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El Gobierno sacará adelante el plan de reparación para víctimas de abusos con o sin la Iglesia

Una organización más que sospechosa

Fernando Pérez Martínez

La historia de la iglesia católica de los últimos cincuenta años es una sucesión de escándalos pedófilos y sexuales ininterrumpida, amén de otras actividades que no guardan relación con el culto ni con tareas estrictamente religiosas sino con la administración del patrimonio que manejan en los cinco continentes y que se caracteriza por su opacidad e inversiones de dudosa o nula legalidad como acreditan los distintos organismos encargados por los estados del control de operaciones financieras y los procesos y las sentencias emitidos por diferentes tribunales. Los siglos precedentes a las cinco décadas a las que hago referencia, ustedes decidan.

Durante los últimos cincuenta años las víctimas de los clérigos católicos se cuentan por miles a lo largo y ancho de la superficie del planeta. La característica más relevante de esta secta romana ha sido el abuso de la infancia con motivaciones sexuales. La organización católica en las últimas décadas ha destinado millones de euros a pagar indemnizaciones a las víctimas de violaciones y otros ultrajes perpetrados por su personal, para evitar ir a juicio y ser presumiblemente condenados en ellos. La actitud de la jerarquía ha sido una constante: proteger de la justicia a sus pedófilos y violadores, tapar los escándalos y ocultar como fuera posible que salga a la luz todo el volumen de sus abusos.

No se limita al personal de base, sacerdotes y frailes, sino que se extiende esta práctica abusiva a todo el cuerpo de la estructura. No es un hecho puntual que salpica a un organismo sano y ajeno a estas prácticas pues los príncipes de la iglesia cuando no están implicados directamente en los abusos protagonizándolos, son cómplices mediante su colaboración en ocultarlos y proteger a los autores impidiendo actuar a la justicia mediante cambios de destino, colegio o parroquia de los abusadores sexuales, propiciando la continuación de los asaltos en otras localidades. Así, un cura pederasta que es descubierto y denunciado en una parroquia es enviado discretamente a otra lejana de la primera en la que es bienvenido por los creyentes que ignoran ser el nuevo coto de caza de estos predadores sexuales.

Recientemente la ONU ha requerido y protestado ante el gobierno de esta secta internacional gobernada desde el Vaticano para que cese en su práctica sistemática de ocultación de estos delincuentes y en la obstrucción de los procedimientos que ponen en marcha los tribunales de justicia mediante el amparo diplomático recogido en los tratados internacionales firmados entre distintos gobiernos y el gobierno del estado Vaticano.

Este amparo de delincuentes de esta especie tan repugnante para la sensibilidad de las sociedades desarrolladas corresponde al recreado en los escritos del marqués de Sade ambientados en palacios de la curia inaccesibles y habitados por estos personajes que dan rienda suelta a sus fantasías más perversas acordes con las de estos réprobos que a la sombra del gobierno vaticano van de parroquia en parroquia y de continente en continente sometiendo a sus excesos y desafueros a los seres más inocentes, delicados y desvalidos de nuestras sociedades, marcando sus vidas con la roña de su sexualidad pervertida aprendida y/o desarrollada en sus seminarios. La lista es larga e incompleta. Sectas dentro de la secta católica como el Opus Dei (Octopus Dei le decían), Legionarios de Cristo de nombre tan aguerrido y belicoso en las prácticas violadoras desde su inicio con la protección directa de los últimos jefes de estado del Vaticano, el último ya difunto o el hibernado.

En la actualidad, el nuevo jefe de la católica multinacional de la pederastia y el abuso sexual con sede entre las joyas renacentistas de angelicales palacios, es un argentino que ha dedicado sus primeros meses a la práctica de escenificaciones muy del gusto de la parroquia católica. Opera bajo nombre falso o alias y se rodea de detalles cosméticos ofreciendo la tópica fachada archirrepetida de abuelito cariñoso con los niños, sensible al sufrimiento de los desposeídos y preocupado por las minorías injustamente perseguidas, entre otros por sus subordinados más caracterizados. Ahí termina su actuación. La realidad civil que su poderoso departamento de prensa e imagen no ha conseguido disfrazar con “posturitas” gráficas repetidas en los medios de comunicación que controlan, es la de unos subordinados de sotana levantisca que arrasan al calor de sus asaduras bajo la protección de peculiares tratados internacionales, arrancados y firmados incluso con las dictaduras más impresentables y sangrientas que han existido bajo el sol, a cambio de su apoyo o su silencio. Desafiando a los tribunales de justicia de medio mundo y a la ONU.

Un elemento esencial de su ideología radica en “el perdón de los pecados”. Es decir la posibilidad de limpiar las conciencias de todo resto de remordimiento por las faltas de carácter religioso que hayan podido cometer los seguidores de esta doctrina. A menudo lo que llaman “pecado” no se limita a transgresiones puramente religiosas, también pueden perdonar faltas y delitos civiles, siempre que medie arrepentimiento y reparación de los daños ocasionados. En ocasiones, la posibilidad de remediar el daño causado no existe como en el caso de los delitos a que hacemos referencia, abusos de menores, violaciones; o en los de asesinato, pero también se arrogan el poder de perdonarlos y encubrirlos por el llamado secreto de confesión al que pretenden acogerse como si de una figura jurídica reconocida se tratara en lugar de una mera toma de partido por el delincuente de su secta contra el resto de la sociedad.

Tu hijo o hija sufre la agresión criminal y ellos, gentilmente, les ofrecen el perdón; despreciando el derecho de las víctimas a la justicia y reparación. Es cierto que la sociedad sostiene una larga lucha contra organizaciones criminales que son tan poderosas que su erradicación no ha sido posible más que de modo parcial o a lo sumo se las contiene en unos límites que aún resultando insatisfactorios es hasta donde las sociedades han podido reprimir al crimen organizado, que no es novedad para nadie, penetra no pocas parcelas de la administración civil y judicial de nuestros estados democráticos.

Resulta un secreto a voces la conexión de esta secta, la católica romana, con sede en un estado reconocido por la sociedad de naciones y diversos y poderosos grupos del crimen organizado. Y un misterio la razón de por qué una banda con una trayectoria tan sucia, relacionada con la mayor parte de los delincuentes internacionales y con delitos tan rechazables como los conocidos y mencionados en este artículo sea consentida, homenajeada y a menudo promocionada con subvenciones de fondos públicos por los gobiernos democráticos de los estados de derecho modernos. Una organización tan sospechosa que mina la credibilidad de los gobiernos que la reconocen, promocionan y amparan. Una organización más que sospechosa.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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