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La vergüenza nacional

Gonzalo de Miguel Renedo

A nadie escapa que la mal llamada fiesta nacional nos abochorna ante el mundo entero. Posiblemente si se celebrara en Venezuela ya hace tiempo que nuestros medios la habrían demonizado, pero no, este ejercicio de maltrato nació aquí, de toda la vida, y por eso mismo, la demencia se mantiene, una carnicería sádica contra un bello animal, éste sí emblema de esta piel de toro, al que se maltrata en cada festejo de mal llamado arte. Ay, el toreo tiene de arte lo que la xenofobia de deporte, y los toreros de artistas lo que los carniceros de animalistas.

Logroño, o mejor, su equipo de gobierno municipal ha convertido la capital del vino en un templo taurino, para desgracia de quienes habitan en ella. Quizá resultará recomendable un referéndum para confirmar si realmente el pueblo logroñés participa de esta cruel tradición, aclarando antes que por más que saliera a favor, la demencia sigue siendo una demencia aunque se vista de democrática, como no deja de ser una aberración la pena de muerte por más que cuente con un apoyo popular masivo. En realidad, lo del referéndum lo decía por dar una oportunidad a la sensatez de la gente, que no de sus representantes, que la desaprovechan día tras día.

Todos sabemos que la mal llamada fiesta nacional, desde ahora, la vergüenza nacional, está herida de muerte. Las gradas vacías avalan su más que anunciada desaparición. No va a verlos ni el Tato, sea quien sea el Tato, ni rebajando el precio. ¡Qué bien le vendría el descabello para no retrasar su agonía y la de de sus víctimas propiciatorias, en este caso por razones sobradamente justificadas! Ante la amenaza, en cambio, lo que se hace es lo contrario: adoctrinar en el maltrato animal a los más pequeños. El ayuntamiento que preside Cuca Gamarra ha cedido las marquesinas de las paradas de bus para que una asociación taurina difunda mensajes tóxicos. Menos mal que con el bus homófobo de Hazte Oír se mostraron menos indulgentes. En dichos escaparates públicos se pueden ver en las fiestas de San Mateo de 2017 anuncios que caen en dos oxímorones consecutivos: el primero, equiparar la cultura con los toros, y el segundo, uno mucho peor, el que parece querer cerrar el falso silogismo, el de animar a los padres a llevar a los niños a la plaza de toros por aquello de que la tortura es cultura. Se conoce que la matanza en vivo de una res les parece un espectáculo edificante. Lo próximo, supongo, será invitarles a un sol y sombra acompañado de un habano.

Los pequeños son muy sensibles al mal ejemplo de sus mayores y cuesta creer que quienes deben velar por su seguridad y educación no solo no eviten peligrosas amenazas, la vergüenza nacional de los toros vergüenza nacionallo es, sino que desde las mismas instituciones se fomente la maldad sin rubor alguno. Eso sí, luego andan muy preocupadas con el auge de las redes sociales, con Twitter, con Facebook, no vaya a ser que el mundo virtual les quite demasiado tiempo para contemplar la crueldad en directo.

Gonzalo de Miguel Renedo es socio de infoLibre

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