Librepensadores

¿Odio o memoria?

Raúl Gómez Sánchez

"Perdón, perdón, perdón". En esta triple súplica de indulgencia se imaginaba Eduardo Haro Tecglen, el año 2000, a un Felipe González en el futuro, o a alguno de sus descendientes si dicho futuro se alejaba más allá de los límites de la biología, compungido por sus responsabilidades en la aniquilación de la izquierda de nuestro país. Más que en la aniquilación como opción política –reciente entonces la mayoría absoluta de una derecha volcada hacia su vocación más extrema–, en su responsabilidad en el vaciamiento de sus valores y la prostitución de sus contenidos, lo que resulta mucho más nefasto para su posible resurgir, pues si se aniquila cuerpo y alma existe la posibilidad de que el vacío dejado venga a ser ocupado por un nuevo cuerpo con su alma intacta. Pero si sólo se socava la esencia, fundamento, ética y objetivos de la izquierda, como tan claramente nos describe el ínclito Eduardo Haro, pero no se desaloja ese espacio político, dejándolo ocupado por un cuerpo sin alma dedicado a disimular y mostrar las banderas, puños, rosas y sintonías, así como repitiendo hasta la saciedad la palabra "progresista", el esfuerzo de análisis necesario por parte del ciudadano para separar el grano de la paja, así como el doloroso ejercicio que supone la saludable ruptura de atávicas relaciones con el hoy muerto viviente, dificulta en extremo la recomposición y avance de una izquierda que ha de definirse, señas de identidad aparte, por su posicionamiento en el escenario de guerra que se está dando entre los intereses de los ciudadanos y los de entidades –ya que ni de empresas podemos hablar, ya no es tan simple– financieras y especulativas de todo tipo, que se vinieron arriba con la caída del Muro y la globalización, y que desde Thatcher y Blair decidieron que era excesivo lo que se había repartido, y demasiados los derechos concedidos a los trabajadores; que era tiempo de revertir ese estado de cosas. Guerra, todo sea dicho, que estamos perdiendo claramente los ciudadanos.

En esas estamos. Y Felipe sin pedir perdón. Muy al contrario, acusa de hablar con odio a quien le recuerda sus andanzas con los GAL. Como si se hubiera decretado el olvido de aquella infamia. Afortunadamente nadie puede decretar tal borrado de memoria, porque es imprescindible mantenerla muy viva; no por odio, sino porque es peligroso no saber con quién uno se la está jugando. Habría merecido mi reproche, por inoportuno, el que Iglesias hubiera traído a colación la imagen de la cal viva con la mera intención de resucitar fantasmas y subir el tono del debate; si hubiera aireado miserias de un personaje ya retirado. Pero no es ése el caso; el pacto de izquierdas se encontraba avanzado y ya había recopilado votos favorables (PSOE-Podemos- IU-Compromís-PNV) y abstenciones (ERC-DiL) suficientes como para obtener la investidura de Sánchez como presidente de un gobierno con Podemos e IU. Pero el aparato del alma derechista del PSOE, del que González es máximo representante y hábil lobbista, maniobró, al dictado del IBEX 35 y la troika, para dar al traste con semejante engendro (según Villar Mir), hasta el punto de que su fiel Susana Díaz llegó a poner "sus" 22 diputados nacionales al servicio de cualquier coalición que evitara la llegada de Podemos al gobierno; éste y no otro fue el contexto del final del pacto de izquierdas posible y su sustitución por una imposible fórmula de centroderecha (PSOE - C's), o una improbable coalición de derecha (PSOE-C's-PP).

Se pregunta mi admirado Juan José Millás si, más allá de lo verdadero o falso del recordatorio de la cal viva, éste ha sido o no pertinente. Yo creo que sí. Felipe González y los barones que le son fieles son un alma viva del PSOE, la que representa la reacción, tan activa como para impedir un gobierno de izquierda en ciernes, por lo que no puede esperar que no se intente exponer cual es su historia y cuales sus andanzas.

Como los demás no podemos esperar que él pida "perdón, perdón, perdón".

Raúl Gómez Sánchez es socio de infoLibre

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