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Un 'troll' por mi casa

Vladimir Merino Barrera

Y por la tuya. Y por la del vecino. Hasta por la de mi abuela, que bastante tiene con sufragar el tiempo disfrutando de sus recuerdos.

Ni tú ni yo, nadie podemos escapar a la vorágine, a la insaciable voluntad de globalizar su omnipresencia, de ser esa estúpida noticia que de un tiempo a esta parte, día sí y día también, con sonrisa fingida y bravucona, con gesto irritante, o con ensayada y mal interpretada bravuconería, todas las mañanas nos desayunamos. Un troll llamado Trump, ha entrado en mi casa, y en la tuya…

—Apaga la tele, desenchufa la radio, no leas la prensa, desconecta el wi-fi, libérate de los medios… y relájate; no te cabrees y disfruta. —Me recomienda un amigo.

Lo pienso, le doy cuatro vueltas, intento comprender y al final pregunto:

—¿Qué mire para otro lado, me quieres decir?

—¡Sí, sí, eso! Que le den, nosotros a lo nuestro, a vivir que son dos días. Además… ¿Qué podemos hacer? ¡Que se joda! ¡Como si no existiera! ¿Me entiendes?

—Claro que te entiendo. —Contesto.

La tentación es muy grande; expulsar al troll, evitar los senderos donde pueda cruzarme con él, salir a la calle y respirar el aire limpio de primavera, observar lo armonioso y esquivar los aguijones.

En esas estaba, cuando así, como de un soplo o un sopetón, como reclamándome algo de esa vieja conciencia casi olvidada, de algún pequeño y medio oculto almacenaje de neuronas, brotaron unas estrofas casi olvidadas de Martin Niemöller:

Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.

Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.

Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.

Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.

Luego vinieron por los periodistas y yo me quedé callado, pues no me interesaba enterarme de nada.

Luego vinieron por los homosexuales y yo ni siquiera quise enterarme, pues soy heterosexual.

Luego vinieron por los negros, pero como soy blanco, tampoco hice nada.

Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie al que le importara ni que quisiera hacer nada por mí”.

Pastor alemán encarcelado de 1937 a 1945 por el Gobierno de Hitler.

¿Y ahora…?

En la era de las grandes tecnologías, de la comunicación inmediata, de los viajes interplanetarios… Ahora nuevas y estúpidas proclamas, alimenticias todas ellas de espíritus y voluntades faraónicas renacen y piden paso.

«América primero» y si no eres americano… (De USA, claro) al patio, al gallinero, allí donde no molestes, allí donde no desvirtúes los más sagrados sueños americanos, los del último pueblo elegido. Primero fueron los judíos, israelitas los llamaban; después fueron los alemanes, Arios los llamaban; ¿serán éstos, los nuevos mensajeros del bien contra el mal, la última generación de apocalípticos?

Quiero pensar que no, mejor aún, no lo creo. Quiero convencerme de que son más, muchos más los americanos (de USA, claro) que en nada de tiempo, harán primar la inteligencia sobre la ostentación de mala educación y zafiedad, esa de la que el nuevo troll presume y con la que me visita todos los días por la mañana. Es una esperanza.

Vladimir Merino Barrera es socio de  infoLibre

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