Librepensadores

Ana Pastor y los 81 muertos de Angrois

Gabriel Arrese Leza

El pasado 19 de julio cubrí la reunión entre las víctimas del accidente de tren de Santiago y el Ministerio de Fomento. Por parte de los afectados, acudieron cerca de 15 personas de toda España. Familiares que perdieron a sus madres, hijos o hermanos. Enfrente, ni rastro de la ministra de Fomento durante el accidente y nueva presidenta de la Cámara, Ana Pastor; ni tampoco del ministro en funciones, Rafael Catalá. Dieron la cara el secretario de Estado de Infraestructuras, Transporte y Vivienda, Julio Gómez-Pomar, el presidente de Adif, Gonzalo Jorge Ferre, el presidente de Renfe, Pablo Vázquez, y más miembros del Ministerio de Fomento.

La reunión apenas duró 7 minutos. Los afectados, liderados por el presidente de la Plataforma de Víctimas ALVIA 04155, Jesús Domínguez, me comentaron que, pidiendo perdón, no quisieron ni sentarse. "Ana Pastor es una cobarde, ha huido", señalaron. Les hicieron tres peticiones para seguir reuniéndose y que la situación avanzase: la creación de una Comisión Independiente, una Comisión parlamentaria y que la ministra pida perdón. La ministra, contestó a las víctimas defendiendo que en el momento de la reunión ella “no era parte del Gobierno, era presidenta de las Cortes Generales”.

He de admitir que si no trabajase como periodista no me hubiese enterado de la reunión y de los tejemanejes que ha hecho el Partido Popular, en especial Ana Pastor, jugando con las víctimas de más de 81 familias. Cifra que se dice pronto pero que acarrea muchos momentos de sufrimiento y la pérdida definitiva de seres queridos.

Antes de nada, recuerdo lo que ocurrió: hace casi tres años, el 24 de julio de 2013, un tren descarriló en Angrois (A Coruña) dejando 81 muertos y más de 140 heridos. Se culpó en un primer momento al maquinista, observando sólo el fallo humano. El Partido Popular, obviamente, realizó un estudio de los daños. Hasta principios del mes de julio se ha ocultado, juzguen ustedes la proximidad del 26J, el informe de la Agencia Ferroviaria Europea en el que se aseguraba que la investigación realizada por España por la Comisión de Investigación de Accidentes Ferroviarios (CIAF) no fue independiente y que en ella sólo se tuvo en cuenta el fallo humano y no estructural. Un informe que las víctimas no conocieron hasta que se filtró a la prensa.

Poco más hay que añadir. No voy a entrar en las típicas valoraciones políticas. Este tema no entiende de siglas. Hablamos de la muerte de 81 personas. Hablamos de un informe falsificado por un Gobierno y ocultado a las víctimas. Una compostura, la de no aparecer a las reuniones, digna de psicópatas. Y, sobre todo, una lucha que ocultarán los medios de comunicación.

Inocente, una de las víctimas preguntó a los presentes en la reunión si podían dormir por la noche. Digo inocente porque, aunque tenga razón, se atisbaba erróneamente en su mirada una confianza en la bondad del ser humano.

Otra de las víctimas dejó una declaración estremecedora a la vez que real: "Existe la corrupción económica y la corrupción de haber construido mal unas vías, haber mentido, haber causado la muerte de 81 personas y, en vez de ser castigada, ser premiada con la Presidencia del Congreso". Da que pensar, más aún cuando Ciudadanos y el PP vendieron a Ana Pastor como una mujer alejada de la corrupción. Quizá, despistados ellos, no cayeron en la cuenta de que lleva más de 80 muertos a sus espaldas.

Es desolador, porque, repito, si no trabajase en esta profesión no me hubiese enterado del dolor de decenas de familias, sus caras de impotencia, sus lágrimas y hartazgos. Hubiese sido uno más, desinformado. Por un lado, encuentro frustrante la limitación del papel de periodista de narrar unos hechos si no existe detrás una sociedad concienciada y dispuesta a cambiar. Por otro, he de augurar que en España se está rozando la frágil barrera que separa la acción violenta de la paciencia. Considero que los ciudadanos están aguantando hasta límites insospechables que acarrearían actos que ojalá nunca se produzcan.

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Sólo pido un juego al lector: imagínese que su madre muriese en un accidente de tren. El Gobierno realiza un estudio en el que le miente y le dice que el único culpable es el maquinista y no las infraestructuras que ellos han construido. Consiguen crear una plataforma para luchar unidos año tras año y cada reunión con el Ministerio escuchan aquello de "no era un tren de alta velocidad, no fue fallo estructural". Se descubre que ese estudio estaba mal hecho y se lo ocultan hasta después de las elecciones. Y, por si fuera poco, la mujer encargada de velar por la seguridad de su madre, ya fallecida, no aparece en las reuniones y, para más inri, le nombran presidenta del Congreso. Mientras, usted, impotente, frustrado y triste observa la alegría de Ana Pastor en su nuevo cargo como premio a su carrera. Pare unos segundos y piense: ¿Cómo se sentiría? ¿Que estaría dispuesto a hacer? ¿Merecería la pena?

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Gabriel Arrese Leza es socio de infoLibre

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