Para quienes ya tenemos más tiempo pasado que futuro, fue una liberación desprendernos de aquella
moral puritana y mojigata del nacionalcatolicismo en la que nos educaron y para la que todo era pecado, que separaba a niños y niñas en los colegios –mis primeras compañeras de clase fueron las de la universidad–, que hacía a las mujeres amas de casa y a los varones señores de su hogar. Fue una
liberación porque empezamos a ser moralmente dueños de nosotros mismos, o sea, libres: toda aquella corriente de libertad política y sexual que venía de Estados Unidos y de la Europa más ilustrada poco a poco se fue abriendo paso aquí tras la muerte del dictador.
Pero lo cierto es que no nos liberamos de todo. Esa ancestral
herencia androcéntrica y patriarcal apenas se resintió: los varones conservamos nuestro papel dominante y las mujeres, mientras se incorporaban al mundo laboral, siguieron teniendo el papel secundario que tenían social, cultural y económicamente. Con el tiempo algo se ha mejorado pero la situación no es muy distinta hoy.
No es muy distinta porque formalmente ellas tienen los mismos derechos que los hombres –hablo al menos de España–, pero ni siempre ni en todas las situaciones los pueden ejercer libre y plenamente porque se saben expuestas a abusos, cuando no a mayores agresiones, simplemente por ser mujeres.
Que las mujeres reivindiquen sus derechos y peleen por poder ejercerlos libremente; que denuncien los abusos sexuales, los acosos callejeros, los chantajes laborales y la discriminación que sufren permanentemente,
resulta ahora que para algunos es puritanismo, una vuelta al espíritu mojigato y escrupuloso de aquella moral de sacristía. Pero se confunden. Puritana era aquella moral que remitía al pecado y la culpa precisamente para reprimir a las mujeres asignándoles un papel social, laboral y sexual subordinado. Denunciar las coacciones que impiden a las mujeres ejercer libre y plenamente sus derechos en pie de igualdad no es puritanismo, sino
higiene moral.
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Jesús Pichel Martín es socio de infoLibre
Sí señor. Totalmente de acuerdo con lo que expone. No puedo negar los logros, avances en la visibilidad en relación con la igualdad de género. Sin embargo permanecen muchos rastros de desigualdad y abusos de poder de poder del hombre frente a la mujer ejercido explícita o sutilmente. Y qué decir de ciertas actitudes de amparo por parte de mujeres hacia ese poder ejercido por el varón respecto a la mujer, a quien se impone el silencio y /o sumisión. Así lo veo.
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Gracias M.T. por su amable comentario. Creo que efectivamente vemos este problema de la misma manera. Realmente queda mucho por hacer aún. Gracias de nuevo y un saludo.
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Rectifico: abusos de poder, de ese poder.
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