El mundo invisible de los sindicatos anónimos

Manuela Martínez Jiménez

InfoLibre cumplió su promesa y a los pocos días de hacerme socia, llegó a mi casa el último libro del Gran Wyoming, firmado y dedicado.

Según el autor, este libro es “un antídoto contra el derrotismo, la impotencia, la rendición incondicional y el pesimismo”. Haciéndolo, afirma, descubrió “el mundo invisible. Un mundo habitado por personas que trabajan para los que tienen problemas en primera línea, plantando cara al poderoso, a aquel contra el que nada se puede hacer según afirman los mensajes que nos envían del mundo real. Personas que dejaron atrás la resignación y el debate indignado, y se pusieron a trabajar en las soluciones”.

Al leerlo pensé, si estamos hablando de mundo invisible, por qué retrata sólo a gente que ya no es invisible, que forma parte de nuestra historia más reciente porque, con mayor o menor intensidad, se han terminado colando en los medios de comunicación tradicionales, al tiempo que han hecho un buen uso de las redes sociales para visibilizar su activismo.

Y me dije, ¡falta un capítulo dedicado al sindicalista anónimo!

Sí, ya sé, quién soy yo para decirle al Gran Wyoming sobre lo que tiene que escribir. Además, imagino que sus asesores le habrán dicho que hablar sobre sindicalistas y sindicalismo vende poco, sobre todo desde que los poderosos han decidido que hay que acabar con los sindicatos de clase o debilitarlos hasta convertirlos en una herramienta inservible para los trabajadores. Pero precisamente porque el contexto es hostil, reivindico aquí y ahora la visibilidad del trabajo sindical que desarrollan cientos de miles de delegados y delegadas sindicales en nuestro país. Ellos y ellas son el alma del sindicato y tienen algo en común: han decidido no dejar solos a sus compañeros en una coyuntura especialmente complicada en la que el miedo a perder el empleo, diga lo que diga el señor De Guindos, sigue condicionando el día a día en la mayoría de nuestras empresas.

A ese hombre o a esa mujer que, con la que está cayendo, decide implicarse en la actividad sindical en su centro de trabajo hay que reconocerle un coraje y una valentía fuera de lo común. A esa persona que trabaja en primera línea para intentar resolver los problemas laborales de sus compañeros de trabajo y neutralizar su miedo para que luchen por lo suyo; que negocia con el empresario o se enfrenta a él cuando es incumplidor, bien porque pasa de convenio colectivo y de contrato de trabajo, bien porque intenta sacar el máximo partido a la reforma laboral para explotar a los trabajadores; que reclama ante la Inspección de Trabajo los derechos que sus compañeros no se atreverían por miedo a perder su empleo; que acude al Sindicato en busca de asesoramiento especializado cuando los problemas son de mayor envergadura; que vigila los riesgos y la salud laboral de sus compañeros; que realiza propuestas para mejorar las condiciones laborales y la calidad del empleo; que defiende cada puesto de trabajo como si fuese el suyo propio; que convoca asambleas de trabajadoras; que lidera las movilizaciones y las huelgas… y, en muchos casos, sin mirar ni el reloj ni el calendario, sacrificando su tiempo personal y familiar.

Reivindico, sin más, la noble tarea que realizan tantos y tantas sindicalistas anónimos y lo hago con conocimiento de causa. Llevo casi 30 años afiliada a la UGT y sé muy bien que han sido, son y serán parte del mundo invisible que los medios acotan para que la ciudadanía no conozca más realidad que la que interesa a los poderosos.

O es que nadie se pregunta por qué la mayoría de las veces se silencian los logros sindicales cuando se informa sobre lo ocurrido en tal o cual empresa. Por qué se pasa de puntillas por el fondo del conflicto o por la compleja labor desarrollada por los sindicalistas hasta alcanzar una solución beneficiosa para los trabajadores. O por qué prefieren los medios los términos genéricos y evitan las siglas de los sindicatos de clase cuando informan de un logro y, por el contrario, las ponen en páginas destacadas y con un titular atrayente cuando se trata de una noticia negativa.

Blanco y en botella.

Manuela Martínez Jiménez es socia de infoLibre

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