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LIBREPENSADORES

Quitarse la camiseta

Raúl Gómez Sánchez

"¡¡¡Gooool!!!! ¡Gol de España!"... oí desde mi rincón de trabajo y aficiones, mientras mi mujer y mi suegro se felicitaban por la Copa del Mundo para nuestra Selección.

Me alegré, claro, por mera empatía con mis cercanos. Pero por nada más. No entiendo de deportes y soy incapaz de comprender cuáles son las beneficiosas o letales consecuencias de que una bola de cuero rellena de aire cruce determinada línea de meta. Esa incapacidad no me deja indiferente, sin embargo, ya que el observar cuánta pasión, cuánta intensidad emocional se derrocha en tan trivial evento, me subleva aun más contra nuestra generalizada apatía ante las injustas desigualdades que definen cada vez más la estructura de nuestra sociedad; desigualdades éstas, por cierto, que son básicamente sufridas por la inmensa mayoría de los que parecen ser capaces de dar su vida por su equipo de fútbol, mientras que votan, ya sin pasión ni esfuerzo intelectual alguno, a los responsables de su propia desgracia.

La gente parecemos movernos más por la camiseta, una suerte de bandera, que por nuestros reales intereses. Y así nos va. Al menos a los que no tenemos la frialdad intelectual de los que nos están mandando, que desprecian banderas y camisetas; tanto, que son capaces de usarlas en plan trilero para despistarnos de nuestros intereses, que son contrarios a los suyos.

Al final de una digna legislatura, el PSOE de Zapatero traicionó sorpresivamente los intereses de su base electoral, reformando la Constitución para hacerla antisocial, en perfecta comandita con el PP, y arrasando con los derechos laborales conseguidos a lo largo de muchas décadas de lucha de los trabajadores. El partido de Pablo Iglesias, el centenario, perdió muchos votos, claro, pero es que debió haberlos perdido todos, pues acababa de hacer justo lo contrario de aquello para lo que se le votó. Pero había mucha camiseta en el voto. Votamos a "los nuestros" aunque ya no seamos de ellos.

Como reacción a la deriva conservadora del PSOE, surgió Podemos. Su mensaje –en esto la doctrina no es pacífica– no difería mucho de la original del PSOE del 82; básicamente una propuesta de socialdemocracia real, de la que el buque insignia de esa marca política se había alejado definitivamente.

Lo racional hubiera sido que la gente que votaba PSOE, por coincidir con el espíritu socialdemócrata, hubiera votado Podemos, pues el sentir y el programa del nuevo Pablo Iglesias venía a recoger lo que el PSOE acababa de arrojar por la borda. Pero no. La camiseta es la camiseta y el PSOE solo se resintió, pero sobrevivió. Millones de personas que siempre votaron por los derechos humanos, por los derechos laborales, por la sanidad para todos y de calidad, por una educación pública excelente y laica, votaron a un partido que había traicionado todo eso y además iba a facilitar la formación del gobierno más reaccionario de toda la Unión Europea. No votaron por comulgar con esas ideas, sino por la camiseta. Se es del PSOE como se es del Athletic.

Ése es el problema, que no votamos por el programa, ¿se acuerdan de Anguita? "programa, programa, programa...." Surgió, decía, Podemos y le votamos muchos, espero que no por la camiseta de Alcampo del nuevo Iglesias, sino porque pretende derogar la reforma laboral y muchas contrarreformas más, así como desarrollar nuevos derechos y oportunidades. Pero entonces, como la existencia de Podemos supone una merma en los votos del partido mayoritario que se dice de izquierdas, éste se ha reciclado y se ha pintado de rojo la cara. Y volvemos a la casilla de salida. Por supuesto, miles de exvotantes socialistas volverán a serlo, ya con la tranquilidad de no traicionar sus intereses de clase. ¿Seguro? Yo no me fío ni un pelo. Si ese partido ha cambiado y ahora abraza los intereses de la mayoría, bienvenido sea. Pero ¿por qué creerlo de antemano? ¿Cómo pudo ser tan beligerante contra los intereses de los trabajadores, y a favor de los especuladores financieros y ahora volver a ser el partido de izquierdas que quiere dar a entender? A mí me parece que más bien se trata de una operación cosmética destinada a evitar que los votos de la gente se vayan a la nueva formación de los intereses populares.

Mi propuesta es que nos olvidemos de camisetas y banderas, que veamos cuál ha sido la trayectoria de cada partido, cuáles sus propuestas, y que actuemos en consecuencia. Si al final el PSOE renuncia a su década de traición y vergüenza, mejor que mejor; podrá colaborar en la acción de gobierno progresista que la mayoría deberíamos desear y a mí me dará igual que el gobierno sea de PSOE o de Podemos, o, lo más probable, de una colaboración entre ambos; solo quiero asegurarme de que, por ejemplo, derogue la reforma laboral de Rajoy y la de Zapatero. ¿Qué partido me garantiza eso? Solo a ese votaré. Sin camiseta. ________________

Raúl Gómez Sánchez es socio de infoLibre

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