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Librepensadores

Urge regular el marco laboral

Manuel María Murillo Vallejo

Estamos hartos de oír: “Precarización de las condiciones de trabajo, trabajos precarios con salarios precarios que no admiten otra vida que no sea precaria también…”. Desde que tengo recuerdo, nunca he visto mejorar las condiciones laborales y tengo 40 años, yo soy del 77. Estamos en caída libre. En relación a los derechos de los trabajadores, mis padres vivieron mejor que yo, mis abuelos no, pero durante la dictadura se dieron las bases para que los que tuvieran trabajo pudieran vivir de él y prosperar. Es cierto que el mundo, la sociedad, ha cambiado mucho en este tiempo pero también es cierto que un obrero medio pagaba su casa con su salario, con unos intereses en ocasiones superiores al 20% en diez o quince años y hoy, con el Euribor en negativo, se han extendido las hipotecas de 40 años o más de periodo de amortización. Esto, en determinadas condiciones, son dos cadenas perpetuas, una para ti que firmas la hipoteca y otra para tus hijos que terminarán de pagarla. Por supuesto no estoy haciendo apología del franquismo, del que todavía no nos hemos recuperado, sino constatando una realidad.

Recientemente pude ver: ¿Dónde estabas entonces? el nuevo programa de Ana Pastor. Nací el 12 de marzo de 1977 en Sevilla, no tengo ningún recuerdo de ese año, pero sí de la década de los 80 y de los familiares y amigos que vivieron la dictadura. Y hay de todo. Depende del lado en el que te toque y de las circunstancias de cada uno. Franco fue un atraso para nuestro país que todavía estamos pagando y que no sabemos cuándo amortizaremos esa hipoteca, pero creo sinceramente que si evaluamos el régimen franquista situándonos en el contexto sociológico de la época, aunque me resulte extraño decirlo, a los franquistas les importaba más su país y contribuían más al interés general que los políticos actuales. Con mucho menos hacían más por resolver los problemas de la gente, por supuesto ni hablar de libertad, de política, de sindicalismo, ni nada parecido, y esa es una pega fundamental, de derechos fundamentales que no admite réplica. Pero si analizamos el resto y lo hacemos con imparcialidad, nos podremos dar cuenta de que todo no era malo y a la democracia llegamos con un bagaje legislativo laboral importante que se ha ido deteriorando conforme ha pasado el tiempo. Por ejemplo, el contrato fijo que desapareció por el indefinido actual y los 60 días de indemnización por despido improcedente de los que nos quedan, a día de hoy, 33. Casi la mitad y bajando porque cada vez que el señor Rivera o Pedro Sánchez o el que sea de turno diga que hay que reformar el Estatuto de los Trabajadores para adaptarlo a los nuevos tiempos… a mí, que soy trabajador, me entra un canguelo importante. ¿Y por qué esto es así cuando considero que es urgente regular el marco laboral? Pues porque hay que hacerlo en beneficio de los trabajadores para equilibrar las relaciones laborales en este país, que están muy descompensadas en favor de las empresas, y no me fío un pelo del señor Rivera y su contrato único para atraparlos a todos, o su mochila austríaca para que el despido le salga gratis a las empresas, y tampoco del señor Pedro Sánchez que estaría dispuesto a promulgar todas esas reformas y las que hagan falta para mantenerse en el poder. Por eso, cada vez que oigo que hay que reformar el Estatuto de los Trabajadores me pongo a temblar, porque hay que hacerlo pero en un sentido, a favor de los trabajadores para reducir la desigualdad que existe en las relaciones laborales y que no ha parado de crecer y se ha visto incluso aumentada en estos tiempos por los efectos de la crisis económica.

Hay una cuestión de fondo sobre la utilidad de las empresas que habréis oído muchas veces a los empresarios: decir que no son una ONG, que ellos están para ganar dinero… Estoy de acuerdo en parte, una empresa no es una ONG, pero una empresa crece en un determinado lugar, se nutre de los habitantes de ese territorio en forma de clientes, trabajadores, proveedores, etc. Muchas veces son impulsadas con dinero público a través de subvenciones, descuentos fiscales, quitas de deuda, exenciones, etc. Las empresas no crecen aisladas del resto del mundo y no lo obtienen todo por sí mismas sin que nadie intervenga para que esas empresas puedan crecer y generar beneficios. Todas las empresas tienen una deuda impagable con la sociedad que les da cobijo, porque es la que ha sentado las bases para su creación y expansión. Muchos empresarios pensarán que con pagar los impuestos y crear puestos de trabajo ya están contribuyendo al sostenimiento de la economía y del Estado y esta es una teoría muy extendida que cada día se muestra más incierta. Porque la realidad es, sobre todo en las empresas grandes y multinacionales, que el marco jurídico fiscal del que se benefician reduce sus aportaciones a través de impuestos a muy poco o incluso acaban recibiendo dinero del Estado a través de la ingeniería fiscal de la que tanto se benefician muchas empresas que a final de cuentas estamos subvencionando todos. Este tipo de empresas gorronas perjudican al sistema y habría que crear los mecanismos adecuados para que estas empresas contribuyan al sostenimiento del sistema en la medida que les corresponda o desaparezcan. Porque hay que huir de este tipo de relaciones parasitarias que destruyen la riqueza o la ocultan en paraísos fiscales y hay que primar, premiar y ayudar a las empresas que mantengan relaciones simbióticas en las sociedades en las que actúen porque son éstas las que nos dan valor y valores, las que generan riqueza, trabajo y son los cimientos más seguros sobre los que construir el futuro.

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Manuel María Murillo Vallejo es socio de infoLibre

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