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Democracia desastrosa a la medida del PP

Amador Ramos Martos

En la propuesta-defensa de reforma de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (LOREG) por parte del PP –y puesta en boca de su portavoz Rafael Hernando– se desliza una sarta de argumentos que, engarzados, tratan de vendernos como un aparente collar democrático. Los hay variopintos, algunos incluso de castigo.

Dominador absoluto del Congreso tras las elecciones de 2011 y con un casi monopolio del poder municipal, gobernando no para el país ni sus ciudadanos, sino para su exclusiva y excluyente parroquia electoral, el PP ha adquirido malos hábitos y olvidado conceptos básicos democráticos.

Defiende el lúcido y democrático Hernando que: "Se trata de un sistema a dos vueltas con una prima de mayoría para que gobierne quien gana y no quien pierde". Una polémica perla de entrada que nos pone en guardia ante el resto de su discurso. Pero sigamos, que las PPeradas del PP y de Hernando dan mucho juego dialéctico.

Se defiende en el nuevo texto legal propuesto que: “El nuevo sistema garantiza la mayoría absoluta a la lista más votada”, que según el nuevo texto "obtendrá automáticamente la mitad más uno de los puestos de concejal en el Ayuntamiento" y facilitará que “quien gane con claridad las elecciones gobierne, evitando las negociaciones opacas al margen de la voluntad electoral y asegurando que los gobiernos municipales se sustenten en el respaldo mayoritario de los ciudadanos". Un contrasentido y un oxímoron –mayoría absoluta minoritaria- democrático desde el ángulo ideológico que se mire, salvo para algunas ideologías y partidos con una actitud rayana en los límites de lo antidemocrático.

Da por hecho el PP, alucinando a consecuencia de su actual síndrome de abstinencia de poder absoluto –disfrutado hasta hace poco– lo que es un “resultado claro” expresado en la urnas, y que la “minoría ganadora” es representativa de la voluntad ciudadana frente a la en muchas ocasiones mayoría social expresada en las urnas a alternativas diferentes –no incompatibles entre ellas– y a la que el “falso vencedor”, minoría social les guste o no, ignora electoralmente

Y lo afirma Hernando sin despeinarse, sin que le tiemble el flequillo que cae sobre su frontal derecho en estado de perenne ebullición reaccionaria, asumiendo como normalidad democrática que una minoría se convierta por arte de birlibirloque, de minoría mayoritaria en mayoría absoluta, lo que supone en mi modesta opinión una auténtica aberración en una democracia que se dice representativa. ¡Cosas de estos magos de la política!

Lo que la ley pretende, y calla Hernando, es impedir sin matices toda negociación y entendimiento que conduzca a coaliciones -quedan prohibidas expresamente llegado el caso–postelectorales mayoritarias que los sitúe al margen de la mismas, por considerarse como realizadas a espaldas de los ciudadanos, cuando en realidad se realizan democrática y libremente para desplazar o impedir el acceso al poder de minorías excluyentes que se consideren un riesgo por la mayoría de ciudadanos y, en situaciones límites, para la democracia.

El mensaje deja claro que fuera de la “minoría mayoritaria ganadora”, no existen alternativas democráticas. Vamos, lo que se defiende es un sucedáneo de… “golpe de estado democrático”. Algo parecido, un déjà vu que hemos padecido y padecemos desde tiempos no tan lejanos. Preso del pánico tras el desastre electoral sufrido en las últimas municipales y autonómicas, el PP intenta encarar –no sé si mirando al sol– el futuro que deben ver de color azul obscuro casi negro manipulando con sospechosa e innecesaria urgencia –con sus resultados en las elecciones municipales aún de cuerpo presente– la reforma de una ley en principio pensada a largo plazo para las municipales y... ¿a corto para las generales como objetivo inmediato?

En su intento de encrespar con apremio los tiempos políticos para retorcer los límites de la democracia, el portacoz –perdón portavoz– del PP acusa al PSOE de “haber favorecido pactos de perdedores”, “cambiar las ciudades como si de cromos se tratara”, “no poder negarse al debate de la reforma electoral”, “que los ciudadanos tomarán buena nota de sus engaños”, “pactar con populismos”… para finalmente reclamar: “Madurez y sensatez”, e invitar al diálogo: “Podemos hablar de todo”.

Sorprende y resulta poco creíble la oferta del PP –puesta en boca de su vocero Hernando–, que durante toda la legislatura ha despreciado a la oposición, constituida por partidos democráticos representantes de ciudadanos excluídos por el PP, ahogando todo tipo de iniciativas y diálogo, protegido para este fin en su mayoría parlamentaria utilizada como un bunker antidemocrático.

El PP ha gobernado haciendo de su “capa política un sayo”, a la medida de su minoría social reaccionaria, excluyente y dogmática. Para ello, recurrió, sigue recurriendo y recurrirá a su apisonadora parlamentaria llegado el momento, lo ha dicho Hernando –portacoz del Gobierno–: si nadie acude a su reclamo de consenso –¡mucho cuidado PSOE!–  para modificar una ley que le incomoda en su ansia hoy por hoy frustrada de poder –¡cuidado con las frustraciones– y que roza, si no invade, el terreno antidemocrático.

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Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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