Librepensadores

Autómatas y enchufados vs 'outsiders' y bárbaros

Jorge Ulanovsky Gertzel

La pugna bipartidista tradicional y la clásica distinción entre derechas e izquierdas son representaciones de un fenómeno obsoleto y por lo tanto inútil de insistir en ello. Al margen de la información que recibimos, y múltiples opiniones y análisis redactados bajo presión de la dictadura de la urgencia y de la actualidad, confrontaciones no suficientemente explícitas están afectando nuestra vida social.

Invisibilidad del fantasma

Vivo en un sitio particularmente tranquilo. Cada día a las tres de la tarde en punto se produce un sonido estridente debido al pasaje de un avión de caza que me desconcierta una y otra vez ante la imposibilidad de localizarlo con mi vista. Resulta para mí ser un fantasma. Como el de lo cuentos, sólo se sabe de él por el ruido de cadenas mientras resta invisible. Otros se meten en mi ordenador. Me persiguen con ofertas publicitarias y propuestas varias, sabiendo de mí lo que no sé de ellos, los autores de toda esa intromisión en mi vida son inidentificables. Hasta están creando un dinero invisible, con lo que es de suponer que el capitalismo perderá su condición como tal y entraremos definitivamente en la era del “virtualismo”, que no virtuosismo. Pensarán ustedes que me estoy volviendo paranoico. Ojalá lo que estoy relatando fuera mero fruto de un pensamiento delirante o de un mal sueño. Se trata de una invisibilidad a la que nos enfrentamos en general que resulta difícil de calificar. Está construida en base a algoritmos bajo el imperio del cálculo desde el cual toda nuestra existencia resulta ser mensurable. Estamos acostumbrados a reconocer fantasmas evidentes: Trump, Kim Jong-Un, Bashar Al-Ásad, Putin, Erdogan, Rajoy, Puigdemont… cuando los más poderosos se ocultan en la recámara. En particular, las industrias del armamento, de la alimentación, de la informática, y los laboratorios. Decía Einstein, lo fundamental nunca se ve. De allí que muchos de nuestros análisis profanos resulten superficiales, se requiere una ardua labor de investigación. Sé que no estoy capacitado para ello, no tengo una plaza universitaria, quizás afortunadamente, por lo que me limito a transmitir algunas breves e improvisadas impresiones.

Cuando la ficción y la realidad se confunden

Desde el origen de la humanidad la ficción forma parte de nuestra cotidianidad. No es que tanto hallamos avanzado. Lo que el hombre de las cavernas observaba en inscripciones grabadas en las paredes lo observamos ahora en una pantalla. Lo que ha cambiado es el soporte. El homo sapiens ha demostrado a lo largo de la historia ser un animal no tan sabio como se creía. Es cierto que en cuanto a la ficción se refiere, el cine, la televisión e internet han creado un espacio de oferta narrativa de masas, en relación con lo que estaba limitado al libro y el arte para las élites. Provocando un grado de secularización inédita después varios siglos de predominio religioso e ideológico. Ocurre que hoy más que ficción lo que se va imponiendo en nuestra cultura es la ciencia ficción en su versión distópica. Quedan aún vestigios de confrontación entre amos y esclavos, reyes y súbditos, señores y plebeyos, explotadores y explotados, patrones y obreros, cuadros de empresa y empleados, estados y ciudadanos. Pero en la medida que el sujeto contemporáneo se está convirtiendo en un autómata al servicio de un totalitarismo cibernético alienante, quedando sólo fuera de él algunos outsiders por propia voluntad, más los rechazados indigentes locales y migrantes, pasa a ser éste el conflicto principal de nuestra época.

Dos batallas paralelas

En internet, como en todo lo que sucede en la vida, hay de lo peor y de lo mejor. Batalla entre el bien y el mal. Por un lado un automatismo inhumano que anula toda singularidad, y por otro, aunque minoritario, ensayos gestionados por emprendimientos de la parte de outsiders, como la prensa independiente o el llamado contrapoder. La otra batalla, fuera de internet, entre una sociedad robotizada, en mano de enchufados, que expulsa a quienes considera como bárbaros. Me decía hace un poco un señor, nostálgico de un pasado familiar franquista, que lo bueno de aquello era el hecho de que todos se conocían, sabiendo quién era quién, viviendo en un “coto cerrado” -y lo definía como término positivo! O sea, nada de furtivos. Es decir, los hoy considerados bárbaros son faltos de preparación para incorporarse a la maquinaria robótica que no necesita más mano de obra, al contrario, le sobra. Fuera de internet, la caja idiota, monumento a la frivolidad, como medio opiáceo al servicio del estatus quo. Y una población de enchufados a la estabilidad burocrática, con puestos privilegiados de trabajo y jugosas rentas.

Además, en una sociedad de alto consumo, cualquier persona insolvente es un objeto residual. Si no tiene con qué pagar no merece ser atendido ni educado, finalidad última de los llamados recortes sociales.

Hay desde luego una connotación racista en el discurso de Trump cuando habla de países de mierda. A los judíos se les llamaba (¿llamaba?) judíos de mierda. Pero su definición apunta más a una distinción entre primitivos y avanzados. Es decir, frente a esos bárbaros que nos pretenden invadir. Se pretende hacer una diferenciación hipócrita en Europa entre asilados o refugiados a diferencia de los inmigrantes económicos. ¿Qué diferencia hay entre quienes huyen de una guerra, o de una dictadura, con los que escapan de la indigencia y la miseria? Más aún cuando son los que más directamente están sufriendo las consecuencias del cambio climático. La sociedad robotizada los expulsa, y los acorrala en condiciones tales que parecería serle indiferente un terrorífico exterminio programado. Podría plantearse el aceptar a los niños para formatearlos pero qué hacer con los padres.

Desde la condición de un outsider más quisiera poder jamás renunciar a nuestra posición de libre pensadores. Con una firme oposición a esa desnaturalización artificial de nuestros sentimientos, afectos y sufrimientos. _____________

Jorge Ulanovsky Gertzel es socio de infoLibre

 

Más sobre este tema
stats