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La perra gorda, el negocio de los gasolineros

Fernando Pérez Martínez

Durante la prehistoria de la peseta, allá por los tiempos de mi infancia, la popular y extinta moneda se dividía en diversas fracciones. Había la media peseta o dos reales, que era una simpática moneda con una perforación en el centro que permitía a su propietario colgársela al cuello atravesándola con una cadenita o forrar un cinturón con las monedas sujetas mediante remaches, convirtiéndolo en una temible porra flexible.

Pero volviendo al asunto, decíamos que la popular rubia,allá cuando la dictadura de posguerra, se fraccionaba en dos con la perforada moneda de dos reales y se dividía también en diez monedas de aleación de aluminio cuyo valor era de diez céntimos, la perra gorda. Existiendo todavía otra moneda de cinco céntimos, conocida como la perra chica. Esas monedas dejaron de verse a medida que perdía valor la peseta y por tanto sus fracciones resultaban progresivamente insignificantes e inútiles para pagar cualquier producto.

En la actualidad compartimos con aquellas monedas el céntimo. No conozco ningún producto que se pueda comprar que valga un céntimo de euro. Siendo esto así llama la atención que los gasolineros se inventen, para fijar el precio del combustible, la milésima de euro. En todas las estaciones de servicio en los tablones luminosos donde se anuncian los precios de los distintos carburantes aparece el precio de los mismos expresado mediante una cifra que consta de un euro seguido de una coma y tres dígitos que corresponden a décimos de euro, céntimos y milésimas de euro. Pero el euro sólo tiene legalmente cien céntimos, luego no se puede pagar o cobrar un producto que valga, por ejemplo, 0,004 euros. No existe posibilidad de pagar semejante precio. Sin embargo los gasolineros con la bendición de los gobiernos de su majestad fijan el precio de los gasóleos y gasolinas en formatos semejantes a 1,159 euros el litro. Si usted amable lector desea adquirir un litro de gasóleo sólo podría llevárselo pagando 1,15 ó 1,16 euros. En realidad siempre va a pagar usted el redondeo al alza. Es imposible pagar 1,159 euros. ¿Por qué entonces los gasolineros fijan esos estrambóticos precios imposibles? Y ¿por qué los gobernantes y las autoridades monetarias españolas les consienten forzar la moneda inventándose fracciones de euro inexistentes y por lo tanto fuera de la legalidad de un euro de cien céntimos?

Según la agencia pública que se encarga de contabilizar el consumo nacional de hidrocarburos, sabemos que entre los meses de enero y julio de este año de 2016 en España se han vendido 20.283.454 toneladas de gasolinas y gasóleos.

Si establecemos que un litro de combustible equivalga a un kilo, podríamos decir que entre enero y julio de este año en el que vivimos se han vendido más de veinte mil millones de litros de gasolinas y gasóleos.

Ahora viene lo interesante, por cada 0,001 euro, es decir, por cada inexistente milésima de euro que se araña al precio de un litro de combustible, se amasa, al multiplicar tan insignificante cantidad de dinero por los veinte mil millones de litros vendidos en los primeros siete meses del año, un total de veinte millones doscientos ochenta y tres mil cuatrocientos cincuenta y cuatro euros. O sea 20.283.454 euros por cada unidad del tercer dígito tras la coma.

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Un dígito caprichosamente inventado para rascar, al margen de la legalidad, millonarias cantidades de dinero. Por cada 1.000 litros de combustible que su vehículo gasta en un año, a usted le quitan 1 euro, más las virutas de euro que consigan arrebatarle con el redondeo al alza, que es el simpático procedimiento por el cual donde dice 1,156 euros usted pagará sin rechistar 1,16 euros, "regalando" involuntariamente 0,004 euros por cada litro comprado. Nadie reclamará individualmente tan insignificante latrocinio, que en conjunto representa más de 40.000.000 de euros/año, por cada 0,001 euro que figure en el panel de la gasolinera.

A la misma pillería se apuntarán los también trileros recibos de otras compañías porque en este país el que no corre vuela. Y nosotros enfangados financiando el agujero que dejó la trampa de las subprime y su repercusión en el agujero de las cajas de ahorros. Naturalmente el responsable de cobrar los impuestos correspondientes a las compañías petroleras y a aquellas otras que disfrutan del consentido privilegio de redefinir la moneda en su beneficio, no habrá caído en la cuenta, pobre alcornoque, de los velados vericuetos que el sistema de las milésimas de euro abre para poder escamotear ingentes cantidades de millones de euros arañados milésima a milésima y que podrían guapamente aligerar el esfuerzo fiscal con el que el común de los mortales se ve obligado a pechar sin una milésima de anestesia ni nada. ______________

Fernando Pérez Martínez es socio de infoLibre

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