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‘PPSOE’ y Ciudadanos regresan a la casa común de la derecha: el centro

Andrés Herrero

Desde el primer momento, las negociaciones para formar gobierno fueron un paripé, una cortina de humo.

Nunca existió la más mínima posibilidad de llegar a un acuerdo porque el pacto PPSOE-Ciudadanos estaba hecho de antemano, aunque metido en un cajón, aguardando el momento oportuno de salir a la luz, después de marear lo suficiente la perdiz para despistar a los votantes y que se traguen el indigesto y amargo sapo de la gran coalición, como antes apechugaron con los recortes o con la corrupción, es decir, haciéndoles ver que no había otra opción.

Bienvenidos de nuevo los partidos serios a la casa común de la derecha, donde lo único que falta es repartirse las habitaciones. Produce gran sensación de libertad que haya marcas variadas que vendan el mismo producto con distintos envoltorios para que la gente tenga donde elegir, cumpliendo lo dicho por Rothschild de que “voten a quien voten, siempre me votan a mí”.

Quien espere algo del PSOE, o crea aún que es de izquierdas (fe es ver lo que no existe), tiene que hacérselo mirar. Porque se necesita mucha imaginación, o llevar demasiadas dosis de telediario encima, para creer que votar al PSOE es de izquierdas, o votar al PP de centro.

Tenemos derecha franquista: PP; derecha neoliberal: Ciudadanos; derechas nacionalistas: PNV, DyL (CiU), CC…; y para completar el mapa, a PSOE y ERC, derechas travestidas de izquierda; todas ellas ramas diferentes del mismo tronco.

Pero que no se apuren, que en el centro caben todos. No falta ni una derecha, desde la de centro-centro homologada, hasta la de extremo centro, pasando por las marcas intermedias de centro-derecha y centro-izquierda. Tocamos al menos a un centro por votante, para que cada cual encuentre el suyo con facilidad. No es extraño que, con tan excelente oferta, combinada con la tradicional madurez del pueblo español, la sensatez siempre gane.

Ese es el panorama electoral. España es un país de izquierdas que siempre vota a la derecha, perdón, centro. Cuando llega el momento de la verdad, la gente tiene más miedo que ganas de cambio, y los jóvenes, que podrían ser algo más rupturistas y equilibrar un poco la balanza, están exiliados.

Poco importa que la desigualdad de riqueza siga aumentando escandalosamente, que las condiciones laborales continúen degradándose sin cesar, o que el estado de bienestar se lo estén cargando a pasos agigantados y las pensiones, la sanidad y la educación vayan camino de ser pronto un recuerdo del pasado.

Se vote una, dos, o cien veces, muy poco o nada cambiará, porque el espacio electoral está copado por los poderes fácticos, económicos, políticos y mediáticos, que reservan un rincón testimonial a la izquierda, se presente transversalmente, de canto o de frente, con coleta o sin ella.

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Pensar que con la actual correlación de fuerzas se puede conseguir algún avance, es de ilusos: confundir los deseos con la realidad. La única manera de que la izquierda salga del agujero de la irrelevancia al que la han condenado, es, sin traicionarse en aras de la gobernabilidad, unirse en un programa común decente, atractivo, dejando atrás siglas, sectarismos, divisionismos y personalismos. Los mismos demonios que la llevaron al desastre durante la guerra civil.

O hace eso, o España seguirá siendo un país de ordeño y mando.

Andrés Herrero es socio de infoLibre

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