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En estado de malestar

Javier González Caballero

Una de datos: la recaudación de todos los impuestos ha caído más de 250.000 millones de euros desde 2007. Alguien ha matado a alguien, dice Gila. Y alguien ha dejado de pagar, dice Gilito. En concreto, has sido tú, que dejaste de trabajar, y tú, que trabajabas pero cobrando menos, pues el IRPF es responsable de un 9% de ese descenso. Un raquítico 9%, a pesar de que la masa salarial haya menguado desde 2011 en más de 40.000 millones. ¿Quién más, entones? Pues en parte, las empresas, y en parte, tú otra vez, que no consumes como antes y que encima compras cada vez más barato, con la consecuencia de que la menor recaudación por IVA explique un 21% de esa disminución. ¿Y el resto? ¿Quiénes han dejado de pagar ese 70% de disminución? Ahora así es mérito casi exclusivo de las empresas, vía impuesto de sociedades, que han dejado de pagar más de 170.000 millones.

Otra de datos: las más grandes pagaron el año pasado un 8% de media en impuestos sobre los beneficios. En 2007 pagaron un 9,9. La cifra no resiste la comparación: parece poco porque es poco. El resto de empresas, incluidas las pymes, pagaron el doble, un 16%, mientras los trabajadores pagábamos un mínimo del 19 y en media un tipo mucho más alto. Se me ocurre que quizá si las sociedades hubieran tributado un poco más no habríamos tenido que bajar el gasto público en 50.000 millones desde 2009 mientras subía el pago de los intereses de la deuda, que quizá tampoco sería tan descomunal, o quizá, vaya ocurrencia, los asalariados podríamos haber pagado menos impuestos. Con lo que han dejado de pagar las empresas, se hubiese cubierto más de tres veces lo que se ha recortado. Quizá entonces no estaríamos por debajo de la media de la UE en gasto en sanidad, educación o protección social.

Lo que estos datos tienen en común con la existencia de los paraísos fiscales es que ambas realidades sólo son posibles gracias a la indiferencia, la inclinación cortesana o la abierta disposición de nuestros políticos. Y ellos no habrían ido tan lejos sin la inacción, la complacencia o la militancia sectaria de sus votantes.

Los que amenazan el estado del bienestar no son los sin papeles, sino los con papeles, de Panamá o de otros paraísos, algunos con cargos de ministro o de exdirector del FMI, de la empresa a la realeza y del cine al balón de oro y a la cuenta de diamantes. Sobre todo, no me toque la cartera. Sobre para todo, si me la toca en Génova. Hacienda no somos todos, que somos algunos nada más, mientras ellos son todos la infanta y ninguno su marido, y los asesores tienen la culpa, que los lían sin preguntar y le tocan los dineros sin pedir permiso. Así, cómo no, se encabronan los patriotas de bandera con patria de bolsillo, tibias y calavera cuando se comete la imbertinencia de preguntarles por sus cuentas oscuras. No se ría, no se ría, de la bruja Amnistía. Si ríe usted, señora, romperá la blanqueadora. Si se ríe usted, señor, romperá su empresa offshore.

Mientras algunos ocultan sus riquezas, otros, con su trabajo, sostienen el estado de bienestar. Los mismos que, si en vez de personas desanimadas en estado de malestar fueran dibujos animados, colorearían sus rostros de rojo desde el cuello hasta la coronilla, y de ésta saldría humo al estilo de una olla a presión que se calienta día tras día al fuego de la corrupción, el fraude, la injusticia social que genera el pago desigual de impuestos y la legislación que lo permite.

Y aún nos dicen los amigos de los refugiados del refugio fiscal que nos vayamos haciendo planes de pensiones privados y que el estado de bienestar no es sostenible. Lo dicen, pero no entienden que es a ellos a quienes no vamos a seguir sosteniendo.

Javier González Caballero es socio de infoLibre

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