Librepensadores

Carta de mi hija Lucía al mundo

Antonio Espinós Soliveres

Buenos días Madrid.

Escribo desde Santiago de Chile, donde vivo ahora.

Soy madrileña, soy del Mediterráneo y de Cantabria, soy de allí, de la Península, de mi tierra que tanto añoro. De las calles de Lavapiés, llenas de vida y música y sus plazas despiertas de democracia y “haceres” colectivos, del barrio del Pilar donde viví llena de afecto y oportunidades, de la sierra de Madrid que me llena los pulmones y dibuja una perspectiva hermosa de la capital y también soy del origen de La Indignación.

Soy ilustradora, también arquitecta y payasa, soy bailaora de flamenco y muralista, soy profesora de dibujo, matemáticas, física y estructuras, soy Lucía. Emigré a Chile el 5 de septiembre de 2013, solo me dejaban llevar una maleta de 23 kilos.

Dentro de cuatro meses y medio doy a luz a mi primera hija y estoy lejos de mi madre, de mi padre y de mi hermano. Vivo en una sociedad donde no existen los derechos sociales pero hay trabajo. También tengo las montañas cerca, son el símbolo más hermoso que conozco de frontera, Los Andes titulan el sentimiento de lejanía. Vivo a 10.693,19 kilómetros de mi tierra, para viajar a España necesito entre 700 y 2000 euros, según la temporada.

En Santiago soy profesora en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile, trabajo independiente como artista plástica y arquitecta y es imposible ahorrar. La universidad no puede hacerme contrato ni pagarme mi trabajo en su totalidad porque mi título español de la Escuela Politécnica de Madrid no vale y hay que rehacer parte de la carrera, así que tengo un Convenio a honorarios, me pagan por mes trabajado. La manera de viajar a Madrid es comprar un billete cuando ingreso el dinero suficiente para ello.

Vivo con una nostalgia disfrazada de ilusión. He aprendido a agradecer el presente por las oportunidades que han surgido desde que llegué, pero no puedo integrarme plenamente en esta sociedad, no sé si quiero.

Mi compañero es chileno, es un hombre que me ha enseñado a manejar mi instinto, que me apoya en cada decisión y me sostiene cuando lo necesito. Desde hace unos meses nuestro destino va a estar dividido en dos tierras, las raíces de ambos.

Quiero regresar a España, quiero que mi hija crezca con sus abuelos y su tío, quiero rodearme de la música que tantos años me ha acompañado, quiero trabajar en Madrid, pasear con mi madre, que echar de menos no sea mi despertador.

El día 1 de enero viajaba de vuelta a Santiago después de unas vacaciones de Navidad, en la televisión aparecían imágenes de familias despidiéndose en el aeropuerto de Barajas, no sé por qué veíamos las noticias antes del volar de vuelta, quizá no había otra manera de compartir la nostalgia por adelantado. En ese momento miraba a mi madre, que apretaba la barbilla como yo, no era emoción era pena, de separarnos. No van a ver crecer mi barriga, cada día se la muestro por Skype, bendito invento.

Escribo a mi hija un libro desde que supe que estaba embarazada, le hablo de lo que siento y le relato las historias que me acompañan, le cuento cómo es la familia que está lejos.

Buenos días mundo lleno de fronteras, mares que separan familias, vientos que ensanchan velas y se llevan navíos a tierras vacías. Buenos días mundo que exige finales y olvida principios y prefiere la búsqueda del éxito que tejer afectos de desayuno. Mundo, te doy los buenos días deshaciendo los nudos de la distancia y convirtiendo las nostalgias en mermelada.

Lucía Espinós Bermejo.

Antonio Espinós Soliveres es padre de Lucía y socio de infoLibre y nos hace llegar la carta de su hija.

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