Librepensadores

Otro futuro es posible

Rafael Muñoa Gibello

Uno de los fundamentos en que el humano basa su existencia, observándolo siempre desde las reglas sociales, es en el futuro, aunque es muy posible que pronto vea que su sustento no dependa tanto de él como del naipe que le toque en el barajar de la vida. Porque también es verdad (y a esta verdad asistimos en estos días) que hay quien afronta las cartas del ciego azar con resignación ancestral, mientras otros, los privilegiados, devienen a la democracia con las cartas marcadas.

Esto lo sabe muy bien el joven de dieciocho años que se encontró una tarjeta de crédito y satisfizo ipso facto su impulso consumidor gastando de ella 89 euros en un centro comercial. Algo parecido le sucedió a una señora (o fue a su señor marido, no sé) que con la tarjeta de crédito de la empresa que ambos tenían al 50% adquirió lotes de libros de Harry Potter, un safari en África y otras gabelas, sin que ni fiscales ni jueces vieran ninguna analogía con el caso del joven aludido, al que le pidieron cinco años de cárcel y aún permanece ahí, omitiéndose, además, que actuó llevado por la misma cultura de consumo que se daba en el caso de la pareja, siendo este caso de mayor cuantía y agravado por la maquinación sutil y el desprecio que hubo hacia el Tesoro. ¿Y qué analogía hay con el Tesoro en los casos de Rato y Blesa y cuál respecto de la prisión de la joven madre que asimismo se encontró una tarjeta de crédito y la usó para comprarle a su bebé potitos y pañales?

Como quiera que reflexionemos sobre estos ejemplos no dejarán de ilustrar una injusticia manifiesta, articulada por los poderes vigentes del Gobierno y se interpreta, de forma grosera, por la condición social de cada cual. Todo un escándalo, cuya obviedad no escapa a la sensibilidad misma de los propios privilegiados, que encuentran y reconocen en la ciudadanía una resignación y sacrificio digno de todo encomio. Pero resignación rima con tradición, y es lo que hay, una cultura administrada.

Mucho se equivocan, no obstante, quienes así piensan.

El movimiento juvenil 15-M surgió cuando más parecía que la ataraxia social era inevitable, y protestó contra la arbitrariedad de aquella forma de vida, la corrupción, y todo el linaje de desmanes originados por el capitalismo financiero, el oportunismo político y los estragos de una crisis provocada contra el pueblo, al que decían soberano y del que en realidad se reían y le esquilmaban sus derechos constitucionales. Fue todo un clamor hacia aquella burla y provocación de la desigualdad, la de aquellos jóvenes protestatarios hartos del abandono en que les tenían sumidos las autoridades y fue ese principio de hartura la chispa de la que brotaría el genio político de Pablo Iglesias con Podemos.

Podemos apareció como entidad regeneradora de un régimen arbitrario y caduco, que, tras la máscara de la democracia, manifestaba un poder total de Estado, y que, de pronto, sintió en su cogote el cálido aliento y empuje de Podemos, por lo que reaccionó contra él con las críticas más acerbas e indignas posibles, sin más base que el despropósito irreflexivo, acaso estremecido por la competencia que le suponía una política efectiva y radicalmente democrática y, en consecuencia, temeroso de las pérdidas económicas que pudiera sobrevenirle en negocios interaccionados con la Administración, así como la pérdida generalizada de intereses e influencias de una forma de vida de dominio absoluto, empotrado en las instituciones donde ha venido blindando sus poderes para controlar a discreción el acontecer de la vida social española. Lo cual, ahora, le será más difícil.

Unidos Podemos ha venido demostrando que esa forma de vida, ese conciliábulo que hoy posibilita el Gobierno del PP, esa derecha, en fin, hegemónica, no es invencible políticamente, y menos hoy, tras Vistalegre II, podrá controlar y determinar la vida española como antes hacía. Este es el reto inminente al que se enfrentan las verdaderas izquierdas, la progresía, la cultura, que es el porvenir de las naciones, ante un mundo cada vez más carcomido por la corrupción y la decadencia que conllevan en sí las políticas neoliberales, que privilegia a los menos y empobrece a los más, como un retorno a la síntesis feudal.

La misma Bruselas nos hace observar la tremenda desigualdad que se da en nuestro país, en el que para muchos nada desentona bajo su sol, aunque huela mucho.

Sugiero, por lo tanto, observar el título que encabeza este escrito, un futurible que puede acontecer si la insistencia de Pedro Sánchez llega de nuevo a liderar el PSOE, un partido que, como dice Goytisolo, tiene mucho de español, poco de obrero y nada de socialista. Y esto, que ya lo ha comprendido Sánchez, en su condición de político decente y de izquierdas, en consonancia con los cambios que se van efectuando en nuestro demografía, favorecerá y premiará electoralmente las políticas reales de izquierdas, mientras el famoso contubernio, enrocado en sus malas políticas conservadoras, caerá entonces como las altas torres, mal cimentadas, caen. ______________

  Rafael Muñoa Gibello es socio de infoLibre

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