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Antología del sufrimiento

Antología del sufrimiento.

Jorge Ulanovsky Getzel

Marguerite Yourcenar atribuyó a Plotina el haber hecho grabar en el umbral de una gran biblioteca una inscripción que ponía “Hospital del Alma”. Es en un registro literario donde el inconformismo y el sufrimiento mejor logran manifestarse libremente. Desde Homero, las vicisitudes de las guerras. Shakespeare, frente al cruel destino y la traición. Cervantes, frente a desdichas y agravios. Proust frente a los celos y el desencanto. El inconsolable desasosiego de Pessoa. El melancólico cansancio de Pavese. Seres castigados por la vida en el cine de Visconti. Y la dilatada constelación de autores y textos varios sobre las guerras, la injusticia, las desigualdades, la enfermedad, la locura, la muerte, la soledad, y en lo más íntimo de la expresión poética, el dolor de los desengaños amorosos. “La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y furia, y que no significa nada”, Macbeth. “¡Oh vanas esperanzas de la gente! Al final todo acaba en sombra, en humo, en sueño…”, El Quijote. Sostenía Thomas Mann que todo estado de felicidad es momentáneo, sintiéndonos inclinados a elevar nuestras ilusiones y fantasías a la categoría de inquebrantables leyes y costumbres, cuando en realidad estamos condenados a vivir en precario y moralmente al día. El hogar más apropiado para un outsider, exiliado del uniformado automatismo, y del extendido páramo en que vivimos, es sin duda una biblioteca.

Pero la situación más acuciante y descarnadamente terrenal, es la de los sin hogar. Quienes más sufren. Todos aquellos que luchan por su supervivencia, y que la sociedad robotizada aplasta, sea por indigentes, desclasados, o insolventes, o de quienes prescinde por ser inmigrantes no calificados, o diferentes, extraños considerados como bárbaros.

El poder siempre ha procurado acallar el sufrimiento, suprimirlo coercitivamente, o ignorarlo. Hay métodos modernos para impedir que el sufrimiento se manifieste, contando con la farmacología y la inteligencia artificial, resultando además ser jugosos negocios. Con fórmulas para encapsular la angustia con medicamentos o algoritmos.

¿Qué consuelos para unos y otros? Entre outsiders, la comunicación que se articula como encuentro amistoso entre escritores y autores con sus lectores y público, y con la recreación musical, lenguaje universal por excelencia. La conversación llana. Y sobre todo, la salvaguardia de la dignidad y el afecto. Entre bárbaros, la confianza en hallar por el camino alguna gente honesta y generosa, justos, que se dispongan a echarles una mano. Los sigue habiendo. Guardemos la esperanza que aunque siempre minoritarios, sean cada vez más.

Mi visión personal de la actual realidad social, no soy sociólogo ni me fío de las estadísticas, me lleva a observar que excluyendo a outsiders y bárbaros (que defino sin ninguna connotación peyorativa, en la que incluyo a indigentes, precarios, parados, insolventes y migrantes), existe una amplia franja heterogénea y mayoritaria. Ocupada por autómatas, webmaníacos teleformateados, enchufados, colocados, empresarios, comerciantes, profesionales en práctica privada, técnicos, funcionarios, políticos, y trabajadores con contratos fijos que aunque disconformes con sus salarios, se alían y estrechan filas con todos los anteriores en el interés prioritario de preservar sus trabajos e ingresos. De allí que surja de ese conjunto, en protección de su estabilidad y su seguridad, una marcada tendencia hacia el conservadurismo. Por algo el PP se llama Partido Popular. Coinciden en compartir el temor, por parte de los menos ricos a perder sus puestos de trabajo, y por parte de los más afortunados, sus privilegios.

Reconozcamos entonces, que el miedo también es un síntoma de sufrimiento, y un mecanismo de defensa, por parte no sólo de los más desfavorecidos. Toda esa población acomodada, a su manera, también sufre. En un registro personal, llevados por un sentimiento de amistad, piedad, compasión o caridad, puede ocurrir que en el entorno más cercano de sus vidas cotidianas, algunos asuman gestos solidarios. Siempre que no sea al precio de alterar demasiado su bienestar.

Sucede a veces que descubres un resto de humanidad en quien menos te lo esperas. En un pueblo próximo de donde vivo, un médico, de convicción muy cristiana, ha creado una cofradía y ocupa todas sus horas libres en recolectar alimentos que luego distribuye entre precarios e inmigrantes. Decidió hacerlo directa y personalmente después de múltiples decepciones sufridas por la corrupción con la que debió cruzarse en organizaciones caritativas reconocidas. Ocurre que no comparto en absoluto su posición ideológica ya que se declara falangista, de los de Primo de Rivera, que idolatra. Pero al margen de ello, si tengo que juzgarlo por sus actos, no puedo dejar de sentir por él un considerable respeto. Está además totalmente cuestionado por la iglesia que le considera un outsider, entre otras cosas porque tuvo la inoportuna iniciativa de elevar una petición al obispado para que todo el dinero recaudado en los funerales fuera destinado a las viudas. ¡Imagínense!

La palabra bárbaro, según la etimología, procedería del verbo balbucear. Enfrentarse a un otro que por hablar tan raro resulta imposible de comprender. Un robot no está capacitado para intentar mejor entender lo que le resulta indescifrable. A medida que estoy escribiendo, si hay una palabra que el corrector no reconoce me la rechaza, y si contra su observación yo la mantengo, el procesador me la deja subrayada en rojo. Muchas veces sucede que esa palabra no es errónea, sino que falta en la memoria del programa. Así actúa la sociedad robotizada (el corrector me pone ruborizada, no quiere saber nada de robotizada, y queda señalada en rojo, cuando el verbo robotizar está bien aceptado por el diccionario de la lengua española). Es una sociedad, la nuestra, que rechaza y marca en rojo al inoportuno y osado desgraciado cuando pretende levantar cabeza.

El terror. Sociedad robotizada y a la vez aterrorizada. Vivimos angustiados ante las amenazas de múltiples formas de terrorismo. El fanatismo religioso islámico, las bombas y las armas químicas, el terrorismo de estado, la proliferación nuclear, la violencia machista, la crueldad sobre nuestros hermanos animales, la destrucción de la tierra…

El cáncer. Así como existe un tribunal internacional para juzgar a los criminales debería existir además un tribunal para condenar a los responsables del cáncer. A todas las industrias que nos envenenan y contaminan con sustancias cancerígenas. No hay mayor dolor que el de sobrevivir a la pérdida de nuestros seres queridos. Vamos casi a diario recibiendo las malas sobre afectados por tan cruel enfermedad a nuestro alrededor. El silencio oficial sobre ello es brutal. El establishment médico que tanto se vanagloria por espectaculares avances tecnológicos y biológicos, ocultan su impotencia, prometen milagrosas curas, no se pronuncian sobre las causas ambientales y alimenticias, mientras mantienen con activa rentabilidad la maquinaria quimio y radio terapéutica.

Morir, es de todas las verdades, la más incuestionable. La muerte insensata y despiadada es nuestro peor enemigo. Resulta insoportable tener que entregarse a ella por la vía de un prolongado sufrimiento, ya exhaustas nuestras energías vitales. Razón justificada de la eutanasia.

Por muy amargas que resulten estas palabras, aún peor es silenciar el sufrimiento. __________

Jorge Ulanovsky Getzel es socio de infoLibre

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