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La legitimidad de los pactos del ‘dinamitero’ Sánchez

Amador Ramos Martos

La enorme dificultad (¿imposibilidad?) de lograr pactos que hagan viable en el corto plazo la formación de Gobierno empieza a poner nerviosos a algunos medios de comunicación como es el caso de El País. Poco añade al valor mediático de este periódico, el desbordar los límites de lo que en una crisis política tan compleja como la actual, debiera ser una exquisita calma mediática y huir de críticas realizadas con la “pluma caliente” que puedan resultar desequilibradas y contribuir al desprestigio de los receptores de las mismas.

Que la línea editorial de El País viene condicionada por las opiniones de su presidente no creo que nadie lo dude, pero pasar de la opinión a la descalificación en los límites del insulto a Pedro Sánchez, es un trecho mediático recorrido precipitadamente y con una dosis de saña impropias de un periódico que pretende marcar diferencias de estilo con el resto de la prensa escrita sea en papel o digitalmente.

Que Cebrián a quién me temo afectado por el síndrome de PedroJota –que se creyó en su momento álgido el oráculo de Delfos político de nuestro país- intente marcar la hoja de ruta, discurso y alianzas al PSOE (pero no sólo) me parece una insolencia y una humillación a Pedro Sánchez y la actual dirección del PSOE.

¿No tiene nada que decir al respecto el comité federal del partido?

Argumentos como: “Mostrarse partidario de que el PSOE debe hacer posible un Gobierno de PP y Ciudadanos que no esté presidido por Rajoy” o "la izquierda de este país no debería temer contribuir a una solución de este género" evidencian el grado de implicación de Cebrián en el intento por modelar un pacto de Gobierno a la medida de los intereses financieros de siempre, e intuyo que también… de Prisa.

Por cierto, no sé si Antonio Caño tiene algo que matizar u opinar al respecto.

Sorprenden en el editorial del domingo 31 de enero: “El PSOE no es la CUP”, los calificativos con los que “adorna” El País a Pedro Sánchez para descalificarle como líder del PSOE. Este párrafo no tiene desperdicio: “Esa tendencia de acudir a las bases cuando el dirigente tiene problemas es recurso de políticos mediocres y de organizaciones populistas, no de un partido serio y comprometido en la gobernabilidad de España. Hacerlo, además, sin contar con los demás dirigentes del partido —peor aún, burlando su autoridad, puesto que se había reunido con ellos días antes y no les informó de sus planes— significa desconfiar de la democracia interna del partido y saltarse a la torera las reglas del juego. Dinamitar las estructuras por discrepar de una decisión muestra poca responsabilidad de parte de Sánchez”, el País –entiendo que con el visto bueno de Cebrián y me imagino que también de Caño-, de una tacada, califican a Pedro Sánchez de: “mediocre, populista, insensato (poco serio), burlador desconfiado y dinamitero (de su partido, de la democracia interna y de la estructura del mismo) e irresponsable”.

¿Alguien da más?

No puedo negar el derecho democrático de El País (Cebrián) a expresarse libremente, pero en las actuales circunstancias donde el ambiente político está altamente enrarecido y contaminado por intereses no siempre democráticos, me parece estéticamente poco defendible que el periódico del presidente del mayor emporio mediático –donde la información intuyo que ha dejado de ser la prioridad en aras de las cuotas del share mediático y de la cuenta de resultados- del país se involucre tan “a cara descubierta” en deslegitimar –quién lo autoriza democráticamente para hacerlo- las decisiones de la actual dirección del PSOE en un asunto que requeriría de más distancia, finura y respeto mediático hacia las mismas y hacia Pedro Sánchez, el único político que de forma clara se está moviendo o lo intenta en el endiablado escenario político que todos –y no solo Cebrián- sufrimos.

Políticamente hablando a Pedro Sánchez le ha tocado en suerte “bailar con la más fea”, pero reconozco, que al menos intenta esbozar pasos en una resbaladiza pista de baile mientras otros bailarines, fuera de la misma, se mantienen inmóviles y confortables, mirando y criticando su estilo de “mal bailarín” pero eso sí, esperando y deseando el momento en que resbale y se caiga de bruces.

Lo que está sobre la mesa es el problema de ¿a quién corresponde el rol de legitimador de la democracia dentro de los partidos, y a quién medir el grado de concordancia entre los deseos de los votantes y militantes –probablemente más en este segundo caso- de un partido y su programa?

Cuando los votantes y militantes dan o damos voz a nuestros elegidos perdemos la capacidad democrática de manifestar nuestros desacuerdos con las decisiones no siempre planificadas ni acordes con el programa de los partidos que votamos, y lo más importante, no existen mecanismos de corrección a corto y medio plazo –imprescindibles en mi opinión- frente a sus desviaciones programáticas por parte de los electores o bases del partido.

Lo que plantea la duda más que razonable, de si la democracia está siempre garantizada dentro de la vida interna de los partidos –PSOE en este caso- y de que si un líder democráticamente elegido como en el caso de Pedro Sánchez, puede ser ahora puesto en solfa por las estructuras de poder de su partido contando –sin evidencia de ello- con la aprobación por parte de las bases y votantes de sus decisiones.

¿A quién se debe como está ocurriendo en las circunstancias actuales Pedro Sánchez, a sus militantes, a sus votantes o al comité federal del partido? Y ¿quién legitima las decisiones y el grado de democracia interna dentro del partido?

Recurriendo a las bases para legitimar los pactos posibles con otros partidos en contra de algunas federaciones y de sus líderes territoriales, Pedro Sánchez deja claro que dentro del comité federal nada lo está en este tema, y ante la razonable ¿duda? de la presunción democrática o del riesgo de discordancia en este nivel de decisión respecto a otros niveles, recurre al escalón inferior –el de las bases– más representativo democráticamente.

El tema no es menor y debería ser puesto en cuarentena y abordado para huyendo del excesivo asamblearismo, no caer en la rigidez excesiva en que con frecuencia cae la estructura interna de los partidos, sobre todo, cuando algunos responsables del PSOE se han convertido en interpretes exclusivos de la voluntad de unos votantes que los han dejado en las cotas de voto más bajas de su historia y que parecen –como Cebrián- no haber entendido el mensaje depositado en las urnas por los ciudadanos.

Argumenta también el periódico de Cebrián refiriéndose al líder del PSOE: “el desconocimiento de la naturaleza verdadera del PSOE, un partido de electores más que de militantes, como él mismo ha señalado en ocasiones recientes”.

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Las preguntas que me hago después de leer esta afirmación son ¿no le ha quedado claro a Cebrián y al comité federal del PSOE, un partido con 90 diputados y en caída libre en la intención de voto y que está siendo abandonado por sus votantes que constituyen según Cebrián su verdadera naturaleza -y desconocida según él por Pedro Sánchez- el mensaje de los electores? ¿Bajando el nivel de consulta a los militantes ante cualquier posible pacto de gobierno, no está Sánchez mejorando la calidad democrática de sus decisiones? ¿Habría que bajar al nivel de los votantes como parece insinuar Cebrián -o yo mal deduzco- el nivel de legitimidad en cada partido a las decisiones de sus líderes?

No hay más cuestiones.

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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