Al enemigo, ni agua

Fernando Pérez Martínez

Eso que nos dice el médico de cabecera: “Tiene usted que beber entre dos y dos litros y medio de agua al día”, son pamplinas. Lo comprobé recientemente en un hospital de la red pública de Ignacio González, Nacho el del ático, para entendernos, el presidente heredero de la Comunidad de Madrid por designio de Esperanza Aguirre. Espero escucharle decir, en su estilo, que el agua está sobrevalorada, que se trata de otro caso de mal uso, de abuso por parte de los ciudadanos.

Fui a visitar a un amigo ingresado en un macrohospital sito en Majadahonda, Madrid, con tan poca previsión por mi parte que coincidí con la hora del reparto de las bandejas del catering que sirve las comidas. Mi amigo estaba atado a la cama por una serie de tubitos que iban de un “báculo” que sostenía bolsas de suero y fármacos varios hasta su brazo en el que se insertaba un grifo pequeñito que llaman vía.

Traté de remediar la desatención de interrumpir la hora del condumio ejerciendo de buen samaritano. Así que tras regular la mesa a la altura adecuada, coloqué la bandeja de las viandas sobre la misma y la destapé. Allí estaban repartidos en los huecos de la bandeja isotérmica, la bolsa de plástico transparente de los cubiertos envueltos en su servilleta de celulosa, su bollo de pan industrial también en su bolsita, su cuenquecito de crema de puerros de color gris junto a la escudilla que contenía la consabida patita de pollo anémico hervida, con el seductor deshabillé de piel de gallina a medio muslo, componiendo el, si bien poco apetitoso, sí saludable y pálido bodegón de comida hospitalaria. Con su manzanita y su yogur de coco y todo.

Todo no. Se han olvidado el agua, dije y me dirigí a la puerta de la habitación para reclamar el botellín de líquido elemento que ayude a trasegar viandas y medicinas. Mi amigo me detuvo en mitad del trayecto. Nunca dan agua. Ni con la comida, ni con la cena. Ni un vaso. Si quieres acompañar los alimentos con agua, deberás proveerte de monedas e ir a buscar en el pasillo una máquina expendedora de refrescos, que también dispensa envases de medio litro de agua al sacrílego precio de “sólo” noventa y cinco céntimos. Fresquita.

Hace mucho que pasaron los tiempos en que los ciudadanos de Madrid se sentían orgullosos del agua del Lozoya que manaba de los grifos y corría por nuestras tuberías. Ahora disponemos de un caldo transparente fuertemente clorado que amén de atentar contra la definición del agua como insípido e inodoro fluido, puede desencadenar turbulencias digestivas. Sobre todo entre la gente que está más delicada como suele suceder entre los ingresados en hospitales. Es por esto que los madrileños a la hora de beber agua la filtramos en casa o la preferimos embotellada para tener la fiesta en paz.

El agua que han de beber los ingresados en hospitales madrileños la externalizaron, se privatizó no sé cuándo. Es de pago y a unos precios descabellados. Juzguen ustedes. Cada litro sale a un euro con noventa céntimos (unas trescientas quince pesetas). Si seguimos los bienintencionados consejos del médico de cabecera de trasegar dos litros y medio por día, sumamos la estratosférica cantidad de setecientas ochenta y ocho pesetas, es decir cuatro euros con setenta y cinco céntimos más o menos por día. Lo que convierte el coste de una semana de hospitalización sólo en consumo de agua en una cifra próxima a los treinta y tres euros con veinticinco céntimos por persona. Lo que redondea con aproximación una cantidad de 33.250 euros en agua por mil camas ocupadas en una semana para cualquier hospital de la red pública madrileña.

¿Quién eligió, transparentemente, al aguador de los hospitales públicos de Madrid para que pueda estar facturando semejantes cifras, comerciando a precios usurarios con el bien más necesario después del aire? ¿El delegado que Nacho el del ático, designó con su dedo presunto para la sanidad madrileña? ¿Podremos llegar a conocer los méritos de semejante ejemplo para emprendedores?

No, seguro que es información reservada. Seguro que hay un motivo razonable que desconocemos, no es posible que este inmenso negocio privado sobre los bienes públicos, esté funcionando con este descaro e impunidad ante nuestras narices. Sin duda que el agua no es tan necesaria, como nos dirá un día u otro el experto en dietética infantil, y sellador de comedores escolares, Ignacio González. El agua debe tratarse de un lujo sólo al alcance de caprichosos enfermos de la enferma sociedad europea occidental y nosotros en Babia, pensando que era un bien esencial y asequible.

Madrileño, votes o no, aunque no lo creas, tú eres también responsable de la deriva perversa que la gestión del equipo de Ignacio González imprime en el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Mereces que los responsables de la política de precios del agua que se vende en los hospitales públicos, como si de un refresco se tratara, te expliquen qué hacen, cómo y para qué lo hacen. Han externalizado el agua de los hospitales públicos madrileños para beneficio de los ciudadanos, dicen. Bien. ¿Para beneficio de cuántos ciudadanos?

Nacho, dinos desde tu ático de master del universo, cuál es la razón de que el medio litro de agua suministrado en tus máquinas expendedoras de los hospitales públicos madrileños deba superar un precio de, pongamos, veinte céntimos de euro. En el supermercado la botella de litro y medio no llega o apenas supera como mucho los cincuenta céntimos…

Con la bendición de Nacho el del ático, presidente de la CAM, los precios hostiles del agua que aplican sus máquinas, señalan a los pacientes como si de enemigos se tratara. Será por esto norma de la casa la máxima guerrera: al enemigo ni agua…

Se calcula en 15.000 camas hospitalarias disponibles en los centros públicos de la Comunidad de Madrid en el año 2.008 (Informe anual del sistema nacional de salud 2008-Madrid). Haciendo la cuenta de la vieja, el negocio privado del agua en los hospitales públicos de la Comunidad Autónoma de Madrid se movería en torno a los 498.750 euros cada semana. ¡1.995.000 euros cada mes!

Como no podrá menos que reconocer el multimillonario aguador, emprendedor y “amiguito del alma”, por lo menos, de Nacho, el del ático imperial de Estepona, la mala salud pública de los madrileños es un extraordinario negocio privado. Cuanto peor, mejor.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

Fe de errores: el error en el cálculo mensual que aparecía en la versión inicial de este artículo ha sido corregido por el propio autor.

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