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Librepensadores

Ni un pelo de tontos

Mayte Mejía

Uno se levanta con la certeza de que hay determinadas cosas que nunca te van a pasar a ti: Que tu pareja te ponga los cuernos, que te suba el colesterol, que pierdas el empleo, que se rompa la cañería en el baño y levante el parquet del pasillo, que el coche te deje tirado en mitad de una carretera sin tráfico, que los acreedores vengan a meterse en tu cama, que en vacaciones pilles una infección de caballo y que el estreñimiento se convierta en el peor compañero de viaje que hayas tenido nunca. Pero las cifras de la probabilidad siempre acechan en busca de nuevas víctimas.

Vivimos momentos confusos y de gran incertidumbre. Muchos tenemos la sensación de ir a la deriva por encima de un suelo de hormigón tan resquebrajado como el propio sistema. Hay personas a las que no le quedan fuerzas ni ganas para seguir dando el callo, apostando por un futuro menos feo para todos y más ponderado respecto a igualdad de oportunidades. Nos hemos convertido en los habitantes más conformistas que han pasado por la tierra y a los que se les premia con herramientas de entretenimiento que merman la capacidad de pensamiento, la creatividad y, por qué no decirlo, la comunicación, haciéndonos creer que llevamos un localizador dentro para detectar quién se sale del cuadro y llamarlo al orden.

Hemos de adaptarnos a los cambios de vida, algunos marcados por su letra pequeña: eso se llama evolucionar y madurar. Pero estamos cansados de que nos traten de tontos, que no nos cuenten la verdadera gravedad de los asuntos que dinamitan la estabilidad y rompen la maqueta de la libertad que tanto trabajo costó montar. Por eso quiero dejar claro que no queremos que vuelvan los adoquines a las calles, ni las alpargatas al paseo de los domingos, ni el cigarrillo en ristre que muerde la lengua. No queremos que se callen las voces críticas, ni que un manto negro y púrpura caiga sobre el sol y desintegre la vitamina D, ni que los teatros cierren por falta de presupuesto. Pero también comprendemos que, para levantarse de esta siesta transgénica y embaucadora en la que damos vueltas como peonzas, harían falta que pusieran sobre la mesa propuestas y proyectos que ilusionen… En todo caso, uno se levanta con la certeza de que puede tener la clave para cambiar el mundo y lo único que encuentra en el bolsillo es un ramillete de buenas intenciones para empezar a hacerlo.

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Mayte Mejía es socia de infoLibre

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