Librepensadores

Las líneas doradas de la democracia

Amador Ramos Martos

Interpretar el mensaje enviado por los ciudadanos en las elecciones generales es una tarea compleja donde las haya, nada fácil, que se presta a equívocos interesados, y donde cada partido intenta “arrimar el ascua a su sardina” a la hora de descifrarlo.

Algunos avispados –espero que se entienda el símil malagueño, Alberto Garzón seguro que lo entiende– han puesto ya al fuego su propio “espeto”.

El resultado electoral del 20-D fue fruto del hartazgo. La ciudadanía, ninguneada por un bipartidismo confortablemente instalado en el poder e ignorante consciente de su disgusto, en revancha, les dio la espalda –PP y PSOE han obtenido sus peores resultados- votando a alternativas insospechadas hace algo más de un año.

El PP minado por la corrupción y desacreditado ante la “inmensa mayoría del país” –como diría su ¿líder? Rajoy– y tras la “rapa das bestas” sufrida a manos del electorado, sigue enrocado en su papel de iluminado ganador, exigiendo enrabietado al resto de formaciones políticas ignoradas –desde su actitud de “partido malcriado”– en la anterior legislatura, la solución tóxica para algunos, Ciudadanos, y suicida para otros, PSOE, de la gran coalición. Obviando de forma sectaria, los mecanismos que crean y determinan las mayorías en las democracias parlamentarias.

El resultado de Podemos –el gran ganador que no vencedor electoral- germinó desde las raíces del profundo disgusto ciudadano provocado por el desencanto a consecuencia del entreguismo del PSOE y la sufrida indignación ante las políticas antisociales del PP durante los últimos 4 años.

El origen de Ciudadanos menos espontáneo y con menos raigambre y consistencia sociales, fue alumbrado artificial y precipitadamente como un mal menor en la “probeta ideológica” de los círculos de poder económico –necesitados de un “Podemos de derechas” tal como sugirió en su momento el presidente de un gran banco nacional– como alternativa “vendible” a los ciudadanos ante la degradación ética y política de un PP invendible, excepto para su religiosa parroquia que no es poca, ante el electorado.

El derroche de votos a Unidad Popular con el magro resultado de dos diputados, ha sido pieza clave en mi opinión del laberinto en que nos encontramos. Si la plataforma Podemos/Unidad Popular hubiese cuajado electoralmente, habría puesto al PSOE en el sitio que electoralmente le correspondía y dado la “voz cantante” en las negociaciones actuales a aquella pero… resultados electorales mandan.

Consciente quizás de su error, Alberto Garzón trató desde el primer momento tras el Big Bang postelectoral de arreglar el entuerto, el mal crónico de una izquierda siempre desunida en los momentos claves y que tanto la ha desgastado electoralmente.

De nuevo, los resultados han vuelto a des aglutinar la posibilidad de una opción más amplia de izquierda. El mejor resultado electoral de Podemos/Unidad Popular respecto al del PSOE le hubiese permitido a aquellos, “tirar” ideológicamente del excesivo centrismo de este –error causante de su equivocada deriva política y que ha provocado el desapego ciudadano y su debacle electoral– en los últimos años.

Llegado el tiempo de los pactos para la investidura del aspirante a la presidencia del gobierno y ante el renuncio estratégico de Rajoy, la responsabilidad del procesó recayó por designación real sobre Pedro Sánchez, quién con el peor resultado electoral en la historia del PSOE y asediado desde su propio partido, desde el PP y como era lógico desde Podemos –quién esperaba lo contrario- se ha visto atrapado finalmente en la telaraña “neo liberal centrista” tendida por Ciudadanos y sus valedores.

Albert Rivera, el tan deseado “podemita de derechas” ha marcado los límites impuestos al PSOE desde la sombra por sus patrocinadores. Sánchez, acosado por todos y temeroso –no sé si siquiera se lo planteó- de las consecuencias de un intento de pacto de izquierdas satanizado por los poderes económico y mediático que respaldan a Rivera, finalmente, ha claudicado.

El pacto sobreactuado de Sánchez con Rivera consolidado ya como un bloque –un error en mi opinión que ignora la voluntad ciudadana depositada en las urnas y que condena al PSOE, un partido teóricamente de perfil socialdemócrata y degradado por circunstancias no ajenas a sus decisiones– a vivaquear con dificultades éticas e incongruencias ideológicas manifiestas en un espacio compartido junto a Ciudadanos situado en los límites cómodos, difusos y siempre socorridos del izquierda-CENTRO-DERECHA político (tamaño de letra intencionado).

El resultado final, una simbiosis aseada y negociable del contubernio bipartidista precedente, en una versión renovada e inocua para los verdaderos poderes. Un “dúo siamés” muñidor disciplinado del tibio, tranquilizador y reformista espacio de centro político. El adjetivo progresista pueden ahorrárselo ya que no lo es la promesa de devolución parcial –es probable- o total –que lo dudo- de los derechos básicos antes esquilmados en parte por la dejadez cuando no connivencia en el pasado del PSOE.

Un más de lo mismo pero disfrazado como algo distinto, más amigable, menos indignante, más acicalado políticamente, para seguir más o menos como estábamos, controlados “democráticamente” como siempre… por los de siempre.

Decía Winston Churchill que: “La democracia es la necesidad de inclinarse de cuándo en cuándo ante la opinión de los demás”. Yo añadiría: “Que cuándo nuestros representantes elegidos –no lo olvidemos– democráticamente, se inclinan ante los dictados de poderes no democráticos, la democracia se degrada y nuestra condición de ciudadanos libres queda reducida a la deshumanizada condición de siervos”.

No nos engañemos, las líneas impuestas a la democracia no son las rojas que algunos dirigentes intentan hacernos creer marcadas por ellos, las verdaderas líneas que limitan la democracia degradándola, son las “líneas doradas”, aquellas marcadas desde el poder económico al poder político. _____________

Amador Ramos Martos, socio de infoLibre

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