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Librepensadores

La felicidad

Antonio García Gómez

La felicidad como asignatura vital troncal, relegados los duelos, las frustraciones, las penas y hasta el aburrimiento, como para que no se haya priorizado sobre la necesidad de que nuestros niños solo aspiren a ser felices, a tiempo completo, con la supervisión compulsiva de nosotros, los adultos, encargada de asegurarles esa felicidad inacabable.

En la primera mitad del pasado siglo XX los padres se preocupaban porque sus hijos nacieran y se criaran con salud y fuerza, para resistir y sobrevivir a los embates propios de la naturaleza y de la sempiterna explotación del hombre hacia el hombre.

A partir de la mitad del siglo XX, y a lo largo de tres o cuatro décadas, los progenitores luchaban, se esforzaban por asegurar a sus vástagos la mejor formación posible.

En las dos últimas décadas, la obsesión de los padres para sus retoños ha sido, y es, que esos pequeños, sus pequeños, los "locos bajitos" bajo su jurisdicción, que sean felices, a tiempo completo, contra toda amenaza que impida la felicidad plena, el disfrute, el bienestar gozoso y lúdico, contra cualquier frustración, dificultad, contratiempo, duelo, dolor, pena, fracaso ... incompatible con el deseo irrenunciable de que los infantes sean felices, felicísimos. 

Como para que ocupe todo el esfuerzo adulto, en aras de la dicha que dé razón a todo esfuerzo, porque es lo único importante, en contra de cualquier asomo de aburrimiento, preferentemente para nuestros pequeños, para que no conozcan ni sospechen de la cara oscura de la existencia. Negándonos a que el lobo se coma a las ovejas, Cenicienta friegue los suelos, Hansel y Gretel estén a punto de ser devorados por la bruja; prevenidos contra la menor pesadilla que perturbe el sueño de nuestros hijos, para reducirlos al cobijo de la burbuja inatacable, para que los pequeños no conozcan que puede haber también desdicha por vivir, sufrir, sobrellevar.

Hasta lograr que la bobería alunice sobre los nuevos adultos, inmaduros por falta de conocimiento absoluto de la realidad a la que habrán de enfrentarse, indefensos, a merced de la fea realidad, arrojados a comportamientos infantiloides de por vida, abocados al fracaso integral, abocados al fracaso insuperable, después de tanta felicidad sostenida y consentida.

Tan inmaduros pues como insensibles, por falta total de empatía, alejados de la humanidad que les permita comprender que, después de todo, no todo es bonito, que no todo es divertido, que también cabe el impasse que invite a detenerse, a reflexionar, a decir, en definitiva no.

Debilitada la voluntad y el espíritu del esfuerzo y el sacrificio, acostumbrados a dejarse deslizar por el tobogán de sus deseos cumplidos, sí o también, incluso a costa de lo que más quieren, incluso a costa de quienes más los quieren. Hacia la decadencia inevitable que les haga reír la risa floja.

Hace unos días escuchaba que "el novísimo invento" consistirá en hacerse tatuajes "con sonido", con una aplicación incorporada que permita acercar el móvil para que se active y expulse la melodía preferida, en vivo y directo, para poder escuchar, como si nos convirtiésemos en hombres orquestas con el chunda chunda incorporado a flor de piel. Porque no decaiga la fiesta, la alegría, la felicidad, huyendo despavoridos de la menor frustración, por otro lado... ¡inevitable! Ahora que nuestros muchachos nacerán con el compromiso adquirido de la felicidad imparable a cargo de sus padres y adultos. ________________

Antonio García Gómez es socio de infoLibre

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