Librepensadores

El discurso hipócrita de Trump ante las Naciones Unidas

Juan José Torres Núñez

El discurso de Donald Trump el pasado martes, 19 de septiembre (10:04 A.M. EDT), ante la Asamblea General de las Naciones Unidas pasará a la historia como uno de los momentos más vergonzosos de esa institución, que nació como un foro en donde todos los países del mundo pudieran reunirse para dirimir sus diferencias y trabajar y dialogar sobre los principios de convivencia pacífica entre todas las naciones de la Tierra, después del horror de dos guerras mundiales. Robert Parry señala en su artículo Trump Falls in Line with Interventionism, que este discurso pasará a la historia como “uno de los momentos más incómodos en las relaciones de América y la comunidad global”.

Trump se convirtió en el primer mandatario del mundo en utilizar las Naciones Unidas para comunicar a todos los representantes mundiales que si Estados Unidos se ve obligado a defenderse y a defender a sus aliados, “no tendremos otra opción que destruir totalmente a Corea del Norte. El hombre cohete se encuentra en una misión suicida, él y su régimen”, dijo. Este tono belicista, agresivo y violento, no pertenece a la misión de paz de las Naciones Unidas. Su actitud hacia los malos, como Corea del Norte, Irán y Siria, se contradice con las pocas veces que habló sobre la condición humana, como cuando subrayó: “Queremos armonía y amistad, no conflictos”. Esta afirmación muestra una hipocresía evidente porque como ha manifestado Bruno Rodríguez, canciller de Cuba, “Trump es el jefe de un imperio responsable de la mayor parte de las guerras que ocurren en el planeta y es un factor de profunda inestabilidad mundial y de gravísimas amenazas a la paz y la seguridad”.

Trump describe su concepto de política exterior como principled realism. Esto tendrá que explicarlo. Anatol Lieven comenta que “si EEUU trata a Arabia Saudí como un aliado, entonces no tiene ningunos principios”. Trump no presentó una visión realista del mundo. Según Peter Lavelle, “Trump ve el mundo como sus predecesores en el cargo”. Trump sostiene que su país no está guiado por una ideología. Sin embargo, para Lavelle “el discurso presenta la ideología de los neoconservadores”, lo que significa un mundo unipolar con un sistema neoliberal como el único válido para resolver los problemas de la economía mundial. En EEUU la palabra socialismo no gusta mucho, aunque Bernie Sanders sí la utilizó en la campaña electoral de 2016. En el discurso, Trump ataca y condena el socialismo con observaciones banales como: “El problema de Venezuela no consiste en que el socialismo se ha aplicado mal, sino que el socialismo se ha aplicado correctamente”. Evo Morales ha contestado que “en Bolivia el socialismo ha sido la vía correcta para el surgimiento [del país] sin necesitar el apoyo de Estados Unidos”. Trump cree que las naciones soberanas tienen que seguir su propio destino: “Nosotros no esperamos que los diversos países compartan las mismas culturas, tradiciones, o incluso los mismos sistemas de gobierno, pero esperamos que todas las naciones mantengan dos obligaciones soberanas: respetar los intereses de su propia gente y los derechos de cada nación soberana”. Estas palabras muestran una hipocresía descarada, después del diabólico ataque y condena del socialismo. El Premio Nobel de Literatura, Harold Pinter, escribió en 1996 que Estados Unidos siempre está hablando de los derechos humanos, pero se preguntó: “Derechos humanos, ¿dónde estáis?”. Y declaró: ”Existe hoy una propaganda que el socialismo está muerto, pero […] si el socialismo significa ‘el bien común’ y la ‘justicia social’, eso quiere decir algo”. Si ser socialista significa sentirse indignado al ver a millones de gente en la pobreza, a causa de las “fuerzas del mercado y de las instituciones financieras internacionales”, entonces, “el socialismo nunca puede estar muerto porque estas aspiraciones nunca morirán”, aseveró Pinter.

Trump repite muchas veces la palabra “soberanía”, pero queda claro que para él “algunas naciones tienen más soberanía que otras”, como opina Lavelle. Y Bruno Rodríguez precisa que existe una manipulación de esta palabra, pues se trata de “soberanía para EEUU y avasallamiento para los demás países”. Trump habla de paz y armonía en el mundo, pero sus palabras son inconciliables con las amenazas intervencionistas en los asuntos internos de otros países. Esto lleva a Parry a señalar que “sus políticas son virtualmente las mismas que las estrategias neoconservadoras de George W. Bush y el intervencionismo liberal de Barack Obama”. Su principled realism no existe, ya que no muestra ningún cambio con respecto a los neoconservadores. De hecho, lo que mostró en su discurso fue una actitud patológica hacia Irán, al indicar que este país está desestabilizando Oriente Medio, expresando la misma línea que Israel y los neoconservadores cuando, como sostiene Parry, “En realidad Irán ha ayudado a estabilizar Iraq y Siria contra los grupos suníes y otros militantes apoyados por Arabia Saudí y –hasta cierto punto- por Israel”. Trump lo que pidió fue un cambio de régimen en Irán, “el anhelado sueño de Israel y de los neoconservadores”, como Parry nos recuerda. Y arremete contra Hezbollah, considerado un grupo terrorista por EEUU. No olvidemos que este grupo expulsó de Líbano al ejército de Israel cuando lo invadió en 1982. Pero no pronunció ni una palabra sobre la ocupación de Palestina, ni sobre el holocausto que Israel lleva a cabo en Gaza.

Hablar de “un grupo pequeño de regímenes canallas que violan los principios sobre los que se basan las Naciones Unidas”, nos parece ridículo porque EEUU es precisamente el país que no respeta la ley internacional. No hace falta citar casos, pues todos lo sabemos. EEUU está siempre dispuesto a violar la soberanía de cualquier país que no sea su vasallo. Para EEUU “La ley internacional es para el otro”, asegura Parry. Resulta bochornoso, pues, que hablara de los países del “eje del mal”, sin reconocer los lazos de Arabia Saudí con el terrorismo de al Qaeda y otros grupos terroristas islámicos.

Trump perdió una gran oportunidad para mostrar que es un líder con ideas, capacidad de negociar y habilidad para dar al mundo las soluciones que necesita urgentemente. Por el contrario, dio un discurso para complacer a Benjamín Netanyahu y a los neoconservadores. No dio ninguna esperanza de paz, al no mostrar ningún cambio sobre las políticas intervencionistas. Esto es irónico porque siguió la línea de los conservadores, que continúan con la idea de someterlo a un impeachment [juicio político]. Podía haber considerado solucionar el conflicto de Corea del Norte por medio del diálogo y haber aceptado el Duble Freeze [doble entendimiento], que proponen Rusia y China –que parece lógico. La desnuclearización de Corea del Norte solo se puede conseguir si EEUU retira su poderío militar de Corea del Sur y deja de jugar a la guerra con las maniobras militares anuales. Kim Jung-un no es tonto. Conoce la historia de Moammar al-Gaddafi y de Saddam Hussein. Una retirada total de las tropas americanas de Corea del Sur acabaría con el conflicto porque Corea del Norte solo busca tener la capacidad de una fuerza disuasiva.

A finales de los años noventa, Lyndon LaRouche propuso construir fábricas en la zona desmilitarizada para que los coreanos del norte y del sur trabajaran juntos. Una excelente idea que hubiera traído la paz sin lanzar ni un solo misil. Trump podía reflexionar sobre esta idea y también ayudar a que los trenes de ambos países atravesaran la península de norte a sur, como miembros de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, a la que Estados Unidos también debería pertenecer, para reconstruir las antiguas y ruinosas infraestructuras, creando instituciones de crédito nacional y restableciendo la Ley Glass-Steagall. Pero claro, el complejo industrial armamentístico no se lo permitiría. Seguimos, pues, con una economía de guerra. Y así llegamos a las últimas palabras del discurso:

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-“Dios bendiga a los Estados Unidos de América. Muchas gracias” (10:46 A.M. EDT).

-De nada señor Trump.

Juan José Torres Núñez es socio de infoLibre

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