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A la mierda los pastores, se acabó la Navidad

Carlos Benguigui de la Cámara

Frecuentemente se plantea la cuestión acerca de por qué en España, a diferencia de otros países de su entorno, el fantasma del neofascismo que recorre Europa, aunque no sólo, no ha encontrado su expresión en agrupaciones políticas de nuevo o no tan nuevo cuño. Hay quien se vanagloria aduciendo que España, no como sus vecinos, vivió un acontecimiento tan maravilloso como fue el 15M, lo cual impediría el auge de fuerzas de extrema derecha. Dicho análisis, aunque no desprovisto de razón, suele subestimar el hecho de que si en España no se ha manifestado aquel neofascismo es porque aún cuenta en su atmósfera social, cultural, política, vivencial... con el viejo fascismo –en su vertiente posfranquista– de toda la vida. Basta simplemente rememorar los orígenes del actual partido en el Gobierno para percatarse de ello.

El PP, anteriormente llamado Alianza Popular, fundado por un ministro del franquismo, acogió en su seno desde su fundación distintas sensibilidades que aglutinaban la democracia cristiana, conservadores, liberales y sin duda también lo que hoy entendemos por extrema derecha, sectores claramente falangistas o próximos a la Falange. Una suerte de alianza al estilo de lo que en tiempos anteriores al golpe de Estado que condujo al país a 40 años de dictadura representó la CEDA –Confederación Española de Derechas Autónomas– y que colaboraría en dicho golpe. Sin ello no se entiende que la señora Cospedal sea capaz de defender semejante discurso frente al jefe de Estado por sangre azul y toda la cúpula militar sin despeinarse.

Cospedal vincula terrorismo y refugiados en su primer discurso en la Pascua Militar como ministra de Defensa

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Gran parte de lo defendido en el Día de la Pascua Militar por dicha señora aleja peligrosamente a España de las democracias a las que pretende asemejarse, situándola más próxima de estos movimientos que recorren Europa desde Hungría o Polonia hasta Francia; tal vez estén preparándose a lo que está por venir. Situar en el mismo nivel de análisis, como hace Cospedal, el drama de los refugiados que llegan a costas o vallas europeas, a causa de la acción o inacción de las propias potencias europeas, y la amenaza terrorista, revela una visión tan rastrera que bien podría ser defendido con las mismas palabras por la señora Le Pen en Francia o por el señor Farange en el Reino Unido. Esa misma expresión pronunciada en otros países por otros representantes públicos, desde España y con amplio consenso, se tildaría sin mayor problema de discurso xenófobo que incita al odio; pero pareciera que aquello de ver la viga en el ojo propio cuesta.

Ello deriva en buena medida de la lobotomización a la cual España está tan acostumbrada. Dicha lobotomía colectiva también la expresa Cospedal en su discurso sobre la “fundación” de la “nación” española y la “conquista” –es aberrante que aún en nuestros días un representante público no tenga el más mínimo pudor en emplear tales términos– de América. Es cuanto menos sorprendente que las mismas personas que contribuyeron y contribuyen a la consolidación del relato en virtud del cual el actual sistema político se basaría en la presunta “conciliación“ y “consenso” de “todos” los españoles, recurran a tales conceptos –conquista de América, reconquista– cuando se intenta dibujar el “origen” un tanto mítico de la nación española. La “conciliación” y el “consenso” suponen la aceptación del otro en su diferencia, una suerte de cohabitar en las diferencias que nos construyen y gracias a las cuales nos construimos. Ahora bien, la utilización de estos términos en la descripción del presente resulta sospechoso si cuando uno se refiere al pasado se continúa poniendo el acento en la “conquista”, la absoluta negación del otro, del judío, musulmán, gitano, nativo americano, inmigrante o refugiado.

Hasta aquí, como dicen los franceses, mi coup de gueule. A la mierda los pastores, se acabó la Navidad.

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