Librepensadores

Presos, cárceles y reinserción

Gabriel Arrese Leza

Un grupo de voluntarios y de internos escucha con atención la explicación de un guía sobre la historia de la Plaza Mayor de Madrid. No se distingue quién es preso y quién es voluntario. Todos disfrutan de una salida agradable. Nadie está preparado para vivir en la cárcel. Tampoco para salir de ella. Son las consignas que defiende la ONG Solidarios para el Desarrollo. Sus voluntarios ayudan a la reinserción social de estas personas que han pasado largos años en la cárcel.

Una vez al mes, Solidarios para el Desarrollo organiza una salida de ocio para los internos. Así, contribuyen a que se sientan ciudadanos. Una actividad que para algunas personas puede suponer algo cotidiano pero que para otras puede suponer una nueva vida. Mediante guías sobre la historia del país, visitas a museos, así como a huertos urbanos, se ayuda a los internos a comenzar la resocialización. Una tarea difícil y estigmatizada. Asociaciones como Eslabón completan el círculo de ayuda necesaria para la reinserción. Desarrollan programas de empleo para personas privadas de libertad, terceros y segundos grado (100.2), o en libertad condicional.

El objetivo es romper con la dura rutina penitenciaria. Devolver a esa persona la autoestima de alguien que tiene mucho que aportar de nuevo a la sociedad. Una de las mayores trabas que se encuentran es a la hora de conseguir trabajo. El haber permanecido preso supone para las empresas una condición negativa, fruto de los prejuicios. De manera automática se produce la relación de preso como una persona poco honrada. Todo ello fruto de la desinformación y de la falta de programas para la reinserción. El proyecto de Solidarios busca romper con los estereotipos que se generan en torno a estas personas.

No debemos olvidar que los internos han dejado sufrimiento detrás, pero la pena de prisión no puede ser una venganza social. La cárcel debe constituir un paso adelante para aquellas personas que hayan cometido un delito. Sin embargo, muchas veces supone un lastre para toda la vida. En la actualidad, estar aislado de la sociedad durante muchos años supone una gran desconexión de la realidad. Es en la situación en la que se encuentran muchos presos a la hora de salir. Presos que entraron cuando no todo el mundo tenía un teléfono móvil y que ven como ahora las relaciones sociales dependen de los smartphones. Pequeños detalles que quizá una persona no valora pero que para los internos supone un gran cambio al que adaptarse.

La propia Constitución Española refleja en su artículo 25 que: “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados”. Sin embargo, la reciente aprobación de la prisión permanente revisable del nuevo Código Penal supone un paso atrás en el camino de la resocialización.

En la actualidad hay más de 61.000 personas en prisión. Aunque la tasa de delitos en España es una de las más bajas de la Unión Europea, la tasa de encarcelamiento es un 32% superior a la media de los países europeos, entre otras causas, por el aumento de la duración de las penas en los sucesivos códigos penales.

Salir a dar un paseo, encontrar un trabajo o entablar una conversación son derechos básicos y fundamentales para el desarrollo de una sociedad sana. El haber estado en la cárcel no debe suponer un agravio para las personas. La voluntad de cambio, los medios de comunicación y las empresas constituyen los pilares fundamentales para conseguir la reinserción de las personas que merecen otra oportunidad. _______________

Gabriel Arrese Leza es socio de infoLibre

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