LIBREPENSADORES

Decreto de emergencia nacional

Jaime Richart

Puesto que el partido del gobierno y el gobierno son hipercentralistas, apechuguen ambos con la situación calamitosa que se avecina en todo el país. Pues no es una competencia que, dadas las circunstancias que vivimos, corresponda en lo esencial a ayuntamientos y comunidades.

El año hidrológico ha sido desastroso y en lo que llevamos de año prácticamente no ha llovido en toda España. Y donde ha habido precipitaciones han sido torrenciales, pero no para llenar pantanos ni aumentar estable y naturalmente el caudal de los ríos, sino para destrozar cosechas y causar otros estragos. Y lo peor no es eso, ni que el cambio climático negado por los necios origine un panorama extraordinariamente anómalo de modo que ni las temperaturas ni las lluvias se correspondan con lo esperado según el mes o la estación del año, y que no haya llovido suficiente en demasiado tiempo. Lo peor es la tendencia. No hace falta ser un adivino o un augur, sino simplemente haber venido haciendo un seguimiento de la pluviometría desde hace una o dos décadas, para saber que la lluvia es un meteoro dramáticamente decreciente y decreciente además de manera exponencial. Hasta tal punto es así que si esta civilización empezó tras un Diluvio Universal, ésta en la que nos encontramos parece abocada a una sequía universal...

Las lluvias, ya lo he dicho de otra manera, son irregulares o intempestivas y no responden en todo caso a la secuencia correspondiente a las estaciones del año y a las previsiones de los cultivos.

Por otro lado, los “expertos”, en multitud de asuntos, son los menos indicados para ser escuchados y esperar de ellos remedio de lo remediable y menos de lo irremediable, pues a menudo ellos mismos y su estrabismo y deformación sensorial que acompaña a toda especialidad fuera del objeto de su estudio, son los causantes de los males de causa incierta o confusa. Por eso, antes que con un meteorólogo o que con un físico que además no se atreverán a anunciar pésimas noticias para no causar a los gobernantes alarma social siempre difícil de controlar, y desde luego antes que con un profeta, es preferible en este caso consultar con un fino anciano, con un provecto sensible o con un pastor de ovejas, si se quiere penetrar en lo que sucederá en el sombrío e inminente futuro que nos espera, anticiparse y ajustar las precauciones necesarias para evitar un cataclismo súbito.

El caso es que el gobierno, en lugar de fijarse en lo que ocurre en Venezuela y malgastar energías vitales para impedir la consulta en Cataluña, lo que debe ir preparando es un Decreto de emergencia nacional. Está en juego antes que nada la salud pública de toda la población. Luego la supervivencia.

Habida cuenta de esa tendencia a la que me refiero, septiembre, octubre y meses sucesivos pueden estar sujetos a las mismas veleidades térmicas que estos últimos tiempos y no llover si no de un modo ocasional. Las restricciones de agua ya han empezado en algunos sitios. Y las restricciones es de temer que hayan de ir siendo graduales. Por lo visto, se consume mucha más agua para regadío que para el consumo ordinario humano. No obstante, y dada esa tendencia marcada, habrá que ir pensando cómo actuar severamente cuando los embalses y fuentes de agua lleguen al límite... Se puede contar con el agua embotellada para beber; se puede prescindir temporalmente del agua para limpiar vajillas o recurrir a útiles de cartón de usar y tirar que sustituyan a vasos, tazas, cubiertos, etc. Pero –y aquí está el problema capital que relaciono al principio con la sanidad–, el agua de las cisternas de inodoro son vitales después de la que necesitamos para beber y para vivir. Y entonces, si el agua falta para ese uso imprescindible en las urbes ya en todas partes, me dispenso de relatar o describir las consecuencias.

De modo que arriésguese el gobierno a dictar ese Decreto de emergencia nacional cuanto antes, desarrolle luego las medidas oportunas para retrasar en lo posible un desenlace que se perfila catastrófico y no espere a la fatalidad que con desgraciada probabilidad parece no sucederá: que llueva en abundancia en la península en los meses próximos. Napoleón sólo quería generales con suerte. No sabemos mucho de la suerte y de las capacidades del presidente del gobierno español más allá de su aptitud para observar con detalle los “hilillos de plastina” que salían hace años de un buque naufragado que devastó la costa galaica. Pero ahora tiene la oportunidad de dar la medida como hombre y dirigente intrépido al tiempo que como sagaz previsor en el bien de todo el país. Si acierta se lo recordará la población toda la vida que le quede por delante. Y luego, si diluvia y aquí no ha pasado nada, al menos el mundo reconocerá la buena voluntad de un ser que sólo ha sobresalido por no decir nunca nada sustancioso y por su espantosa mediocridad. Al menos, en este Decreto que le propongo por el bien de todos, tendrá la ocasión de dar la medida de sí mismo y de lo que dice representar: España. Porque si las cosas suceden como los agoreros barruntamos, ya puede ir preparándose todo el mundo para el ¡sálvese quien pueda! mucho antes de lo que aconseja la prudencia. ___________________

Jaime Richart es socio de infoLibre

Más sobre este tema
stats