Trabajo, sacrificio y esfuerzo

Fernando Pérez Martínez

La huella que dejan diez memorables días de frío del mes de febrero, aún está metida bajo la piel. En mis dedos, que proyectan un aura helada sobre el teclado caliente del viejo ordenador, que apenas caldea mis manos apoyadas en su superficie mientras tecleo estas palabras de pobreza energética.

Asisto a los partes meteorológicos como los pioneros del lejano oeste, cercados en la pradera, escrutan la llegada del socorro sobre la línea del horizonte. Analizo los brotes del árbol de las mimosas esperando desentrañar el misterio de la primavera que llegará.

Contemplo la faz esquinada del ministro de la cosa eléctrica y energética que hace torpes malabarismos, en declaraciones ante las cámaras de los telediarios, con las hipertróficas cifras de las tarifas que rebanan las magras economías de las desnutridas nóminas familiares, con la afilada codicia de recibos, como navajas, que diezman el presupuesto doméstico, para concluir, contra toda evidencia, que pese a la subida arbitraria de la factura mensual, los precios están bajando merced a los esfuerzos y hábiles maniobras gubernamentales.

El precio del barril de petróleo ha bajado su coste a la mitad y una parte de España se ahorrará una millonada anual en importación de este producto, pero a los españoles apenas les repercute en un mísero porcentaje. Para estos sólo las carreteras bacheadas, los coches pendientes de revisión, los neumáticos apurados hasta el alambre…

Los datos del paro mejoran, nos dice la propaganda que divulga el Ministerio oportuno, sin que la mano de obra que abarrota las colas de solicitantes de empleo disminuyan.

Las pantallas de los noticieros de la televisión se incendian con la polémica sobre la destitución del candidato autonómico respaldado por el voto popular que apoya a la marea blanca. Aparece la gestora tripulada por lamentables espectros del ayer fracasado de la Comunidad de Madrid, en mi opinión engullidos por operaciones inconfesables de compra de los rentables Tamayo y Sáez, saldados y amortizados, que nos proporcionaron este prolongado invierno que todavía dura, y pasa de veinte años.

Las nuevas caras de corte comercial y hollywoodiense afirman con voz impostada y hueca en escenografías teatrales que “vamos a ganar”, mientras la honrada militancia busca una esperanza, por remota que sea, volviendo los ojos fuera del partido que sostuvieron con sus votos durante el último tercio de siglo.

En mitad de la ventisca que arrea puñaladas de cierzo desde todos los puntos de la rosa de los vientos, sólo se ve sonreír, asomando el colmillo retorcido, a las hienas bien nutridas desde los despachos del poder, no sólo gubernamental sino de las obesas corporaciones que incorporan sin tregua a las figuras que un día representaron, o así lo hicieron ver, las ilusiones de progreso, libertad y justicia para gran parte de las masas populares, que hoy, caídas en el arroyo contemplan anonadadas, el carnaval en que todo parece haber devenido.

Llegará la primavera y traerá las urnas y florecerán los votos en ellas. Serán las manos heladas, los rostros desnutridos, los ancianos estafados, los jóvenes sin futuro, los supervivientes de la sanidad esquilmada, los enfermos sin tratamiento, los asalariados del hambre, los engañados hasta el sarcasmo…, quienes depositen su voto ecuánime, como semilla redentora del futuro robado.

Votad, votad, benditos españoles. No con las vísceras, con la cabeza, sin rencor, con confianza. Hay un futuro y lo tendrás en tus manos esta primavera y este noviembre venideros. Nuestros trabajos, sacrificios y esfuerzos nos dan derecho a ser modestamente felices. No desesperes, lucha con tu voto por los tuyos, aunque la noche oscura no te lo deje ver, para bien o para mal, el futuro está llegando… Tú eliges.

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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