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Tordesillas: donde el toro es el menos animal

Toro de la vega

Ángel Dorado

En mis frecuentes viajes a Galicia, paso a la altura del pueblo vallisoletano de Tordesillas, sí, ese donde, desde 1534 en septiembre, a caballo o a pie decenas de ¿personas? lancean a un toro de lidia hasta la muerte. Mientras esta infame crueldad innecesaria se produce, miles de espectadores, hasta 35.000, asisten entusiasmados, incluso muchos llevan a sus pequeños para que, desde muy temprana edad, “aprendan” respeto por la vida animal.

Por simple educación me reservo mis pensamientos y opiniones cuando diviso Tordesillas, y especialmente por respeto a los vecinos que están en contra de tal aberración. ¡Qué difícil lo tienen!, no se atreven a oponerse públicamente. A este respecto, escuché a uno de ellos, con la cara tapada, mostrar su oposición a esta “tradición”. ¡Malditas tradiciones!, algunas.

Los vecinos favorables a esta vergüenza, todos ellos muy “españoles”, quieren esconderla debido a que la organización prohíbe a los medios tomar imágenes del sufrimiento y muerte del toro, motivo por el que, tanto ellos como los animalistas, tienen que hacerlo de manera clandestina, lo cual no les evita el riesgo de que les partan la cara como en ocasiones ha sucedido en este sanguinario espectáculo llamado “Inmemorial Torneo del Toro de la Vega”.

Como decía Adolfo Suárez, “puedo prometer y prometo” que no volveré a pisar el bello pueblo de Tordesillas, incluso aunque por ley se erradicase la tortura del animal, porque ello no supondría que la mayoría de sus vecinos hubiese reflexionado sobre su salvajismo. De darse esta reflexión, volvería a parar en esa localidad, aunque no tengo ninguna esperanza si tenemos en cuenta las increíbles justificaciones que esgrime la mayoría de los tordesillanos, jóvenes y mayores, para defender el sufrimiento innecesario del toro. Son fieles representantes de la España profunda, medieval, ignorante y violenta. Son sádicos, cobardes y hacen gala de un salvajismo desalmado, además de un desequilibrio mental considerable. ¿De qué pasta están hechos? Desde un punto de vista intelectual, no les tengo ningún respeto.

Y qué decir del alcalde socialista de Tordesillas, quien en su supina estupidez asegura que “el toro siente dolor, pero no sufre”, o que “se trata de un acto legal”. Dicen que se quedó tan pancho. Señor Pedro Sánchez, señores dirigentes del PSOE, expulsen ¡ya! del partido a este personaje que flaco favor está haciendo a la organización. De no hacerlo, seguirán siendo cómplices de un acto primitivo y cruel para el que no existe justificación moral. Sepan, que nos encontramos ante la dialéctica entre el sentido común y la barbarie.

En cuanto a la posición del PP y Ciudadanos sobre el asunto que nos ocupa consideran que hay que “atenerse al cumplimiento de la norma”, ¡manda carallo!, mientras IU y Podemos declaran su absoluta repulsa y oposición a tamaña barbaridad.

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Por cierto, el franquismo prohibió esta brutalidad repugnante entre 1966 y 1969 al quedar el acto reducido exclusivamente al encierro sin lancear al toro. ¡Qué cosas!, ¿no? Sin embargo, la enorme presión que ejercieron diversas personalidades hizo que se volviera a autorizar el torneo en su modalidad “tradicional”, a saber, acabar con la vida del toro después de haberlo dejado como un colador.

Aunque en esta ocasión alzo mi voz una vez más en contra de el Toro de la Vega, no me olvido de las otras muchas torturas que sufren los animales en las 14.000 “fiestas populares” que anualmente se celebran a lo largo y ancho de esta España nuestra, incluida la tauromaquia. ¿Serán marca España? Entonces a mí me avergüenza este país.

Ángel Dorado es socio de infoLibre

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