Abrumada y desorientada estoy intentando aclarar partes de mí, para ordenar mi presente, ya que me sobrepasan muchas
cosas cotidianas que antes las solucionaba sin tener que pasar un mal trago.
Para gente
normal cambiar de compañía de telefonía es un mero trámite, a no ser que se te crucen personas de la sección de fidelización que dicen que te van a mejorar la oferta prometida por otra compañera o compañero, aunque esta mejora no llega nunca (más megas, televisión etc.).
Te han
mentido. Te han
timado. ¡Ah! Y tu mientras esperando el servicio prometido... Eso mismo me ha pasado con Jazztel.
Solicitar al banco en el que firmaste la hipoteca que te indique cómo recuperar los gastos, que ahora el Tribunal Supremo sentencia que no pueden recaer en su totalidad en los usuarios, también me acobarda.
"Escriba a tal sitio que allá le indicarán...". Dos meses dice el BBVA que tardan en contestar en ese sitio.
He pedido al Ministerio de Justicia, en Madrid, que me envíe información sobre los
bienes de mi padre muerto el 2003. Vaya, por si hay testamento. Papá cobraba 350 euros al mes y no tenía propiedades. Mi hermana y yo le ayudábamos.
Ese documento es para conseguir una
ínfima indemnización a la que tenía derecho por el tiempo que pasó preso (en 1937) en la plaza de toros de San Sebastián con los nacionales y en las playas cercanas a Carcasona, en campos de concentración franceses. Tenía 14 años cuando todo ocurrió .
En fin, sólo expongo retazos de mi día a día, que me están llevando a malvivir, con miedo y mucha preocupación.
Cercana a los 70 años, con una vida laboral de más de 37 años en la que ha habido de todo, si me lo permiten, en lugar de las noticias de los
telediarios, de los debates de la actualidad, de derechas, de izquierdas, del cielo y del infierno... me he permitido ocupar un pequeño espacio aquí; con atisbos de mi vida que, tal vez, no os interesen pero que a mí me han librado del temor y me han liberado de la aprensión que suelo tener al enfrentarme a
sucesos inhabituales.
No tengo problemas con mi pensión, ni con la luz, agua y gas, a los que mimo.
Las circunstancias me han hecho quien soy. Creo que algo así dijo Sartre.
Estoy orgullosa de pertenecer a mi generación y lástima que por el camino se estén perdiendo
la esencia y el resplandor de esos agitados y memorables años.
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Anna Torralba es socia de infoLibre
José Luis Sampedro decía que a los veinte años era un viejo, y que a los setenta se consideraba un joven. El paso del tiempo hace que se vaya teniendo una perspectiva diferente sobre las cosas, sobre el mundo en general y, en mi opinión, muy enriquecedora. Permite valorar de otra manera los acontecimientos, relativizando muchos y dando mayor importancia a otros. Sin llegar a tu experiencia, Anna, creo que por ahí van las cosas, disfrutar de lo que tenemos a nuestro alcance y no dejarnos avasallar por esta sociedad consumista, competitiva, monetarista… (y otros diversos apelativos), que nos quieren imponer.
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