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Deshumanización

Miguel Cuevas Martínez

A lo largo del tiempo, navegamos por la naturaleza humana, entre el olvido y la ficción de vernos envueltos en unas vidas, en algunos casos, carentes de objetivos solidarios, pensando, sin embargo, que lo que pasa fuera de nuestro círculo de confort, no existe.

Así, a la hora comer y cenar, observo las noticias en televisión, acudiendo al espectáculo sesgado de lo que llaman lo real, mientras engullo mi potaje de rigor, y entre multitud de historias de horror humano aparece una de tantas informaciones sobre las guerras en oriente medio, concretamente en Irak en medio de una ofensiva en Mosul, para liberarlo (o eso decían) de los terroristas del ISIS, y mientras sorbo un poco de agua, muestran un soldado iraquí. En este caso, llamaba la atención por su mirada nerviosa y desesperada, ajeno a la tragedia del momento. Se trataba de Saad, y estaba desplazado con su unidad antiterrorista del ejército iraquí, en las inmediaciones de la ciudad de Mosul ante lo que era la evacuación de parte de la población civil en una caravana de autobuses. El soldado corría como si no hubiera un mañana, de bus en bus, entrando en cada uno de ellos, y con un smartphone en la mano, al que acudía visualmente de forma intermitente, el tiempo se le acababa, ya que debía irse al ser reclamado por el ejército. De repente, se escuchan llantos y júbilos, y yo no entendí, en ese momento, lo que había ocurrido, pero si percibí como mis ojos lagrimaban más de lo normal. Me vino a la memoria la letra de una canción de Antonio Vega, que había escuchado hacía poco, interpretada por Zahara, que venía a decir: “Vaya pesadilla corriendo con una bestia detrás, dime que es mentira todo, un sueño tonto y no más". Así, me puse en la piel de Saad por unos instantes, fue aterrador sentir que las circunstancias te sobrevienen sin poder hacer nada al respecto.

Poco después, el periodista contaba que las personas con las que se estaba abrazando Saad, era su familia, y una de ellas, a la que no dejaba de besar y abrazar, su madre. Fue estremecedor, siendo la realidad muy superior a la ficción de las películas que solemos ver.

Ahora, en una época en la que hay gente que propugna para solucionar los problemas de su país, levantar muros, romper lazos con otras sociedades, apartar al diferente y utilizar, en fin, soluciones sencillas a problemas muy complejos, el caso de Saad me hace creer que aún es posible que la humanidad tenga un futuro plausible. La plasmación de que el amor se encuentra en cada rincón de este mundo es esperanzador. Quizás, hay alguien que nos ha hecho aceptar que todos los musulmanes son deshumanizados, terroristas, asesinos. Quizás algunos merezcan esos apelativos, sin embargo, no soy quien, para decidir sobre esa cuestiones, siendo la generalización y la simplificación de las situaciones o de los problemas, una consecuencia que lleve aparejada un interés oculto o consecuencia negativa para la mayoría.

Así, el poder del miedo unido a nuestros prejuicios, se convierten en aliados inestimables para ese ente abstracto y difuminado, que al parecer subyace en todos los medios de información, sobre todo, los mayoritarios y principales, que nos suministran la información que manejamos. Sin embargo, intentaré actuar como dijo W. Ernest Henley: “No importa cuán estrecho sea el camino/ cuán cargada de castigo la sentencia/ soy el amo de mi destino/ soy el capitán de mi alma”.

  Miguel Cuevas Martínez es socio de infoLibre

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