El apuesto velo que difumina lo anodino

Fernando Pérez Martínez

Tenemos un nuevo secretario general de un PSOE que se pretende renovado, un relevo generacional en la dirigencia, un cambio en el logotipo y una mudanza en la imagen y guardarropía exhibida cara al público. Más un arsenal de gestos y promesas de reforma troqueladas en discursos gastados, refritos que zumban en nuestros oídos como el enésimo plagio de viejas arengas de campaña de los últimos treinta años.

En cuestión de meses se nos presenta un líder carismático que un semestre antes formaba parte de los correturnos que calientan los escaños del congreso aplaudiendo con mayor o menor fervor las iniciativas del secretario general del partido, sin deslizarse de la línea oficial ni un milímetro.

Un economista de apariencia juvenil que parece sacado de un spot publicitario, desde la sonrisa esplendente, hasta el tupé. Todo lo que a él se refiere parece haber salido del departamento de diseño de una campaña de la Coca-Cola, incluida su pareja, de tinte “porque ella lo vale”, hasta las hijas, que mostró en campaña y que dan muy bien en la pantalla amiga para convencernos de que es un hombre normal, sin trampa ni cartón.

Sin novedad han transcurridos dos meses desde su elección directa por la militancia del Partido. Cincuenta mil votos le alzaron con la secretaría general de un total de doscientos y pico mil posibles, tampoco es una elección abrumadora. Más, si tenemos en cuenta que el discurso que sostuvo durante su periplo electoral, plagado de ambigüedad era al noventa por ciento el mismo que articulaban sus rivales. Ni una sola línea que le desvincule de la inepta oposición que denunciaba, la que se intentó resolver en un gobierno de coalición PP-PSOE como conclusión del fracaso institucional de gobierno y oposición.

Nada concreto sobre un programa electoral que le defina más allá de la insistencia en los lugares comunes de pleno empleo, acabar con el paro juvenil, con la corrupción…, sin especificar medidas que hagan creíble, plausible la voluntad del nuevo secretario general del PSOE.

La novedad es que se sospecha que este candidato era la tapadera de las ambiciones de la, de pronto, factótum del PSOE de Andalucía, Susana Díaz, cuya militancia corresponde al volumen de votos alcanzados por Pedro Sánchez. No hay anatema contra quienes usaron cargos públicos para situarse en la empresa privada.

No hay expulsiones del partido de aquellos que después de enfrentarse a las fuerzas del capital salvaje y aniquilador de las libertades, se acomodaron en el regazo de las multinacionales aceptando las caricias en el lomo de sus otrora “cuasi enemigos”, que les hartan con sofisticadas lentejas por sus buenos servicios.

No hay argumentos, concreción de medidas para detener los desahucios propiciados por una vetusta legislación deslegitimada por tribunales de justicia europeos.

Nada sobre esa deuda de los bancos regidos con torpeza y malicia que acumularon un agujero multimillonario, que debemos llenar con el dinero de nuestros salarios, educación, sanidad, ayuda a la dependencia…

Nada sobre esa justicia desharrapada, obediente, interesadamente lentísima, trasteada por las tramas corruptas. Sobre ese Poder Judicial español que detenta el gobierno. Sobre ese poder legislativo español que detenta el gobierno. Sobre ese poder ejecutivo español que detenta el gobierno… ¡alemán!

Ninguna medida que castigue a corruptores y corruptos. Ni una palabra nueva sobre la articulación territorial de España. Sólo las vagas referencias a reformas constitucionales que ya fueron canción del verano hace quince años y su estribillo vuelve a sonar a título de novedad.

Nada que ofrezca la más mínima posibilidad de alentar la expectativa de la defensa de las libertades civiles, la recuperación del crédito en las instituciones por parte del “re-degenerado PSOE” que nos presenta ese chico tan mono y de sonrisa tan agradable.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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