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Siete cosas que yo puedo hacer y tú no, ¡pringao!

Juan G. Deza Gil

Querido pringao, te escribo para que te des cuenta de una vez por todas quién manda aquí. Tú te crees que aquí todos valemos lo mismo y tenemos los mismos derechos –esa sí que es buena– y que esto es una democracia con todas las de la ley. Pues no. Algún día te darás cuenta de que este país es nuestro y no vuestro. (Cela)

1. Insultar al rey

¿Te imaginas lo que diría mi caverna pagada y bien alimentada, si tú esperaras a que el rey, esa sacrosanta entidad a la que debemos pleitesía y que luego nos pasamos por el forro, te propusiera para candidato a la investidura y, sin comunicárselo a él primero, declinaras la oferta? Sí, estás en lo cierto, sería insoportable. Ves, yo puedo; tú no.

2. Decir que yo no he dicho eso 

Esta es una de mis favoritas. Es fácil, te cuento el truco, tú vas y dices lo que te da la gana y después, sin el más mínimo pudor, le sueltas a la periodista que quién ha dicho eso. Pero tienes que hacerlo con chulería y firmeza, no vaya a ser que se den cuenta. Lo mejor es pillarlos en el momento de incredulidad en el que piensan que no es posible tanta cara dura.

3. Acusarte a ti de lo que yo voy a hacer sin miramientos

Muy efectiva. Mira, yo te hago la legislatura imposible a base de decir que subir impuestos es el sablazo que da el mal gobernante a sus ciudadanos. También puedo encargar a mi cohorte de voceros que te restrieguen por la cara que estás acabando con el estado de bienestar, o que te estás puliendo la hucha de la Seguridad Social, o que tu deuda del 60% del PIB es insoportable. Pues bien, querido pringao, luego voy yo y subo el IVA, sin piedad, y especialmente a esa panda de rojeras que son los del cine y que están contra la guerra (¡habrase visto semejante desatino llevarle la contraria al jefe supremo, al que me ha puesto aquí!), me cargo la educación y la sanidad (sí, eso que he dicho que jamás tocaría), dejo famélica la hucha de la Seguridad Social, y subo la deuda al 101%. Y qué, ¿pasa algo? Pues no.

4. Abusar de la Constitución

Mira pringao, la Constitución, y la democracia de paso, es el precio que tenemos que pagar para que nuestra finca, perdón, país, siga siendo nuestra, de nuestras familias, de los nuestros, vamos, de los afectos. No nos gustó. De hecho, algunos hasta votamos en contra, pero, visto lo visto, ha sido la mejor manera de perpetuarnos. Si ya lo dijo él: dejo esto atado y bien atado. De esta manera, yo puedo alargar plazos, poner las elecciones el 20 de diciembre y tomarme una semana para juntar a mi Ejecutiva, que viven muy lejos, y luego la mujer de uno de mis mejores amigos, establece la investidura para el 30 de agosto y así las elecciones caen en Navidad. ¿A qué es genial, pringao?

5. Exigirte la “responsabilidad institucional” que yo nunca he tenido y nunca tendré 

Yo soy pro americano, pero si hace falta me abstendré en un referéndum sobre la OTAN. Puedo estar a favor de la Ley de Memoria Histórica, de la de dependencia, o de la del matrimonio homosexual, pero votaré en contra y te haré la vida imposible con mi oposición, no vaya a ser que los votantes te sigan apoyando. Los míos tragan con estas leyes, porque no les queda otro remedio, como con la Constitución. Se hacen los modernos, pero siguen llevando los mismos mocasines de toda la vida, y no llevan Loden por el cambio climático, que si no… Pues eso, ahora tú te tienes que abstener en mi investidura, sí o sí, cuando tú te presentaste, pringao, yo voté en contra (¿Te crees de verdad me importa que España haga el ridículo? No, es sólo cuando la investidura es la mía.)

6. Ningunear al Parlamento

La cámara donde está representada la voluntad del pueblo y bla, bla, bla… Que sí, que está para que nos entendamos y debatamos y lleguemos a acuerdos… Pero qué quieres que te diga, a mí me ponen las mayorías absolutas, tío. ¿Tú sabes el trabajo que da preparar discursos y razones y todo eso? A mí me gustan las agendas libres. Y, sobre todo, no pienso ir a perder una votación de investidura, faltaría más. A la sesión se va con los votos pactados, que si no hay que dar razones y explicar tu programa y tal; y yo que soy de cultura limitada, me cuesta un esfuerzo ímprobo, lo mío es más de andar por casa, de hacer las cosas como dios manda, de un plato es un plato y un vaso es un vaso. Como tiene que ser.

7. Pactar con el demonio

Entiéndeme pringao. Nosotros manejamos el odio al terrorista y al independentista como nadie, tú sin embargo estás vendido, en cuanto se te vea el más mínimo atisbo de complacencia con "ellos" te vamos a poner muy cerca de los asesinos y eso cuando menos. Yo sin embargo sí puedo llamarles, como mi exjefe, Movimiento de Liberación Vasco, o incluso hablar catalán en la intimidad (esta alguno hasta se la creyó). Ya verás el 30 de agosto la sorpresa que te vas a llevar…

Y, te preguntarás, ¿Cómo es que yo puedo y tú no? Pues por dos razones, básicamente. Una es que mis votantes son completamente acríticos y perdonan la corrupción siempre y cuando sea de los "suyos". Y dos, la más importante, porque tú no tienes lo que hay que tener para mirar a la izquierda, porque te has vuelto casi de derechas, porque los de tu partido se empeñan, como toda la izquierda europea, en ser de centro; porque hace tiempo que vivís desconectados de la realidad, porque creéis que la izquierda es vuestro cortijo y que hay una tercera vía de Blair. No la hay. O sois de izquierdas o no. La única manera que tenéis de acabar con Podemos es pactar con ellos, al final, todo parecería obra vuestra. Es lo que nosotros vamos a hacer con Ciudadanos, los vamos a fagocitar, si todo sale bien, ya verás cómo hasta la medallita de la poca o pretendida regeneración democrática que salga adelante, nos la pondremos nosotros.

Crispín en busca de una nueva viñeta

¡Adiós pringao!

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Juan G. Deza Gil es socio de infoLibre

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