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Socialdemocracia: Ctrl+Alt+Sup o… RIP

Amador Ramos Martos

El pluripartidismo que parece consolidado en España surgió como consecuencia de la pérdida de calidad y credibilidad democrática del bipartidismo imperante desde la Transición. Los monopolizadores hasta ese momento del espacio político, en un proceso gradual de adaptación a la “confortable” alternancia, provocaron en paralelo un proceso escalonado de degradación ideológica y el desplazamiento hacia espacios políticos más tibios y neutros -en mi opinión globalmente más a la derecha- donde las diferencias ideológicas, en aras de un exceso de pragmatismo económico, fueron difuminándose hasta crear un borroso y confuso mimetismo en los mensajes y actitudes de los hasta entonces dominadores del escenario político.

Inmersos –no nos engañemos- en un espacio ideológico anodino y de matices mínimos en lo trascendental, lo económico, y algo más diferenciados en temas de moral y costumbres individuales por el sectario conservadurismo de algunos, la anomia social provocada por la indefinición y confusión ideológica a la que hemos sido sometido los ciudadanos, a veces también confortablemente instalados en una actitud acrítica estimulada por una engañosa bonanza en lo económico, ha sido aprovechada por el poder económico para consolidar un discurso neoliberal -el paradigma dominante actual- que sin el contrapeso de una izquierda razonable socialdemócrata devenida en gauche caviargauche, ha ido instalándose paulatinamente y sin los necesarios controles por parte del poder político en nuestra conciencia ciudadana, como un proceso irreversible.

El pesimismo y la impotencia inicial de los ciudadanos ante el deterioro y promiscuidad de los poderes del estado tomados al asalto –democráticamente que es lo preocupante- por algunos de los participantes en el juego en muchas ocasiones tramposo de la política- y con la oposición blanda de otros, provocaron el hartazgo de aquellos –los ciudadanos- que asumieron que éstos –los políticos- al darles la espalda y siguiendo disciplinados las indicaciones de los antidemocráticos poderes reales, fueron ignorados y esquilmados en sus derechos básicos.

Pero siendo honestos y críticos, la responsabilidad última de este proceso de involución social, siento decirlo pero así lo siento y lo expreso, es atribuible en gran parte si no en exclusiva a la dejación por parte de la socialdemocracia que desde la década de los ochenta del siglo pasado, ha ido abandonando su función equilibradora social, y que lejos de adaptarse a los nuevos tiempos con un discurso y mensaje renovados frente a la aparición de la forma aberrante del capitalismo neoliberal, renunció a la esencia de un discurso que el modelo dominante actual le hizo creer anticuado y caduco.

La erupción del modelo económico del neoliberalismo salvaje con su “magma incandescente ideológico” está arrasando el modelo económico social precedente sin mediar respuesta por parte del poder político ni del estado, garante este último, del equilibrio y redistribución de cargas y beneficios según el Contrato Social pactado con sus ciudadanos.

Quienes debieron haber puesto límites a la agresión neoliberal y sus desastrosas secuelas sociales, provocaron con su inhibición la pérdida de credibilidad de un poder político incapaz de frenar y poner límites al poder económico -considerados como caras distintas de la misma moneda- y su desprestigio ante los ciudadanos, que desengañados del duopolio del bipartidismo, despojados de derechos básicos, en situación de precariedad creciente, sintiéndose abandonados por sus representantes e impotentes ante la incertidumbre de un futuro en absoluto halagüeño, buscaron alternativas en opciones diferentes que surgieron desde el hartazgo en algún caso y de “interesados intereses” tácticos de algunos interesados ante el temor del desborde hacia posiciones y opciones políticas más a la izquierda a consecuencia del emergente y creciente malestar ciudadano.

Nos hicieron creer durante algunos años que “todo el monte era orégano”; que el capitalismo salvaje que ya despuntaba –no otra cosa es el neoliberalismo- y su fusión con una acomodada socialdemocracia, era no solo posible sino aconsejable; que el beneficio de esta imposible simbiosis ideológica “contra-natura” sería el nuevo maná para todos; que nuestro modelo de bienestar no se resentiría; que menos estado, más competencia, menos impuestos, menos regulación del poder financiero y más libertad en el sentido neoliberal del término, traerían como corolario más beneficios, más desarrollo, más bienestar, más éxito, más seguridad en todo y… para todos.

Pero todo como se ha demostrado, constituyó una farsa monumental, un contubernio despiadado entre un “asocial” poder económico y un “apocado” poder político, dejando meridianamente claro: que nuestro bienestar, nuestro trabajo, nuestros derechos, nuestro futuro, el de nuestros hijos y nietos –quién esto escribe es andaluz y “aitite” de dos nietos vascos- nuestras esperanzas y nuestro proyecto humano personal y colectivo, todo, absolutamente todo… les traía sin cuidado, les importaba –perdonen la expresión- un carajo.

Lo que el 20-D debería haber enseñado a la vieja clase política y a la clase política emergente –eso sí más a unas que a otras- es que lo demandado por los votantes, es la necesidad de recuperar los “viejos” espacios políticos que nunca debieron ser abandonados por los partidos tradicionales que los consideraron arcaicos, como también se consideraron caducas y trasnochadas las viejas ideologías protectoras de nuestros derechos básicos ciudadanos cuyo paradigma ha sido durante 40 años el modelo socialdemócrata europeo.

Los hechos tras cuatros meses de confusión, postureos, juego de máscaras, inhibiciones, silencios, pactos tácticos, luchas de poder interno, líneas rojas a derecha pero sobre todo a izquierda bajo la presión de los poderes económico y mediáticos… han dejado en evidencia a nuestros viejos políticos, a sus valedores en la sombra y a alguno de los recién llegados. No sé si no han entendido o no han querido entender el mensaje depositado por la voluntad ciudadana en las urnas.

Probablemente lo que la mayoría política dominante se resiste a reconocer públicamente, es que su actividad, viene determinada por intereses ajenos a la democracia y que nada tienen que ver con los intereses mayoritarios ciudadanos.

Durante el tiempo transcurrido desde el 20-D, las evidencias han demostrado que el único poder real, el económico -valiéndose del tancredismo de algunos, del miedo de otros a reubicarse en el espacio ideológico que no debieron abandonar y atrapados en el cepo de un pacto con un neoliberalismo blando surgido milagrosamente para impedir su acercamiento al discurso de los que han puesto voz política al malestar ciudadano- ha logrado controlar al político para minimizar los efectos sobre un sistema, cuyos valedores, tratan de mantener intervenido y sometido lo más discretamente posible –siempre que no se sobrepasen sus “líneas doradas”- a sus intereses minoritarios y no democráticos.

Se reabre otra vez el bucle electoral con su panoplia de discursos, denuncias, mensajes, debates y soliloquios, que adornados con sonrisas forzadas desde vallas, carteles y cuñas nos prometerán renovadas esperanzas, trabajo, bienestar, futuro… en principio para todos, pero que luego, llegado el momento y vomitados tras el 26J a la misma realidad que hoy sufrimos, serán puestos en cuarentena como siempre, por poderes ilegítimos no elegidos por nadie y ante los que se pliega un poder político dicen que democrático.

Por lo que a mí respecta, todos los partidos pueden ahorrarse la parafernalia electoral con la que vamos a ser bombardeados otra vez durante los dos próximos meses los auténticos sufridores del nuevo proceso electoral y que por cierto, pagaremos entre todos a escote… los ciudadanos.

Personalmente tengo claro que mi voto –nunca cautivo de nada ni de nadie- y que tras el lamentable espectáculo dado todo por los partidos –eso sí más lamentable por parte de unos que de otros- no va a modificarse digan lo que digan y prometan lo que prometan los candidatos en liza con los apoyos o descalificaciones, de sus respectivos “mecenas” económicos y portavoces mediáticos.

El “asedio electoral” que de nuevo se avecina, va dirigido como siempre a los indecisos, a los maleables y tibios buscadores perpetuos de lo aparentemente –no siempre es así- seguro políticamente; los únicos que pueden hacer viable que el injusto modelo social y económico imperante en la actualidad –el sistema neoliberal- traído de la mano por acción de algunos y la omisión cómoda o cómplice de otros, se reproduzca en las urnas o que en un alarde de calidad democrática, sean los dubitativos y su voluntad ciudadana depositada en ellas, los que marcándole sus límites democráticamente… lo aborte.

Si la socialdemocracia en España y en Europa -la gran responsable en mi opinión de la debacle continental socio político y económica que sufrimos- no realiza el imprescindible Crtl+Alt+Sup de forma urgente y coordinada para resituarse ideológicamente en su natural espacio político, el único posible con el apoyo ciudadano para poner al neoliberalismo bajo control político en el suyo, mucho me temo, que solo nos quedará la alternativa de entonar su R.I.P con la certeza en este caso de que volveremos a la “selva económica” esta vez, con el riesgo añadido y no desdeñable, de que el desmoronamiento del modelo de cohesión social, traiga como consecuencia situaciones no solo funestas, si no puede que incluso trágicas.

Amador Ramos Martos es socio de infoLibre

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