies y manos. Sometimiento que nos acerca en forma y manera retrospectiva a épocas feudales.

Todo esto con el beneplácito de un Gobierno que nunca hizo tanto daño a tanta gente en tan poco espacio de tiempo. Sólo dos años, aunque parezcan llevar los 40 de aquél, al que ni por activa ni por pasiva acaban de condenar, mostrando así su rasgo mas diferencial. Gobierno, que pasará a la historia, muy a pesar suyo y de su presidente, como uno, sino el más nefasto de los Gobiernos que ha tenido España desde tiempos pretéritos cuyos recuerdos quedan condensados en la falta de libertad, aludiendo con ello cualquier etapa que de ello se precie.

Desolación ante la podredumbre que corroe en esta pantomima de democracia, a su institución estrella esa que a la postre nace fuera de la misma, cuyo designio es fraguado en un lecho conyugal y no a través de un consenso aprobado por una mayoría de ciudadanos que no dispusieron de pócimas maravillosas para tener “sangres azules” y que en sus dormitorios el sueño hace tiempo desapareció.

Ante el acometimiento de tantas injusticias que bajo el nombre de “mayoría absoluta” son llevadas a cabo por los dirigentes del PP, solo nos queda el derecho a la protesta, pero ese queque que el 20 de noviembre de 2011 los españoles dieron al PP y, que ellos han valido blanco, también impedirá, a golpe de ley no consensuada, llevar a cabo el mas elemental de los derechos en democracia, la protesta ante lo que se considera injusto a todas luces.

Y mientras la desolación campa a sus anchas cual animal herido sobre una piel cada vez más ennegrecida, arrastrada, empequeñecida, dolorida… Las celebraciones de esos meapilas se preparan como si el tiempo y el lugar fueran ajenos a las desgracias de esa gran mayoría de ciudadanos que, huyendo de los golpes de pecho, de los acalorados discursos falsarios ven como su existencia se complica cada día un poco más si cabe, como su vida, en muchas de las ocasiones ya ha dejado de tener sentido, porque la desolación ha dado paso a la humillación. Y un hombre humillado, derrotado, en definitiva vencido por el sistema ha dejado de poseer lo único que le quedaba, su condición de ciudadano porque hasta eso le ha sido esquilmado.

Feliz año a todos los votantes del PP que un día, conscientes o no, ayudaron a que millones de Españoles perdieran lo poco que aún les quedaba: Sentirse ciudadanos. Y a todos aquellos que piensan que en la solidaridad, el arrojo, la valentía, la esperanza y, porque no, en la lucha está, no sólo la grandeza de un pueblo, sino su victoria también. Mis mejores deseos. Que los sueños nunca apaguen sus luces.

Annabella M. Calvo es socia de infoLibre

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