El siglo pasado yo era uno de aquellos niñatos estúpidos que coreaba "
¡forofas a fregar!", a las chicas que venían a la
nevera –el campo de baloncesto aún descubierto del Estudiantes en el Ramiro de Maeztu– a animar al Real Madrid, nuestro máximo rival.
Infectados de granos en la cara y en las ideas, las mandábamos a fregar no por ser hinchas del Madrid, sino por ser
mujeres en nuestro territorio exclusivamente masculino. Sin aprenderlo de nadie,
lo habíamos ido aprendido de todos hasta normalizar esa mugre tóxica –
¡forofas a fregar!–; esa ponzoñosa costra de machismo, que es la forma más zafia del patriarcado secular.
Hubo que hacer un esfuerzo no pequeño para limpiarnos ese
lastre pringoso y, aún haciéndolo, quizá no hayamos sido capaces de eliminar todos sus restos, ocultos en algún lugar recóndito del espíritu mezquino que todos tenemos y que puede salir en cualquier momento. Tanto peso tiene aún en nosotros esa forma de malentender el mundo.
Y la mejor manera de hacerlo es
estar atentos al rigor y la agudeza de los análisis feministas que nos van descubriendo las desigualdades que sufren las mujeres y que, estando a la vista, no somos capaces de ver porque nuestros ojos no aprendieron a verlas: como el fruto del árbol prohibido, los feminismos nos abren los ojos, mal que le pese al obispo de guardia.
Frente al
machismo zafio e intelectualmente plano, los feminismos abren caminos para comprender el mundo de forma distinta -haciéndonos ver, por ejemplo, que si el sexo es biológico, el género es un constructo cultural heteronormativizado. El feminismo de la igualdad, el ciberfeminismo, el ecofeminismo, la interseccionalidad, la teoría postcolonial, la teoría queer, etc. son herramientas intelectuales bien fundamentadas que amplían y clarifican significativamente nuestra comprensión del mundo, nuestro horizonte vital.
Por eso
los feminismos nos incumben a todos. Los elaboran ellas porque son ellas las que han vivido y viven cada día en carne propia las consecuencias del androcentrismo dominante, pero a todos nos atañen si realmente queremos sanear las relaciones entre mujeres y hombres hasta hacerlas paritarias. Este 8 de marzo hay huelga de mujeres.
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Jesús Pichel Martín es socio de infoLibre
Considero que en esa lista que haces de feminismos algunos no son tales, sino pseudofeminismos.
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Gracias por tu comentario, Orilinda. Puede que así sea, pero como en cualquier movimiento de carácter general por la igualdad inevitablemente hay distintas perspectivas, algunas complementarias, otras contrapuestas. Equivocado o no, me parece que igual que no hay una única manera de ser de izquierdas, no hay una única manera de ser feminista, aunque en todos los casos el objetivo sea el mismo. Un saludo cordial y feliz día de huelga.
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Ahí está la cuestión, que el objetivo de todos no es el mismo. Se pueden reivindicar muchas cosas que quieran las mujeres pero no todas responden a planteamientos feministas. Por ejemplo, el llamado “feminismo islámico”, el “feminismo auténtico” que decía Juan Pablo II o el QUEER. Nada de eso sirve para transformar ni para lograr la liberación de la mujer. Llamando a todo feminismo -o izquierda- sin una mínima definición de en qué consiste tenemos un problema.
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Gracias de nuevo, Orilinda. Puede que sea por desconocimiento (o porque mi perspectiva es inevitablemente de varón), pero a mí sí me han servido para entender los trabajos "queer" de Judith Butler, no menos que me han servido, entre otras, las propuestas de Alicia Puleo, Elisa Favaro, Remedios Zafra y, sobre todo, de Ccelia Amorós y Donna Haraway, cada una desde su perspectiva. Y, sinceramente, no sé distinguir si son auténticos feminismos o pseudofeminismos. Otro saludo cordial.
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