... Al menos con capacidad y voluntad de reconocerlo.
En este caso, pues,
nadie o casi nadie confesará su adicción al móvil, a Internet y demás compañía, y todo el mundo o casi todo encontrará razones y racionalizará su tendencia a consultar continuamente la mágica pantallita, hasta llegar a permanecer horas y horas frente a su ordenador.
Pero no, "nadie tiene adicción" ni está "colgao" de
autointerrumpir su jornada, una y otra vez, mientras anda, mientras conversa, mientras come, a la hora de levantarse, a la hora de acostarse, a la hora de salir por la noche a hacer pis.
Sin aviso de que
se corre peligro. De que uno no puede desengancharse ni de sus conocidos, ni de sus amigos, ni de su trabajo, ni de nada que se le ocurra comentar, retratar, comunicar a quien está al lado suyo, incluso.
Eso es algo que me ha llamado mucho la atención, a mí que soy un
panoli analfabeto digital, un marciano que ya no reconoce su propio planeta, que apenas se queda con "la boa que se había tragado un elefante" y que desde luego no era "un sombrero", tal y como nos ayudó a comprender
El Principito.
Y así he estado yo en reuniones de amigos, de compañeros, en las que se ha establecido
comunicación entre asistentes, sentados a escasos metros, y que parece comentan lo que va sucediendo en el mismo lugar.
Y también me llamó la atención cómo me comentaba una compañera que había pasado el fin de semana con un "rollete" pasajero, y que a la vez que estaba "enredándose" con él, a través del móvil, también estaba contactando con otro "rollete".
Y el otro día preguntando a una conocida por su hijo de 12 años nos dijo que se había quedado en casa entretenido
con "el ordenador", horas y horas... por supuesto.
Recuerdo, por último, en los albores de este
boom imparable y creciente, que un alumno de la ESO no acudió a clase y en virtud del seguimiento que se hacía a los alumnos llamé a su casa para inquirir sobre su ausencia. Puesta la madre al teléfono, muy amable, me comentó que, efectivamente, el muchachito de unos catorce años estaba durmiendo porque había estado "jugando" frente al ordenador toda la noche y se había acostado pasadas las seis de la mañana.
La buena mujer me preguntó, muy amable, muy débilmente, como con cuidado de no despertar a su retoño ya crecidito : "¿Quiere que le llame?"
Pero no se descuiden ni pierdan la esperanza, nadie o casi nadie reconocerá estar enganchado y uno seguirá siendo
más extraterrestre en este "su nuevo mundo tan extraño".
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Antonio García Gómez es socio de infoLibre
Cuanta razón tiene, Antonio García, y se lo digo como informático que soy. En fin, conozco el mejor remedio pero imagino que poca, muy poca gente apoyaría. La informatización de todo ha supuesto demasiada comodidad, así como la virtualización de personas y mundos irreales, con los que muchas personas pierden el norte, evitando así, a toda costa, salir de su fantasía irreal, la fantasía que sólo algunos desarrollan precisamente para estos. ¿Quiénes la desarrollan? Aaaaahh, amigo...
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